Parte IV: En Vigilias de la Noche (2)

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Capítulo 20: Las Hermanas a las que no invitaron

Royal Woods, Michigan, Diciembre de 2046.

Bien entrada la madrugada, Verónica se detuvo en una pequeña urbanización, que venía a ser la zona de clase media alta del pueblo.

Desde su asiento, Lynn contempló el conjunto de casas limpias y pulcras de igual tamaño, con sus jardines floreados al frente y sus mismos patios con piedrecitas en la parte de atrás.

–Allá –señaló Hank a una al final de la cuadra que aun tenía las luces encendidas, a lo que la mujer de cabello blanco gimió al oírlo hablar. La voz que surgió de su boca era una voz grave y poderosa que daba terror. Era la voz de la luna, la voz del payaso, la voz que había escuchado en sueños provenir de los desagües y las coladeras.

Sólo entonces notó que le faltaba un ojo y casi toda la nariz. Al parecer un animal, tal vez un perro, quizá una rata gorda, se había ensañado con el. En la casa a la que habían entrado persiguiendo a sus hermanas traidoras, había muchas ratas aquella noche.

–Ahora, ve y mátalos a todos –habló el titánico muchacho por ultima vez.

Luego, cuando estiró su manaza para abrirle la puerta, Lynn se apretó toda contra el espaldar de cuero queriendo evitar a toda costa tocarla. Sus tendones hacían ruido, como puertas al girar sobre goznes herrumbrados.

–Gracia...

Pero al volverse Hank había desaparecido y en el asiento del conductor sólo estaba su chaqueta, y una materia viscosa en el pomo de la palanca de cambios.

Lynn miró fija, con el corazón latiéndole dolorosamente en la garganta... y creyó oír que algo se movía en los asientos de atrás, por lo que bajó a toda prisa y estuvo a punto de caer al suelo.

Al retirarse, cuidó de pasar bien lejos de la Ford. Le costaba caminar y cada paso le tiraba del vientre, pero al fin llegó a la acera y de allí se escabulló sigilosamente al jardín trasero de una residencia en cuyo buzón se leía el apellido McBride.

***

Mientras tanto, las otras siete hermanas Loud continuaban con su junta precisamente en la sala de Clyde, quien procedió a encender unos inciensos aromáticos que aseguró podrían servir para aliviar el agobio que con toda razón padecían ellas tras enterarse de la muerte de la segunda más menor.

Al poco rato, regresó de la cocina a servirles también un relajante té de hierbas a cada una.

–Beban, esto ayudará.

–Gracias Clyde –recibió Luna la primera taza. Después, las otras agarraron las demás y fueron dando los primeros sorbos.

–Sabe amargo –comentó Lola tras probar lo que había en la suya.

–¿Qué es? –preguntó Lana luego de hacer exactamente lo mismo que su gemela.

–La memoria es lo esencial –contestó el hombre sin hacer caso a su pregunta–, es la clave, la clave para todo. Eso nos quiere de vuelta, claro que sí, pero no sabe, que yo sé lo que sé.

–¿Y q-que es lo que s-sabes? –indagó al respecto Lori, quien con trabajo siguió alzándose de a poco su bebida. Lucy antes olfateó el contenido de su taza con cierta reserva, pero igual terminó de pasárselo todo de un solo bocado.

–Como destruir a Eso –respondió Clyde captando la total atención de todas–. En serio, de hecho una vez estuvimos a punto de lograrlo, pero no fue suficiente, necesitábamos saber más. He leído todos los libros, he hablado con todas las personas en este maldito lugar, todos los que quisieron contarme y no es una lista muy larga. Pero seguía sin bastar con lo que me dijeron, tenía que saber como inició todo.

Eso es Loud HouseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora