C U A T R O

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Abrí los ojos. No sabía cuánto tiempo había pasado, segundos, minutos o tal vez horas. Me levanto del suelo con dificultad. Mi blusa favorita estaba rota, y tenía un poco de sangre en mi costado izquierdo. Pero no me dolía, seguramente era sangre de algún otro lado de mi cuerpo. Empecé a caminar, al ver que no sentir ninguna molestia o dolor, dejé de preocuparme.

«No es mi sangre» Pensé.

Mi vista hizo un escaneo rápido del lugar donde estaba. La tierra y árboles era lo único que podía ver. Habíamos caído por el desnivel de la autopista, hacia el bosque. Mis sentidos se alertaron cuando vi mi casco unos pocos metros. Camino hacia el y cuando me inclino veo tu cuerpo, inmóvil, en el suelo. Lentamente suelto un poco de aire por la boca.

El dolor se hizo presente de manera insoportable en mi corazón al ver tus manos ensangrentadas. Corrí hasta ti, y quité el casco. Tu cara presentaba los moretones de la pelea, tu labio estaba roto. Parecía que el golpe fue bastante duro, tanto que temí cuando noté la sangre a tu alrededor. Solo rogaba a Dios que nada te pasara.

Tomé tu pulso, y respiré con gran alivio al ver que estas vivo. Tal vez no por mucho tiempo. Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Estoy tan asustada, eso no iba a negarlo. Me dolía todo el cuerpo. Me sentía cansada. Solo quería que despertaras y me abrazaras. Que dijeras que me amas.

Pero eso no pasó, Damián.

Alyssa (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora