Azul profundo

Capitulo nueve.

Cruzaba la bahía mientras su capa roja se mecía tras de él, esa noche como las anteriores la luna había tomado un descanso y el cielo solo era pintado por las pequeñas estrellas de algún lejano amanecer.

Pocas noches las recordaba con tan aberrante precisión, las nubes agonizaban sin piedad cuando su poderoso cuerpo las deformada para abrirse paso por entre ellas; cuando arribo a la ciudad le llegó un aroma tan fétido que agitó levemente la cabeza en un intento por apartarlo de su fino órgano sensorial. Observó a todas direcciones buscando el lugar exacto del que provenía la peste, entonces lo noto, era la ciudad! Toda Gótica estaba manchada por semejante olor que le revolvía las entrañas ¿cómo es que nunca antes lo había notado? Trago seco cuando una nueva esencia le llegó.

"Bruce"

Su vuelo ahora era lento, intentando anticipar la vista completa de rompecabezas que ya había terminado de armar. Le bastaron un par de semanas y las palabras de una reportera para atreverse a unir las piezas. Ya no hay vuelta atrás.

Un automóvil, que más se asemejaba a un tanque de combate, pasó a su lado a una velocidad impresionante para cualquier humano, pero Clark no lo era, él estaba más allá de ese mundano término, le basto una mirada de reojo al conductor para terminar de aceptar los hechos.

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Cuando Batman llegó a la cueva ya su mayordomo lo esperaba, no quiso escuchar palabra alguna y lo dejó claro cuando en rápidos movimientos subió de tres zancadas las escaleras para llegar a la mansión, corrió hacia su habitación pensando con cada paso que aquella morada era inmensamente grande, corrió entre los pasillos que eran tan estrechos como el callejón que le perseguía desde su infancia; no logró acercarse más allá de la habitación de Alfred cuando se encontró en compañía de un alma más.

Hubo un tiempo donde la rutina era mejor que cualquier droga; los muros, las calles, las personas. Siempre lo mismo, como si la respuesta estuviera ahí, y así era porque en la rutina no hay pregunta.

Pocas veces el murciélago había sido igual de descuidado no solo permitiendo que un intruso infringiera su propiedad, sino en creer, creer en Clark.

Una buena cantidad de mineral se hallaba en la bóveda de la cueva, bajo un pulcro sistema de vigilancia de la más alta tecnología, un sitio de difícil acceso, incluso para él, por tal motivo había optado por la pequeña piedra que hallo en el corazón de una mima del tamaño de una bala. La había guardado en una cajita de plomo que mantenía en su magnífico buró ruso en su lecho privado. No fue capaz de acceder a ninguna de las tantas rocas verdes que con trabajo recolectó y protegió con esmero.

Los ojos del kriptoniano eran duros, le recriminaba en silencio; esperaron estáticos alguna reacción, Kal- El sabía que Bruce no movería ni una fibra de músculo, no ahora que su cuerpo pesaba más a causa de la armadura negra que tenía un murciélago en el pecho.

Fue el kryptoniano quien comenzó la marcha hacia su caza, lo sujetó de los cabellos de la nuca obligándolo a alzar la cabeza un poco ladeada, en ninguna ocasión el contacto de su azul profundo se apartó. La tenacidad lo afectó pero no lo demostró, aquel magnífico ser era Batman, el reportero había imaginado tantas veces el momento en que ambos estrecharían sus manos en mutuo compañerismo, gran error de ambas partes.

Se aproximó lento hacia los labios de su trofeo, gruño molesto cuando Bruce le mordió el labio con fuerza, la acción claramente no le dolió, su resistente piel era capaz de soportar las más fuertes radiaciones, sin embargo la actitud no pasó desapercibida.

-¿Qué ocurre Bruce? ¿No te apetece hacerlo aquí? Tal vez te sientas cómodo en un lugar en el que puedas averiguar más de mí!- las palabras eran veneno que afectan más a uno que al otro, irónico que el más dañado fuera quien las pronunciara.