9.- ¿Qué quieres que diga?

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Eran dulces, aunque aún arrastraban el sabor de la cerveza. Levemente húmedos. Se sentían cálidos y suaves al tacto de sus propios labios. De todas aquellas veces en que Jungkook imaginó como sería besar a Taehyung, jamás pensó que la sensación que tendría sería de delicadeza. ¡Él es un hombre por supuesto!, pero es delicado y sutil en su tacto sin llegar a ser frágil. Ahora que sus labios se unían, en pequeños roces sin llegar a abrirse, solo reconociéndose mutuamente, Jungkook pensaba que si cerraba los ojos, no habría diferencia alguna en relación a sus besos anteriores con mujeres. Un beso era un beso. No hay diferencia salvo la que en sí mismo esté dispuesto a darle. Era un beso especial, a esa conclusión llegó, porque es Tae. Ni siquiera porque Tae era un hombre. Solo porque Tae besaba con la misma sutileza con que miraba y hacía volar sus pestañas al fijar la mirada en algo, y se movía con cadencia, curvando su cuerpo levemente a cada paso. Besaba con la misma elegancia y profundidad con que guardaba en su mente todo un universo. Cada roce era una promesa de compartir un poco de aquello que vislumbraba en los labios del menor.

Tae por su parte, llegó a los labios de Jungkook contenido. No quería enardecer al hombre, quería sugerirle, entusiasmarle, provocarle a gestos mayores. Quería que Jungkook descubriese en esa unión una puerta abierta para ambos, una invitación a explorar y adentrarse en su propio mundo. Y así sucedió. Jungkook probó a Tae como un niño pequeño da la primera lamida a una piruleta de caramelo y después da otra y otra y otra, hasta que la acaba y quiere más. Y lo que empezó apenas en roces, fue ganando terreno y confianza y ambos fueron a por más. Podría haber llegado el alba con ellos probándose mutuamente. Los labios, las lenguas, la saliva, el rostro, el cuello, las orejas... todo aquello que estaba a su alcance sin ser cubierto por ropas, como si tuviesen mutuamente miedo a que esos sabores y sensaciones que descubrían desaparecieran de improviso.

Los abrazos, los besos, las caricias, les llevaron al umbral de la puerta de casa porque su libido había crecido descomunalmente y ambos entendían la necesidad urgente de piel. La necesidad de ser uno. Elevada al máximo la pasión, sus cuerpos deambulaban frenéticamente entre abrazos y besos, buscando un segundo de cordura en el que uno de ellos se separase del otro para abrir la puerta, pero al más mínimo movimiento que les distanciara ahí estaban nuevamente abrazándose y besándose con algo parecido a la locura. Sus cuerpos golpeaban la pared, la puerta, el vitral al costado de esta, haciendo una especie de semicírculo de un lado al otro y vuelta a empezar. El cuerpo de Tae había sido elevado hasta las caderas de Jungkook y se abrazaba a él con sus piernas y brazos al cuello, enredando sus manos entre la nuca y el cabello del moreno y se dejaba empotrar contra una esquina dejando sus bocas volar la una en la otra con desatada pasión, cuando la puerta se abrió y cuatro ojos asombrados les miraron aturdidos.

Estaban tan ocupados en su quehacer que no escucharon el sonido de la puerta y tampoco fueron conscientes del espectáculo que estaban dando, hasta que Tae entre gemidos quedos, abrió los ojos... inmensos, tragó saliva e intentó inmediatamente incorporarse, pero Jungkook seguía comiendo el cuello de Tae y no quería dejarlo, así es que gruñó con la distancia, hasta que Tae le dijo al oído que tenían espectadores. Entonces sí, rompió el abrazo suavemente y al ser consiente de los ojos que les miraban, hundió su rostro nuevamente en el cuello de Tae, suspirando profundamente.

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