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Mmm... Huele a hospital... ¿A caso estoy en un hospital? Oh sí por favor... todo menos estar secuestrada...

- Al fin que despiertas.

- ¿Hmmm?

Abro los ojos con dificultad y restriego mis manos sobre estos. Lo primero que diviso son las luces del techo, unas muy tenues que parpadean de vez en cuando. Con dificultad levanto mi cuerpo de lo que parece ser una camilla. Delante mío hay una chica rubia de ojos azules, sentada sobre un sillón cruzada de piernas y brazos.

- ¿Dónde estoy? - frunzo el ceño mientras trato de mover mis piernas, pero estas parecen estar dormidas.

- En un lugar. - espeta la rubia como si nada - No sabía que la dueña de tanta fortuna fuese tan... jóven.

¿Fortuna?

- C-creo que os habéis equivocado de persona... - sonrío algo nerviosa mirando a los lados - Yo no soy ningúna millonaria.

La chica arquea una ceja algo confusa, abre la boca dispuesta a hablar hasta que un portazo en la sala hace que capte la atención de ambas.

- ¡Ha sido un simple error, Noah! A-además, el jefe no se ha enfadado...

Detrás de la puerta, dos chicos aparecen, al parecer en un apuro. Uno de ellos es moreno de ojos azules y bastante alto, la apariencia de un niñito bueno. Y el otro es...

Halaaa... es un dios griego...

- ¡Ella no es la chica que buscábamos! - dice furiso el dios griego. Bueno, o así lo llamaré yo.

- ¿Es cierto? - inquiere la rubia - Ricky, ¿enserio has hecho que nos llevemos a la persona equivocada?

El moreno queda en silencio.

- Eres tonto, pero muy tonto. - sentencia la última en hablar.

Los tres ladrones comienzan a discutir entre ellos, o más bien, discutir contra el chico llamado Ricky. Yo por mi parte estoy aquí, sentada sobre una camilla sin saber qué hacer con mi vida. Si hablar, gritar, o simplemente observar tal escena. Me sorprende que no los hayan capturado la policía.

- Um... Perdonar, tengo que ir al baño, ¿dónde está?

Es que estoy que me meo, porfa.

Los tres paran de golpe su discusión y me miran perplejos, como si lo que he dicho fuese un crimen. El más macizo de todos se acerca a mí y, como anteriormente había echo, me coge como un saco de patatas.

- Oye, ¿pero de qué vas?

- Creo que lo mejor será matarla, así no hay ningún testigo.

- ¡¡Oye, oye!! - espeto alterandome - Podemos negociar las cosas, así que vamos a calmarnos, ¿vale?

- No vamos a negociar nada.

- Sara, cállate mejor, por favor. - dice el ladrón con apariencia más jóven.

- Oye, ha rimado. - digo sonriendo mientras le guiño un ojo, desde la espalda de su amigo.

- Oh, gracias. - ríe mostrando una leve sonrisa.

Hostia, pues funciona.

Mis piernas poco a poco van sintiendo un hormigueo de arriba a abajo, cosa buena, ya que significa que se están despertando. Mis ojos se fijan en la espalda del chico, y para mi suerte, dentro de su pantalón se encuentra una pistola guardada tapada con parte de su camiseta. Esta es mi oportunidad.

Empiezo a patalear de nuevo con todas mis fuerzas, haciendo que el chico gruña molesto y me agarre aún con más fuerza. Pero por suerte, mi pie acaba terminando en la entrepierna de este, haciendo que suelte un gemido de dolor y yo, poder coger su pistola mientras el ladrón cae de rodillas al suelo con una mueca de dolor.

Partners in crimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora