Cap. 13

95 2 0
                                    

Capítulo 13

Llegó el día de la boda de Albert y Janine. Ese día salimos a las 6 am de Nueva York y llegamos a eso de las 10 a Massachusetts. Escuchamos Bohemian Rhapsody a todo volumen unas cincuenta veces, y debo decir que es una sensación espectacular.

Cuando llegamos a casa de la hermana de Will, desayunamos con su familia, luego ayudamos a arreglar algunas cosas para la fiesta. Más tarde, me pidieron que ayudara con el peinado y maquillaje de Janine. Cuando regresé, me bañé rápido, y me puse el vestido que había preparado, era rosa, no tenía breteles y me llegaba un poco más debajo de las rodillas. Mi corto cabello estaba incontrolable, así que me lo até con dos hebillas que había llevado por si las dudas y dejé algo del flequillo sobre mi frente.

 A las seis pm, William me estaba esperando en la puerta de la casa para ir a la iglesia. Cuando salí, William se quedó mirando fijamente, como paralizado.

‒William, ¿qué te pasa? 

Se aclaró la garganta ‒Es que… Wow… Eres realmente hermosa. ‒Sonreí, creo que me estaba poniendo como un tomate. ‒ ¿Vamos?

Me subí al auto, y al rato llegamos a la iglesia. Había muchos invitados, todos estaban en la puerta, charlando, intercambiando sus opiniones sobre cómo sería el vestido, o si la comida iba a ser lo suficientemente buena.

Cuando llegó el auto que transportaba a la novia, todos se fueron adentro, algunos decían ‘’ahí viene, ahí viene’’ y hacía que los pelos de Albert se pusieran de puntas.

Janine entró a la iglesia, y estaba realmente hermosa. Albert sonreía, pero se lo notaba nervioso. Estaba rígido y sus ojos tenían un brillo especial, al igual que los de Janine. Estaban enamorados, se notaba a leguas por la forma en que se miraban. Janine se paró al lado de su futuro esposo, y se tomaron de las manos. El sacerdote comenzó a dar la ceremonia y todos nos sentamos.

William me apretó la mano con fuerza, estaba nervioso. Me quedé viéndolo. De pronto me imaginé a mí misma a su lado en el altar, me imaginé con un bebé en brazos, me imaginé un futuro incierto junto a William. Incierto porque no tendré la suerte de que sea algo real. Nunca podría serlo. La vida me tiró al vacío de una manera drástica, me obligó a ser realista, me obligó a vivir rápido.

Mis días estaban contados. Quería convencerme a mí misma de que era por una razón, de que probablemente tenía una misión en el mundo, y que tenía un tiempo limitado para no fallar. Pero se me hacía difícil no pensar en todos esos momentos que no tendría el privilegio de vivir. Mi graduación, mi boda, el nacimiento de mis hijos, su desarrollo, el nacimiento de mis nietos. Pero yo no iba a vivir por eso.

Pero, después de todo, era mi vida, me gustaba mi presente a pesar de todo eso. Me obligué a que me gustara mi presente, porque no tenía opción.

Cuando la ceremonia se dio por terminada, fuimos a la casa del Señor y la Señora Abernathy, donde se celebraría una fiesta al aire libre.

Luego de unas horas, William había ido a charlar con unos primos, cuando empezó a sonar un lento y todos se pararon a bailar. Me di cuenta de que la canción era ‘’Since I don’t have you’’ de Guns and Roses, un bellísimo tema. William apareció a mi derecha, estirándome la mano.

‒ ¿Me concedería esta ilustre pieza, agradable señorita?  ‒Miraba hacia la gente, e imitaba mi acento.

‒Oh, por supuesto, noble caballero. ‒Tomé su mano, y me dirigió a la pista de baile. ‒No sé cómo bailar un lento.‒confesé.

‒No tienes que hacer nada, más que mover los pies. Puedes seguirme.

Tomó mis manos, y rodeó su cuello con ellas, me tomó por la cintura con su mano derecha y la subió lentamente hasta llegar a mi espalda, luego tomó mi mano izquierda. Comencé a mover torpemente los pies hasta que me amoldé al ritmo.

‒Juro solemnemente que no volveré a utilizar taco aguja.

Se rió por lo bajo. ‒Me gusta la Billie más bajita.

‒A mí igual… Aguarda. ‒Lo solté y me saqué los tacos. Volví a abrazarlo para seguir bailando y puse mis pies descalzos sobre las puntas de sus zapatos. ‒Mucho mejor.

‒Y por esto te amo.

‒Dime, Morrison, ¿eres un experto en lentos? O ¿sólo un amateur?

‒Hmm, desde pequeño en la fiestas familiares se han bailado lentos. Creen que son indispensables.

‒Estoy de acuerdo.

Acercó mi cuerpo un poco más al suyo, y podía sentir su calidez. Sentía a William en todo su esplendor. Me sonreía. Creo que cuando ves a esa persona lo sabes, cuando ves al indicado. William era el indicado. Pero yo no era la indicada para él, porque pronto yo me iría, y lo lastimaría.

La cabeza comenzó a dolerme extremadamente fuerte, perdí el equilibrio, casi me caigo, pero Will me sostuvo.

‒ ¿Maní? ¿Te sientes bien?

‒Sólo algo mareada, descuida. Creo que es lo que provocas William.

Agaché la cabeza, y cerré los ojos en un intento de recuperarme. En vano, dolía cada vez más.

‒Billie, estás sangrando.

Me toqué la nariz, y manché mi mano con sangre. Se me nubló la vista y sentí nauseas. Salí corriendo hacía el baño. Me miré al espejo y cada vez salía más sangre, y el dolor de cabeza era proporcional, cuanto más dolía, más sangraba.

Ya antes me había sangrado la nariz por los dolores de cabeza. Según el doctor, a veces mi cerebro presionaba tanto que podría provocar sangrados. Pero nunca uno como este. Luego recordé que también mencionó que un sangrado mayor, podía ser señal de que el tumor se estuviese expandiendo.

‒ ¡Mierda!‒comencé a maldecir. ‒ ¡Ahora no! ¡Ahora no!

Tomé una toalla y la presioné contra mi cara. Seguía sangrando, mi vestido estaba manchado, al igual que el piso.

‒ ¡Billie! ¿Qué pasa? Déjame entrar.

William estaba intentando abrir la puerta del baño, pero yo me apoyé contra esta para que no pasara.

‒ ¡No! No puedes verme así.

‒ ¡Billie! ¡Por favor!

Me corrí para alcanzar la silla que estaba del otro lado, pero William fue más rápido y abrió la puerta. Me quedé de espaldas a él, no quería que me viera. Su mamá entró al baño.

‒ ¡Dios mío! ¿William que estás haciendo? ¡Llama a emergencias!

Miré de reojo y vi a William parado ahí, estaba tieso, y sus ojos estaban como platos.

Comencé a perder la visión nuevamente, y lo mismo con mi equilibrio. Parecía que Thor me golpeaba en la cabeza con su martillo. De pronto me caí, y William me sostuvo. Perdí el conocimiento. 

BillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora