- Comencemos…- anunció el director a dos adolescentes nerviosos, los tres resguardados en la privacidad de su oficina.- Justin Bieber, ¿aceptas a ______ Levine como tu esposa para amarla y respetarla tanto en la pobreza como en la prosperidad, en la enfermedad como en la salud y en la adversidad como en la fortuna hasta que la muerte los separe?
El aludido miró a la chica a su costado quien le devolvía la misma mirada de incredulidad que él mostró ante la elección de palabras del director. Luego volteó nuevamente hacia al señor a quien en ese momento hubiera asesinado…si no fuera tan poderoso.
- ¿Está bromeando?
- No, claro que no. Ocurre que éste es el protocolo para los casamientos y pensé que sería un buen gesto aplicarlo.
- No se preocupe, profesor, porque al fin y al cabo éste NO es un casamiento verdadero.
- Está bien, como quieran…Lo haré más simple. ¿Prometen amarse toda la vida?
- ¡¡NO!!- Contestaron ambos chicos con la misma voz escandalizada y el mismo color rojo apresando sus mejillas.
- Bueno, que son complicados- se quejó el barbudo antes de resoplar resignado.- ¿Se aceptan en matrimonio, si o no?
- Parece que no hay otra opción.- comentó Justin irritado por la actitud de su superior.
- Cierto…- secundó _______ apenada.
- Pues no.- ratificó risueño aquél que servía de intercesor.- Puede besar a la novia…Ok, Ok…no me miren así. ¡Qué poco sentido del humor! Ya…aquí están las alianzas.- el director entregó dos anillos de oro a los recién casados y cada uno se puso el suyo propio con una horrenda expresión de disgusto que dejaba entrever lo mal que llevaban ser marido y mujer.- Bien, ahora vayan a desayunar que en media hora haremos pública la noticia.- Frente a esas últimas palabras ambos jóvenes tragaron saliva presagiando el temporal que se avecinaba. Salieron del despacho y caminaron en silencio hasta las escaleras que los llevarían hasta al Gran Comedor.
- Bueno, veamos el lado positivo…
- Esto no tiene ningún lado positivo, Bieber.
- Claro que sí, Bieber.- ________ miró a su compañero sorprendida percatándose de que éste le sonreía con aquella mueca perversa siendo sabedor del efecto que causaba en ella ser llamada por su nuevo apellido de casada.
- No me llames así.
- Vete acostumbrando, amor. Ahora tenemos que disimular muy bien así que se dirigirán a vos de esa manera con mucha frecuencia.
- Soy la mujer más desdichada de esta tierra.
- Claro que no, ya verás que no soy tan malo…
- Púdrete, Bieber.
- Dame un besito.- demandó el rubio tomando la muñeca de su esposa
- ¡Ni loca!- replicó ella desligándose del brazo del rubio.
- Ni que fuera la primera vez, ¿o es que sólo te acuestas con chicos que no sean tus maridos?
- No te conviene sacar ese tema…
- ¿Por qué no?
- Porque querrás tener descendencia alguna vez ¿verdad?
- ¿Es una propuesta? ¿Ya quieres tener hijos? ¿No es demasiado pronto?
- No estoy para bromas…No me provoques.