Después de la gran y extrovertida conversación con sus padres, Abbey subió a su habitación seguida de su hermana Daniela.
-¿Por qué no les dijiste que habíamos conocido a los hijos?- dijo Daniela un tanto suave para no hacer molestar a su hermana, lo cual, era imposible para las personas que le rodeaban.
-No se me hizo prudente, mamá quiere que vayamos a conocerles todos juntos, ¿no?- trató de esbozar una sonrisa, pero falló por completo.
-Si eso quieres, está bien.- dijo por lo bajo para luego ir a su habitación con sus pequeños y habituales saltitos.
Abbey, por otro lado, entró a su habitación y se tiró sobre su cama. ¿Qué pasaba por su mente? ¿cómo se sentía? No tenía ni idea de lo que estaba o no imaginando, no sabía qué sentir, qué pensar, qué decir.
Cayó la noche y Abbey junto con ella. A la mañana siguiente, se escucharon unos pequeños golpecillos en la puerta de roble que ocultaba de los ojos curiosos el interior de la habitación de aquella rubia. Ésta se levantó y caminó pesadamente hasta su puerta para abrirla y dejar pasar a la que era su madre en la espera de ella.
-Buenos días cielo.- dijo la señora Schmidt con aires alegres en su sonrisa.
-¿Qué pasa madre?- dijo Abbey frotando sus ojos azules en señal de somnolencia.
-Iremos a visitar a los vecinos, hay que darles la bienvenida.- sonrió y luego salió de la habitación sin decir más.
Abbey se quedó parada en la misma posición que adoptó cuando su madre entró, no sabía que hacer o decir, realmente no quería conocer oficialmente a aquellas personas.
-¿Te sientes bien?- dijo la pequeña cabeza de Daniela asomada por una esquina de la puerta.
-Iremos con los vecinos, alistate y ponte presentable.- dijo sin siquiera voltear a verle a su pequeña hermana.
Daniela se fue de ahí, dejando a su hermana sola. Ésta reaccionó un poco después y camino hasta su baño, se dio una ducha, se vistió, se peinó y bajo al encuentro con su familia.
En el recibidor yacía su hermana, madre y padre esperándola.
-Ya era hora, bella durmiente.- dijo su padre mirando su reloj con entusiasmo.
Todos parecían tan alegres y decididos por ir a conocer a los vecinos. Menos Abbey, ¿tenía que decir algo al respecto? No, no tenía.
Los cuatro salieron de su casa y se dirigieron a casa de los nuevos inquilinos vecinales. La señora Schmidt tocó con cuidado el timbre, dio un par de pasos hacia atrás, acomodó sus ropas y sonrió en la espera de una respuesta.
En menos de lo que esperaban, se abrieron las puertas de par en par, dejando ver a una señora no muy mayor, con largo y rizado cabello rojizo, ojos alegres y llenos de vida, una sonrisa perspicaz y una voz enternecedora.
-Buenos días, ¿en qué les puedo ayudar?- dijo tras juntar sus manos y verles a todos. Terminó con una sonrisa y una mirada alegre.
-Buenos días, somos sus nuevos vecinos y venimos a darles la bienvenida como debe de ser.- dijo la señora Schmidt sonriente.
Abbey contemplaba la escena en silencio, era como si su madre hablase consigo misma frente a un espejo. Después de unos cuantos intercambios parafraseados, la nueva vecina les invitó a pasar.
Entraron, les dirigieron a la sala principal, les ofrecieron bebidas y se unió el esposo a la conversación.
-Entonces, son los Martinez.- dijo el señor Schmidt a media platica con el señor Martinez.
Abbey estaba con su hermana, hablando de cosas irrelevantes, mientras que sus padres hablaban con el señor y la señora Martinez. Todo iba bien hasta que la señora Martinez se levantó y sonrió, se escuchó como una puerta se cerraba, lo cual hizo que llamara la atención de todos lo que sucedía en aquella habitación.
-Él es Jason, mi hijo mayor.- dijo la señora Martinez con orgullo.
Abbey volteó su mirada y vio a aquel chico del día anterior en el parque. Traía consigo una chaqueta de cuero negra, una camiseta negra, jeans negros, vans negros... Todo lo que vestía era color negro. Miró a todos desde la entrada mientras se quitaba la chaqueta y la dejaba en el armario junto a la puerta principal.
-Es encantador.- dijo la señora Schmidt después de mirar al chico unos segundos.
-Los vecinos, saluda.- dijo el señor Martinez con autoridad a su hijo.
-Un gusto conocerles.- dijo mirando a los señores Schmidt, para luego pasar su mirada a Daniela y Abbey.
-Ellas son las hijas de los Schmidt, ¿no son lindas?- dijo la señora Martinez con entusiasmo.
-A que sí.- dijo Jason mirando a Abbey de una forma insdescriptiblemente retadora.
El chico dio media vuelta y salió de ahí rumbo a las escaleras que daban al segundo piso.
-Que raro ha sido.- dijo la señora Martinez a la señora Schmidt.
-¿A qué se refiere?- dijo la señora Schmidt tratando de ocultar su concordancia con ella.
-A que siempre es muy galante y cortes, ahora no lo fue.- dijo mirando el espacio que ahora yacía vacío, donde antes había sido llenado con la presencia de aquel chico.
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La Vida De Avril Schmidt.
Rastgele¿No se ha cansado ya de leer absurdas y molestas novelas donde dejan demasiado en claro que el amor es de las mejores cosas que puede haber en el mundo? Para ser honestos, yo no estoy de acuerdo con esa idea universal sobre el amor, ni antes, ni aho...