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Ellos salieron de allí en silencio, sin poder emitir una sola palabra. Sus respiraciones pausadas, combatían con el rostro inusualmente ojeroso de Lily, quien ingresó antes que ellos a la Sala Común de Gryffindor. La vieron caminar hasta su habitación con caras pálidas.

Ya en su cuarto, con Peter durmiendo a pata suelta y una quietud interrumpida por ronquidos, cada uno se acostó en su cama con todo y uniforme.

El silencio incómodo perduró por unos minutos; siendo tan denso que se podría cortar con un machete. Sirius, quien no podía estar quieto mucho tiempo, soltó unas palabas completamente horrorizado que los otros presentes tambíen pensaban.

— ¿Qué mierda fue eso?

James, con voz átona, contestó. — No lo sé. — Se interrumpió a sí mismo varias veces, sin poder hallar las palabras adecuadas. Remus parecía mudo. — Es decir, sé lo que vimos y era bastante explícito, pero áun no logro procesarlo.

Sirius dio un movimiento de cabeza que resultaba pobremente afirmativo. — Si lo piensas bien tiene sentido. Digo, el nunca se iba a casa en Navidad y siempre volvía cojeando en vacaciones...

— Y se angustiaba siempre que nosotros le bajábamos los pantalones... — Su voz se fue volviendo más lenta hasta morir en un quejido seco. — Ugh, somos una mierda.

— Me doy cuenta. — El Black mayor en Hogwarts masajeó sus cienes con brusquedad. — ¿Seguiremos haciéndole bromas ahora? ¿Le diremos Snivellus?

— Yo no sé cómo lo miraremos a la cara mañana. — Y luego de decir aquello con voz hostil, Remus les dio la espalda y se tapó hasta la cabeza.

Sus amigos quedaron mudos, cargados hasta las narices de culpa. Se sentía como un desagradable peso en el corazón que no lo dejaba palpitar. Querían que lo que vieron en ese momento ocultos, se les resbalara. No tomarle importancia, dejarlo como asuntos familiares que escapaban de su control. Ignorarlo y seguir todo tal cual estaba en la feliz ignorancia.

Pero no podían. No les daba el corazón, yendo contra las creencias y principios que comúnmente eran atribuidos a Gryffindor. Ese sentido de heroísmo y caballerosidad, que con Severas y el resto de Slytherins brillaba por su ausencia, se encontraba vibrando; su interior clamaba por intervenir, por ayudar al desvalido.

Y aunque les resultaba increíble y totalmente bizarro, puede que le hicieran caso a ese lado Gryffindor.

Severus se sentó en su lugar correspondiente en la clase de McGonagall. Su cabello negro amarrado en un descuidado moño, ya con el rostro más sano. Ese peculiar peinado se lo realizó con mucho cariño Lily, decorándolo con florecillas rojas que se fueron cayendo en el camino.

Sin quererlo, rememoró los tiempos medianamente felices que vivió en su infancia con ella, jugando en ese río de aguas que no iban con el lugar al ser cristalinas. Con sólo ocho años y en el cuerpo muchísimas menos heridas, armaba coronas con flores que crecían en la orilla.

Esas coronas decoraban la cabeza de su madre o la de Lily, además de portar una propia él. Siendo la primera y la última siempre destruidas por Tobías, mientras escupía que eran ridículas.

Severus logró ocultar una intacta una vez, la cual a estas alturas ya debería de estar completamente marchita y cubierta de polvo.

Sacudió la cabeza y se dedicó a atender a las palabras de su profesora de mirada severa, acatando cada una de sus instrucciones. Su compañero le siguió los pasos, claramente perdido y usándolo como salvación.

Lily siguió con la mirada cada uno de sus movimientos, visiblemente preocupada por su amigo. Ella a su vez, era observada por el trío de merodeadores, con un Peter más concentrado en su susurrante charla con una muchacha de nombre Jessica. El rechoncho chico parecía distanciarse un poco de sus amigos, sin ya participar tanto en sus tretas. Dormía mucho en el día y casi no les contaba de sus vacaciones.

Lastimosamente, los otros nunca le dieron suficiente importancia a lo que hiciera o no Peter.

f r a g i l e / / all ✗ severusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora