Cap. 18

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Capítulo 18

Llegó el día más esperado de estos últimos meses, o la noche más esperada: Queen + Adam Lambert. No podía creerlo, me consumían los nervios, la angustia, la ansiedad, las ganas de llegar y encontrar a Brian y a Roger. Obviamente no era lo mismo que haber visto a Queen, con Freddie y también John; lamentablemente no tuve esa bendición, sin embargo, me quedaban Brian y Roger en actividad.

Lamentablemente no podía decir lo mismo con Adam Lambert, no lo soportaba, pero no dejaría que su estrellato y arrogancia me robara lo que más deseaba: escuchar a Brian cantar con esa voz dulce, melodiosa, sinónimo de deidad y a Roger, con su voz áspera y su increíble batería.

La fila para entrar era particularmente extensa, en mi opinión se hizo kilométrica, cuando sólo tenía centímetros, y la espera se hizo larga, parecían horas cuando sólo fueron quince minutos.

Estábamos todos igualmente ansiosos, particularmente yo temblaba, no sé si por la emoción misma de verlos a ellos o porque iba sola que me generaba cierto temor, el estar allí dentro sin conocer a nadie, no sabía cómo iba a ser, nunca había estado en un concierto y aún menos en uno tan enorme como este.

Había fanáticos de todas las edades, desde gente con diez años más que los integrantes del grupo, gente de su edad y habíamos los más jóvenes y pequeños; familias enteras, parejas – particularmente los hombres que llevaban a sus novias no se veían muy a gusto con los comentarios de sus chicas acerca de Brian o Roger.

Banderas, pancartas, gente vestida con remeras que tenían el logo de Queen, algunos estaban disfrazados como Freddie. Era perfecto. El paraíso de cualquier fanático de la extraordinaria banda.

Entré al lugar por fin, luego de tanta espera, caminé hacia la tribuna junto a William y encontramos unos asientos vacíos, pregunté si estaba guardado para alguien y para mi suerte no fue así. La vista desde allí era perfecta. A mis lateral izquierdo se encontraba un chico, más o menos de mi edad con su padre, los dos encantados con el escenario, y a mi derecho otro joven con su madre, igualmente fanáticos y emocionados. La señora de mi  derecha me preguntó hace cuanto escuchaba Queen, y le respondí ‘’desde que tengo memoria’’, ella me comentó que los seguía desde 1975, comenzamos a conversar sobre nuestro amor por Queen. Podías sentir la hermandad ahí mismo, puedo asegurar que no quieres salir de ese lugar tan magnífico, y eso que todavía no había comenzado el concierto.

Llegó la hora y ahí los vi. Un espectáculo de luces, colores, sonidos, gritos. Comenzaron primero apagando las luces, todos gritamos eufóricos, eso significaba que empezaría la mejor noche de mi vida – no me quedaban muchas magníficas noches y era algo que siempre había soñado - , luego el solo de Brian, esa guitarra y forma de tocar eran reconocibles, nadie podría dudar que se trataba de May.

Abrieron el espectáculo de la mejor manera, cantando Now I’m Here. La gente no podía más que gritar y llorar de la emoción, no lloré, pero las mujeres que tenía delante de mí lo hacían, y agitaban sus brazos alocadamente.

En cambio yo, tenía el deseo de saltar en mi asiento y gritarles que los amaba. Canté ese tema con todas mis fuerzas, como si fuese la última vez que los escucharía, no sería la última, pero esa fue la primera y última vez que los vi en vivo. Eran sentimientos contradictorios, una inmensa alegría me calentaba el pecho, y al mismo tiempo me lo congelaba al pensar que nunca más podría disfrutar de nada de esto; pero decidí no pensar en cosas negativas y disfrutar de mi grupo favorito.

Finalizado el primer tema, Brian nos dio la bienvenida, diciendo que éramos un bello país y un buen público; espetó que se emocionaba por nuestro amor por Queen.

No me sentí identificada con lo del país, mi lugar era Inglaterra, me sentí parte de Queen, ellos me recordaban mis orígenes. Sobre todo cada vez que escuchaba ‘’Brighton Rock’’.

Todas las mujeres estaban enloquecidas por su acento británico, no era el más marcado, pero tenía más clase – según ellas – que el norteamericano, a mí particularmente me atraía el acento de Estados Unidos.

Después de eso tocaron varias canciones más que pasaron en el recital de Wembley 1986, cada una de ellas magníficas. Al llegar Love of my life, todos nos emocionamos y lloramos ante el hermoso canto de Bri, y por último él dijo que cantando este tema sentía que Freddie estaba allí junto a él, que realmente no se había ido. Eso me hizo pensar si alguien me recordaría después cuando ya no esté, lo cierto es que sí y me alegré de que así sea.

Cuando finalizó el concierto sentí ganas de llorar, fue lo más magnífico del mundo, no importaba que Freddie no haya cantado sus temas, él siempre estuvo ahí, y más presente aun cuando los chicos – Brian y Roger – contaban anécdotas sobre él, como surgieron sus temas, su relación. Todo inmensamente magnífico e indescriptible, no puedo definir lo que sentí aquella noche. Realmente fue único e inolvidable.

Haber escuchado a Brian y a su Red Special en vivo fue fantástico, escuchar su voz, su emoción, su voz quebrada al hablar de Freddie, Roger igualmente emocionado, tocando su batería; sus risas, sus bromas, sus diálogos, sus propias canciones. El espectáculo de luces, la escenografía, su vestuario. Todo igual a como fue Queen con sus antiguos miembros, los rulos de Brian, su camisa, sus pantalones, sus gestos con la boca, y Roger con su locura por la batería y hacer sonar los platillos, excepto que los años le pasaron factura y estaba un poquito regordete, pero igualmente hermoso, con esos ojos celestes brillantes e incandescentes, su voz. Rufus, su hijo también estaba en el escenario, fue hermoso ver ese sentimiento compartido y hermandad. La hermandad de los fanáticos hacia el mismo grupo que me gustaba, ese amor nos unía.

Quién no lo vivió puede que diga que es una banalidad, y la es, pero es hermosa.

Me sentí realizada, al menos por unas horas, sería uno de los recuerdos más felices de mi vida, gracias a William, y a mis padres, las tres personas que más amo en el mundo.

Todo en la vida tiene un lado bueno y otro malo, y no todo lo malo es absolutamente malo ni lo bueno absolutamente bueno, siempre se puede aprovechar para conseguir algo bueno, o sacar la parte bonita de las situaciones.

BillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora