Parte I: Ruidosas Sombras del Pasado (2)

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Capítulo 2: Ocho Llamadas Telefónicas

Royal Woods, Michigan, Diciembre de 2046.

A esa hora, en medio de la biblioteca desierta cobijada bajo el manto de la media noche con la iluminación tenue de una pequeña lámpara de escritorio como única fuente de luz, el jefe de bibliotecarios –más despierto, alerta y osado que nunca– contempló su vieja libreta de contactos, indeciso en si debía tomarla para empezar a buscar o no.

Su mano libre, temblante, se posó encima del encuadernado de piel falsa con descoloridas estampas de Blarney el Dinosaurio y sus dedos se deslizaron hacía los bordes; pero antes, fiel a esa costumbre que lo acompañaba desde niño, Clyde McBride terminó de documentar los acontecimientos del día en su diario.

12/9

Otra muerte. Pero esta vez había algo más, algo que me congelaba la sangre. Una fotografía que no tenía por que estar ahí.

Sucedió en eso de las 5:45 p.m. Yo estaba allí, mezclado entre la gente que se aglomeraba afuera del parque tras una cinta policiaca que impedía el paso.

Me asomé de entre la multitud, y vi a los forenses sacar el cuerpo envuelto en una bolsa para cadáveres. Quise indagar al respecto, pero uno de los oficiales llegó a advertirme que su jefe se pondría furioso si me veía merodeando por ahí.

Desde luego que a mi no me importan en lo más mínimo las represalias. Después de todo, soy un ciudadano preocupado y creo que ocho niños desaparecidos o muertos es motivo para alarmarse. 

Le pregunté que tanto sabía o si alguien había visto algo. No mucho, igual que la ultima vez, respondió.

Quería insistir en preguntar. Esperaba obtener cualquier información útil que pudiera desmentir mis sospechas, pero el jefe de policía me reconoció de entre los presentes y vino a echarme del lugar. Me recordó que ya me había dicho antes que me ocupara de mis propios asuntos.

Sabía que no tenía caso seguir discutiendo, así que me di la vuelta y me fui. Definitivamente algo anda mal aquí en Royal Woods y parece que nadie quiere darse cuenta de ello.

Caminé rumbo hacia mi casa, cuando entonces la encontré tirada al lado de un hidrante y me agaché para recogerla.

En esa vieja fotografía maltratada me vi a mi mismo a los once años junto a un niño de pelo blanco de la misma edad. Los dos usábamos la misma camiseta de color naranja y posábamos abrazados amigablemente levantando los pulgares.

Algo hizo "clic" en mi mente, y fue que pude recordar el nombre del niño con el que salía en esa foto. El nombre de mi mejor amigo de la infancia, un nombre que no volví a oír o siquiera mencionar en todo este tiempo: Lincoln.

Es tiempo de llamar a las chicas. No puedo posponerlo más, pero espero estar equivocado.

≪Dios, como espero estar equivocado≫.

***

Springfield, Illinois.

En una acogedora casa a las afueras de la ciudad, la señora de Santiago terminaba de recoger la mesa en compañía de su marido.

En una acogedora casa a las afueras de la ciudad, la señora de Santiago terminaba de recoger la mesa en compañía de su marido

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