Capitulo cuatro.

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-¿Qué es este lugar?

-Es lo que queda de mi planeta natal.

-¿De kripton?

-Si- le encantaba como sonaba el nombre de su planeta de los labios de Bruce- es mi fortaleza de la soledad. Aquí vengo cuando deseo estar solo, un poco alejado de todo. ¿Tú no tienes un lugar así Bruce?

-Supongo que si- "mi cueva" pensó distraído.

-Nadie más que yo ha estado aquí- le sonrió- ahora tú también conoces mi secreto.

En silencio comenzó a caminar, Bruce luchaba por controlar su pulso cardiaco mientras lo seguía, estaba aterrado para que negarlo, se encontraba en medio de un montón de hielo con el hombre más peligroso que conocía sin ningún arma para defenderse o escapar. Pocas veces en su vida se había sentido de igual forma.

A donde fuera que volteara la mirada lo único que veía era una blancura que lo consumía todo.

Atravesaron otro sector de la fortaleza donde enormes esculturas de un hombre y una mujer parecían sostener un mundo -son mis padres- le pareció escuchar, no lo sabía, su mente comenzaba a trabajar a marcha forzada intentando separar los datos que le eran útiles y los que no. Ahora llegaban delante de algo que parecía una puerta, al abrirse no pudo más y sus corazón bombeo apresurado.

-Una vez me preguntaste si necesitaba dormir- volvió a hablarle preocupado por el tamboritero que sus finos oídos escuchaban provenir del pecho ajeno.

Vio a Bruce entrar con paso lento contemplado lo que se le mostraba. Una habitación. Era una habitación tan normal que costaba creer que un dios como Superman viviera ahí. La cama era amplia y estaba tendida correctamente con sábanas grises, los muebles eran pocos pero básicos, una mesa de noche, un armario, una lámpara, un sillón que lucía bastante cómodo y una alfombra platinada. Superman se acercó después de dejarlo ver todo con parsimonia.

-Creí que esto te gustaría- lo volteo gentilmente sujetándolo del antebrazo cuidando su fuerza, no quería lastimarlo- mi nombre kryptoniano es Kal- El, pero en realidad soy tan humano como se puede- hizo una pausa esperando hacer contacto con las pupilas de su invitado- mi verdadero nombre es Clark, Clark Kent, mis padres son granjeros en un pueblo pequeño de Kansas llamado Villachica.

La cabeza le pesaba, jamás imaginó que fuera así de fácil conseguir ese tipo de información, "tal vez una mentira", necesitaba confirmar lo que ahora -Clark- le confesaba.

-Ahora vivo en Metrópolis y trabajó como reportero en El Planeta.

-¿Por qué me lo cuentas?

-Porque me gustas Bruce- le sujeto de la cadera cuando sintió que el otro pretendía retirarse- me gustas mucho- unió sus frente mientras susurraba de nuevo su nombre.

Podía sonar como algo apresurado o absurdo, ¿cómo alguien podría decir eso con tan poco tiempo de conocerse? pero así era Clark, siempre había tenido la gran capacidad de juzgar bien los corazones por medio de los ojos, y cada vez que sus irises impactaban con los de Bruce podía ver una gran alma, sentimientos tan intensos que le volvían irresistible. No todo era miel sobre hojuelas, también podía ver dolor, como si alguna gran carga reposará sobre sus hombros a pesar de que el millonario se esforzaba por aparentar Clark era capaz de notarlo, tan claro como el azul del cielo o la luna llena de Kansas. Se preguntaba qué era ese dolor que notaba y que sin duda atormentaba al hombre que se removía inseguro entre sus brazos. ¿Cómo alguien tan bello, tan perfecto podía sufrir? por eso el último hijo de Krypton se había comenzado a obsesionar con el playboy, deseaba ser él quien apaciguara su interior, después de todo, eso era lo que hacían los héroes y él era el más grande de todos.

Azul profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora