C I N C O

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Maldecí tu motocicleta. Nunca me agradó subir en ella, pero te amaba más a tí, y amaba lo feliz que eras cuando te subías en ella. Ahora estaba tan molesta con esa cosa. Me senté de rodillas a tu lado y acaricié con mis manos tu rostro. Me sentía mariada. Tal vez fue por mi golpe al caer. Unos segundos después escuché las sirenas de lo que parecía una ambulancia.

Sonreí con pereza.

—Vas a ponerte bien, cielo. —Te dije, con lágrimas en mis ojos.—Solo aguanta un poco. No me dejes.

La oscuridad del bosque se vió afectada por las luces rojas y azules de la ambulancia. Los hombres de traje bajaron de ella. Uno de ellos, se agachó a tu lado y tomó tu pulso.

—Él está bien.— Informé. —Aún respira.

El hombre de traje asintió y miró hacia su alrededor.—Vaya, que desastre. ¡Mario! ¡Carlos! ¡Ayúdenme a cargarlo!

Dos hombres se acercaron en una camilla y te pusieron en ella.

—¿Está bien? —Preguntó uno de los hombres. No sabía exactamente a quien le preguntaba. Pero solo asentí. Solo quería que llegaras con vida al hospital. Temia que te pasara algo. Corrí hacia la ambulancia cuando vi que ya te habían montado e iban a cerrar la puerta.

Miré por última vez  la escena. La moto estaba totalmente destrozada. Había una mancha de sangre donde habías estado acostado. Y más allá, donde me levanté estaban mis botas y casco. Habían hombres de traje ahí.

Me pregunto que estaban viendo.

Alyssa (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora