Una lágrima

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Ellos ya estaban en un punto sin retorno, o al menos ella lo suponía. Él, al igual que a todos sus acontecimientos, llegaba tarde. Jamás se caracterizó por su lucidez, por el contrario, casi es la razón por la que no se conocerían. Sin embargo ella había visto algo distinto en el, algo que no se veía en la persona, era como verlo en el aura, ver detrás de sus ojos. Sonreír de pensarlo.
¿Qué se sentiría no verse más? Nunca más ver su rostro, nunca más oler su aroma, nunca más amar sin olvidar su presencia.
Ella esperaba apurar el tiempo, creía que pasando, pasando por pasar los días olvidaría todo. Sería mejor si el dolor disminuía, si sus sueños no se recordaban, si el dormir solo bastara con cerrar los ojos. Pobre de su ignorancia, su desconocimiento del dolor, ¡que ilusa de pensarlo! Lo único que ayudaría sería remplazar, pero no es lo que ella quería.

Por fin lo diviso a él sonriente, como siempre, por cruzar la calle. Mientras el semáforo cambiaba ella llamó al mozo y ordenó algo e inmediatamente lo abonó. El al llegar a la mesa encontró una sentencia y un café, más precisamente lagrima.

Historias de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora