Capítulo 17

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Katniss

— Quiero que sepas que sin importar lo que pase te amo más que a mi vida, Katniss - uno de sus innumerables discursos llega a mi mente - eres la razón por la que aún sigo en éste mundo y créeme que sin ti estaría envuelto en una rutina tediosa la cual sólo implicaría soledad. Ten por seguro que no debes tener miedo, mientras estés conmigo no te harán daño, no te lastimarán ni te alejarán de mí. Te adoro niña, no sé porqué te adoro tanto pero así es, nunca lo dudes porque nunca cambiará, mi amor por ti se mantendrá aún después de que no quede me nada ni nadie en éste planeta, aún después de que no quede nadie en quién confiar.

Intento que mis sollozos se confundan con el sonido del agua correr por las tuberías y que mi cuerpo deje de temblar.

La noche ha caído y yo no puedo dejar de pensar en él.

Que esté vivo me causa una felicidad inmensa, por lo que mis lágrimas son confusas. 

Casi puedo sentir sus manos sobre mi cuerpo y sus bellos ojos azules mirándome.

En mi mente resuena su voz una y otra vez y mis labios recuerdan con pesar cómo se sentían al juntarse con los suyos.

No creí alguna vez llegar a sentirme de esta manera, tan feliz y a la vez tan desolada; tan jovial y a la vez tan cansada.

Snow lo está usando para hacerme daño.

- Katniss, ¿dónde estás? - la casi inaudible voz de Johanna, gracias a la distancia, llega a mis oídos.

En éste momento no estoy de humor para consuelos ni pesares, sólo quiero estar sola un tiempo y poder descansar de todo; por lo que me acurruco un poco más junto a las resonantes tuberías y oculto mi rostro, como puedo, entre mis piernas.

Decido pasar la noche aquí, sé que si no lo hago seré interrogada, abordada y cuestionada por cada persona con la que me cruce.

Y aunque "pasar la noche" no es una manera muy correcta de describirlo; sin duda logra ser una de las noches más pacíficas desde que llegué aquí. El frío tacto del suelo con mi cuerpo y el suave murmullo de las tuberías son mejores acompañantes que una cama mullida y una tanda de pesadillas.

Por primera vez no paso la noche pensando en cómo pudo haber muerto Peeta, sino que esta vez, lo único que hago durante toda la noche es imaginar nuestro reencuentro.

Imagino sus ojos mirándome y sus manos tocándome de nuevo, imagino nuestros cuerpos entrelazados y nuestras almas suspirando joviales, imagino nuestros labios tocándose y a nuestra pequeña saltando en mi interior al sentir de nuevo el tacto de su padre.

Al igual que la mayoría de las noches, mis lágrimas no cesan hasta la madrugada, luego de lo cuál caigo rendida sobre el suelo helado y extrañamente reconfortante.

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- ¿crees que se haya hecho daño?

- Le haré más daño aún si así lo hizo. Vamos, Finnick, me estás preocupando.

Las voces de Finnick y Johanna logran despertarme.

Reviso mi brazalector, 7:19 a.m.

Sinceramente quisiera quedarme aquí por el resto de la eternidad, y aunque sé que no puedo hacerlo, prefiero salir de mi escondite cuando ellos se hayan ido; después de todo no seguirá siendo un escondite si alguien además de mí conoce su ubicación.

Así que me levanto despacio intentando no hacer ningún ruido; por el volumen de sus voces, las cuales suenan extremadamente preocupadas, deduzco que no se encuentran muy lejos.

En el proceso, gracias a mi torpeza, me golpeo la cabeza con una de las tuberías, profiriendo un sonido estrepitoso.

- Maldita sea - murmuro por el golpe y también por el estrépito, empeorando la situación.

- Finnick, creo haberla escuchado, ¡vamos!

Dos segundos después se encuentran en el umbral de la puerta.

Estúpidamente me acurruco e intento no hacer ruido.

Pero para Johanna no es difícil encontrarme.

- Aquí estás - su voz suena aliviada y molesta - creí que habías hecho algo estúpido.

Se inclina ante mí y me abraza, para luego, segundos después, darme un puñetazo no muy fuerte en el brazo mientras arruga la frente - ¿cómo te atreves a huir de esa manera?

- Necesitaba un tiempo.

Suspira - Al menos está vivo, ¿no es así?

Asiento.

- Katniss, maldita sea, ¿cómo te atreves? - Finnick se acerca inclinándose junto a mí - estuvimos buscándote toda la noche.

- Lo siento, no estaba pensando con claridad.

- ¿estás mejor? Johanna me contó lo que pasó.

- Supongo que no, pero al menos tuve tiempo para pensar.

Arruga la frente y me envuelve entre los brazos, levantándome.

- Por Dios, niña, mírate los ojos- exclama Johanna una vez estoy de pie.

Imagino que se encuentran hinchados y rojos gracias a las lágrimas y el desvelo.

Me rasco uno de ellos lanzando un bostezo - ¿mi madre y Prim?

- Como locas buscándote, al igual que Virtus.

- Dios, el señor Mellark - me reprocho - ¿él está bien?

- Está dichoso porque su hijo está vivo.

Suspiro - Creo que no lo comprende.

- Vamos, debes comer algo.

La mención de comida me causa unas náuseas terribles.

- No, gracias.

- Debo volver al hospital - dice Finnick - las enfermeras están por comenzar su turno diurno y debo estar allí; ¿me prometes que estarás bien? 

- No, pero intentaré no volver a escapar.

Sonríe socarronamente - Con eso me basta - besa mi frente y abraza rápidamente a Johanna - nos vemos.

Y sin más sale corriendo en dirección al hospital.

- Tú y yo iremos a que duermas una siesta y luego te des un baño.

La miro fastidiada - No me apetece mucho.

Rueda los ojos, halándome del brazo hacia su compartimiento.

En el camino me lleva con mi madre y Prim, quienes se encontraban con el corazón en el estómago gracias a mí.

Para cuando nos encontramos de nuevo en camino a su compartimiento, mi mente comienza a divagar por la situación entera.

Debo encontrar una manera de tener a Peeta devuelta.







Locked inside myself (Sinsajo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora