Prólogo

2.8K 149 5
                                    

     Los ojos de la mujer se abrieron levemente, encontrándose con un manto gris. En cuanto sintió algo húmedo caer en su mejilla, dedujo que lo que veía eran las nubes anunciando tormenta. Lentamente, la mujer de cabellos dorados se incorporó, buscando algo a su alrededor. Se encontraba en un bosque, a su lado una escoba rota y una varita.Se levantó con cuidado, gimiendo de dolor, y recogiendo su varita.

"Oriéntame"

     Llegó a las puertas de un gran castillo tras seguir las indicaciones de su varita, y entró en él como si fuera su propia casa. Recorriendo numerosos pasillos y escaleras que ya conocía de memoria llegó rápidamente a su destino. No le había costado mucho, era 30 de diciembre y la mayoría de alumnos se encontraban en sus casas, los que permanecían en el castillo se limitaban a dirigirle una mirada curiosa. Una peculiar gárgola de piedra se interponía entre ella y la persona a quién buscaba. Justo antes de siquiera hacer algo, la gárgola se abrió, dejando ver a un hombre alto, cuyos cabellos rojizos comenzaban a tornarse blancos, con unos ojos azules escondidos tras unas gafas de medialuna.

— Albus Dumbledore —saludó la mujer.
— Martine Welleger —contestó el hombre— . Lamento lo de su marido, una muerte muy trágica.
— Justo antes de la boda, sí —siguió la rubia, ignorando el nudo que se había formado en su garganta— . Por eso mismo mi apellido quedará como Allistwood, profesor. Aunque no es solo por eso.
El mago se limitó a examinarla para posteriormente responder— Pase.

La bruja se dejó guiar por las escaleras hasta llegar a ese despacho que ella conocía como si fuera su segunda casa. Aunque no con las pertenencias de Albus Dumbledore en él. Se sentó nerviosamente en uno de los sillones, frente a su anterior profesor de transformaciones. Un escritorio con un pequeño cuenco de lo que parecían caramelos de limón los separaba. Sin pedir permiso, la joven tomó un caramelo y guardó el envoltorio en uno de los bolsillos de su túnica. El actual director solo la observaba en silencio, esperando a que le explicara el motivo de su presencia.

— Veo que sigue con los mismos gustos en dulces, profesor.
— Srta. Allistwood, ¿a qué ha venido?
La rubia suspiró y posteriormente clavó sus ojos azules en los del anciano. Azul contra azul. Preguntándose si realmente debería haber acudido a él.
— Profesor,sé que usted y yo nunca nos hemos llevado del todo bien —hizo una pausa, esperando que el otro dijera algo. Al ver que continuaba en silencio, prosiguió— , pero también sé que usted es, probablemente, el mejor mago que ha habido en mucho tiempo. No podría contarle esto a nadie más, y confío en que esta conversación no saldrá de aquí— Dumbledore le dedicó un leve movimiento de cabeza, confirmando sus palabras, esperando a que continuara— . Ultimamente he tenido visiones, pero no son como las de siempre. Usualmente mis visiones han sido cortas, sin importancia y de un futuro inminente, pero estas últimas semanas no he dejado de ver sucesos horribles que parecen pertenecer a un futuro más lejano, pero próximo. No quiero que piense que he venido aquí a contarle mis problemas como si fuera una adolescente, creo que esto es serio. Muy serio. Se avecinan tiempos oscuros Dumbledore, tanto o más que los de Grindewald.
Sin esperar una respuesta, la joven deslizó un papel por el escritorio. El mago lo tomó y procedió a leerlo. Al acabar, su ceño fruncido y sus ojos entrecerrados delataban su preocupación.
— ¿De dónde has sacado esta profecía? —preguntó tras volver a leer el papel.
— Estaba en casa de una conocida, entré en trance y ella la escribió por mi. Luego se le escapó frente a algunas personas que yo había augurado una profecía, por suerte no tiene buena memoria y se le olvidó lo que decía ésta. Por eso no he venido con polvos flu, me están buscando, Dumbledore.
— ¿Conocen tu nombre o saben tu ubicación? —exigió el mago.
— El apellido Allistwood no lo conocen, también tenía pensado retirarme unos meses a europa y volver alrededor de marzo.
— Es por tu hijo, ¿no? —dijo, preocupado por la situación de su antigua mejor alumna— ¿Como se llamará?
— Ellert —contestó Martine con una triste sonrisa— ; Ellert Lean Allistwood, el apellido Welleger no es seguro.
— Un nombre precioso, Hogwarts estará encantado de darle la bienvenida.
El silencio reinó en la habitación, no uno incómodo, sino uno cálido y reconfortante, que hacía que Martine se sintiera, de nuevo, en casa. Con una expresión nostálgica la mujer conectó los ojos con los del mago, con una mirada agradecida, que luego se tornó triste.
— Profesor —lo llamó— , usted también sabe a quien se refiere la profecía, ¿verdad? —el silencio y el arrepentimiento que emitían sus ojos, tras los cristales de sus gafas, eran respuesta suficiente— . Mañana es su cumpleaños —mencionó, entendiendo el sufrimiento de su acompañante, y sintiendo su mismo dolor— , mañana es el cumpleaños de Tom.

     Sin despedirse ni limpiarse las lágrimas que recorrían libres sus mejillas, la rubia se dio la vuelta y salió del castillo, dirigiéndose a Hogsmade. Al llegar al límite de los terrenos, miró una última vez aquel impresionante edificio que fue su segundo hogar durante 7 años. Tenía el presentimiento de que esa sería la ultima vez que lo vería, y no se equivocaba.

Adelya y la piedra filosofal - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora