Capitulo once.

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Un par de mariposas volaban con dirección a los brotes tiernos de las flores favoritas de la señora Kent. Recién las había plantado y se complacía por ver la vida llegarles desde fuera. Las nubes eran lentas a sorpresa de la brisa fresca que llegaba del sur, las mejores cosechas se aproximaban y como en todas las anteriores el hijo de los Kent regresaba a casa para ayudar en la labor.

Las tardes en la granja le eran agradables y el no tocar temas delicados era reconfortante en la vida actual de Clark, su madre no le había vuelto a preguntar por Bruce pero poca faltaba para que una charla relacionada surgiera rompiendo el equilibrio que le llegaba.

-Hoy han abierto una tienda nueva de repostería- comentó al tiempo que extraía varias papas de una sola planta- deberíamos ir.

-Sí, estaría bien.

-Sabes hijo una polilla gigante me atacó ayer por la noche mientras salía a ordeñar a las gallinas.

-En serio.

-Clark cariño- le llamo para que la viera a los ojos- ¿estás escuchando lo que digo?- el reportero había estado recolectando tomates- ¿qué ocurre hijo?

-Nada ma, solo estaba pensando en Bruce.

Sorprendentemente fue él quien abordó el tema sobre el murciélago que le inquietaba cada noche desde que aceptó lo que sucedía.

-¿Qué ocurre con Bruce? creí que estaba tomando vacaciones.

Ambos dejaron los aparatos y se sentaron en las escaleras de madera de la entrada, como en los viejos tiempos cuando el hijo necesitaba hablar con alguno de sus padres. Siempre eran buenos consejos de personas que amaba y en las que confiaba.

-Él está bien pero... desde hace un tiempo no sé cómo sentirme a su lado- suspiró- no lo conozco ma, creo que me equivoque con él.

-Puede ser...- Clark la miro sorprendido- ninguno de los dos se conoce lo necesario, las cosas fueron bastante rápidas- el silencio le hizo sentirse pequeño- ¿pero cuando el amor ha necesitado de receta?... no se planea simplemente pasa. Como cuando llueve en verano... Solo hace falta una mirada para saber que será el amor de toda tu vida.

-¿Y cómo saber reconocer esa mirada?- se quitó los guantes que en realidad solo le servían para no ensuciar sus manos.

-En toda mi vida solo lo he experimentado dos veces, y en ambas la sensación fue tan intensa que me robo el aire- sus manos jugaban con el sombrero que se quitó al ponerse bajo la sombra- la primera vez fue cuando conocí a Jonathan, parecía tan perdido intentando acomodar su mesa para la feria que no pude resistir el reírme.

-Y después le ayudaste- comentó alegre Clark al rememorar la historia de la que nunca se cansaba escuchar. Ambos reían mientras contemplaban el paisaje compuesto por maíz dorado.

-Creí que aquel chico tenía algo especial, pero no lo supe definir hasta que me invito al baile, y déjame decirte que pocas veces había hablado con él después del incidente en la feria- Martha recargo sus codos sobre los muslos de sus piernas repartiendo el peso sobre los brazos- creí que estaba loco por invitarme, solo nos saludábamos casualmente y creí que yo estaba aún más loca por aceptar. Nuestro primer baile...

Volar en las memorias puede ser peligroso y adictivo, por fortuna la droga de Martha era una que le inundaba de vitalidad. Siempre había sido así desde que se casó.

-No siempre fue hermoso todo Clark también tuvimos nuestras peleas, pero sabíamos que juntos superaríamos cualquier obstáculo y así lo hicimos... no sé cómo sea con Bruce hijo, pero creo que vale la pena intentarlo. Jamás antes te había visto tan feliz- le acarició el rostro, Martha Kent entendía que algo estaba pasando. Queriendo confiar en su hijo intentó decirle lo que su ser le expresaba- Solo intenta escuchar, deja tus miedos salir.

Azul profundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora