41. I love your ass ❤️

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Lance ha perdido la cuenta de los días que lleva evitando a Keith. No han vuelto a interactuar en demasía desde esa noche del quince de febrero, cuando Keith regresó del trabajo y se colgó la mochila al hombro para trasladarse a su antigua habitación asignada, habiéndose enganchado el hipopótamo de peluche que le regaló Jamie al cinto junto a su navaja.

Todo el cuerpo de Lance le gritaba que lo detenga, pero una fuerza contraria que provenía de alguna parte de sí mismo se lo impidió. Keith miró sobre su hombro antes de salir de la habitación de Lance, como esperando que el moreno dijese cualquier cosa que lo retuviera allí como ya había hecho antes. Pero los labios de Lance se mantuvieron cerrados y cuando se dio cuenta se había quedado solo, el silencio de la soledad haciendo eco en todo su cuerpo, como un alarido vacuo.

Keith no había hecho mucho por deshacer esa distancia. En clases de química intercambiaban las palabras justas, en Galaxy Garrison ni se miraban y en casa de Lance prácticamente ni se veían, pues Keith trabajaba todos los días por la tarde y en las noches Lance permanecía en su habitación, no sin dejar de estar pendiente de la puerta, que en ninguna ocasión volvió a encontrar abierta. Incluso cuando celebraron el cumpleaños de Shiro con los demás se mantuvieron alejados, como fueran imanes de polos iguales.

Keith parecía entender que Lance necesitaba su espacio para poner en orden sus pensamientos y sentimientos. Pero a Lance lo carcomía por dentro esa lejanía, tenía sueños con Keith, y su voz diciendo que no lo abandonaría era lo primero en lo que pensaba al levantarse.

De eso hasta que la tía Gen decide confrontar a Lance en la cocina después de la cena, mientras el chico lava los platos.

—¿Qué sucede entre ustedes?

—¿Entre quiénes?

—No te hagas el tonto. Entre Keith y tú.

Lance se encoge de hombros.

—No pasa nada.

—No, sí pasa algo. Estoy segura de que pasa algo. Tan segura como que Jamie ama a Phin.

Lance vuelve a encogerse de hombros, pero con menos fuerza, con lo que termina encogiendo solo uno.

—Dime, ¿por qué trajiste a Keith aquí?

—Porque... —A Lance le hormiguean los labios. No sabe cómo responder a esa interrogante, sino que se la hace él mismo—. Porque... —Finalmente, decide que es hora de improvisar— porque, no sé, se hizo de rogar. No tenía a nadie más a quien acudir y yo podía tomar ventaja sobre la situación.

—¿Y lo hiciste? —cuestiona Gen con una vocecita que hace entender a Lance que notablemente no es de esa manera.

—No he tenido la oportunidad —refuta Lance, y por poco se le cae el plato que pasaba al escurridor.

Gen pronuncia un «já». Lance la mira sobre su hombro con el ceño fruncido, encontrándola arrinconada de lado en el mesón, con una mano sobre la cadera y una mirada sugerente, levantando las cejas hasta formar tres arrugas en su frente.

—Lance, puedes engañar al mundo entero, pero no a mí. No a mí. Que Steve y yo no te digamos nada acerca de tu comportamiento no significa que seamos ignorantes a él. ¡Oh, si supieras!

Lance se ríe con nerviosismo, casi todos los platos del escurridero se le vienen encima cuando retrocede un paso.

—N-no sé de qué estás hablando —balbucea mientras los arregla con torpes manos.

—Hablo de cómo miras a Keith cuando él no está pendiente. Del simple hecho de que siempre busques mirarlo. He visto hacia dónde se desvían tus ojos, pícaro. —Gen levanta más las cejas. A Lance le sorprende que eso haya sido posible y solo eso lo salva de sonrojarse.

Agarra la toalla y se seca las manos.

—Bueno, yo ya terminé aquí.

—Finge y escapa todo lo que quieras, pero a la final la realidad siempre sale a flote y tiene que afrontarse —advierte Gen mientras Lance se aleja, apresurando el paso y apretando los dientes.

Things I hate(love) about youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora