Vuelta a casa
— ¿Dónde demonios está Delya? —preguntó exasperado Ron.
— No lo sé —contestó Hermione preocupada— ¿Y si le ha pasado algo?
— En cualquier caso —dijo Harry—, no podemos seguir esperándola. Ya es la hora.
— Será mejor que vayas a buscar la capa —murmuró Ron, mientras Lee Jordan finalmente se iba, bostezando y desperezándose.
Harry regresó a la sala común con la capa de invisibilidad y la flauta que le había regalado Hagrid por Navidad, perfecta para utilizarla con Fluffy.
— Es mejor que nos pongamos la capa aquí y nos aseguremos de que nos cubra a los tres... si Filch descubre a uno de nuestros pies andando solo por ahí...
— ¿Qué vais a hacer? —dijo una voz desde un rincón.
— Nada, Neville, nada —dijo Harry escondiendo la capa detrás de la espalda.
— Vais a salir de nuevo —dijo.
— No, no, no —aseguró Hermione—. No, no haremos nada. ¿Por qué no te vas a la cama Neville?
— No podéis iros —insistió Neville—, os volverán a atrapar. Gryffindor tendrá más problemas.
— Tú no lo entiendes —dijo Harry—. Esto es importante.
— No dejaré que lo hagáis—corrió a ponerse frente al agujero del retrato—. ¡Voy... voy a pelear con vosotros!
— ¡Neville! —estalló Ron— ¡Apártate de ese agujero y no seas idiota!
— ¡No me llames idiota! —dijo Neville— ¡No me parece bien que sigáis faltando a las reglas! ¡Y tú fuiste el que me dijo que hiciera frente a la gente!
— Sí, pero no a nosotros —dijo irritado Ron—. Neville, no sabes lo que estás haciendo.
— ¡Ven entonces, intenta pegarme! —dijo Neville, levantando los puños— ¡Estoy listo!
En ese momento, Harry deseó con todas sus fuerzas que Adelya estuviese allí. De ser así, seguro que su amiga ya habría convencido a Neville de que se apartase. O ya le habría lanzado algún hechizo, cualquiera de las dos opciones era posible.
Harry se volvió hacia Hermione.
— Haz algo —dijo desesperado.
Hermione dio un paso adelante.
— Neville —dijo—, de verdad, siento mucho, mucho, esto.
Levantó la varita.
— ¡Petrificus totalus! —gritó señalando a Neville.
Los brazos de Neville se pegaron a su cuerpo. Sus piernas se juntaron. Todo el cuerpo se le puso rígido, se balanceó y luego cayó boca abajo, rígido como un tronco.
Hermione corrió a darle la vuelta. Neville tenía la mandíbula rígida y no podía hablar. Sólo sus ojos se movían, mirándolos horrorizado.
— ¿Qué le has hecho? —susurró Harry.
— Es la Inmovilización Total —dijo Hermione angustiada—. Oh, Neville, lo siento tanto...
— Lo comprenderás después, Neville —dijo Ron mientras se alejaban para cubrirse con la capa invisible.***
Por desgracia, Neville no fue el único contratiempo que tuvieron para llegar a la Piedra.
Primero se encontraron con Peeves, al que esquivaron fácilmente haciéndose pasar por el Barón Sanguinario.
Fluffy tampoco les planteó tanta dificultudad, se limitaron a entonar una melodía con la flauta y a saltar por la trampilla de uno en uno.
La siguiente prueba no la habrían superado de no ser por los conocimientos de Herbología de Hermione. Enviando con su varita unas llamas azules consiguió que el Lazo del Diablo los dejara libres.
Por suerte tenían consigo al buscador más joven del último siglo, porque si no, la tercera prueba les habría tomado mucho más tiempo.
A continuación llegaron a un enorme tablero de ajedrez. Cada uno tomó el lugar de una pieza y, bajo el liderazgo de Ron —el mejor jugador de ajedrez de los tres—, consiguieron el jaque mate, a costa del sacrificio del pelirrojo, quien quedó inconsciente en el suelo.
Después de pasar por una habitación con un trol muerto, Harry y Hermione llegaron a la prueba de Snape. Se trataba de un acertijo, escrito en un rollo de pergamino, que les indicaba qué botella (de las siete que había) les dejaría avanzar o retroceder atravesando el fuego negro y púrpura respectivamente (el cual había aparecido en cuanto los dos entraron en la habitación).
Hermione leyó el papel varias veces. Luego paseó de un lado al otro de la fila de botellas, murmurando y señalándolas. Al fin, se golpeó las manos.
— Lo tengo —dijo—. La más pequeña nos llevará por el fuego negro, hacia la Piedra.
— Aquí hay sólo para uno de nosotros —dijo Harry—. No hay más que un trago.
Se miraron.
— ¿Cuál nos hará volver por entre las llamas púrpura?
Hermione señaló una botella redonda del extremo derecho de la fila.
— Tú bebe de ésa —dijo Harry—. Vuelve, busca a Ron y coge las escobas del cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podréis salir por la trampilla sin que os vea Fluffy. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore, lo necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo.
— Pero Harry... ¿Y si Quién-tú-sabes está con él?
— Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no? —dijo Harry señalando su cicatriz—. Puede ser que la tenga de nuevo.
Los labios de Hermione temblaron, y de pronto se lanzó sobre Harry y lo abrazó.
— ¡Hermione!
— Harry... Eres un gran mago, ya lo sabes.
— No soy tan bueno como tú —contestó muy incómodo mientras ella lo soltaba.
— ¡Yo! —exclamó Hermione— ¡Libros e inteligencia! Hay cosas mucho más importantes, amistad y valentía y... ¡Oh, Harry, ten cuidado!
— Bebe primero —dijo Harry—. Estás segura de cuál es cuál, ¿no?
— Totalmente —dijo Hermione. Se tomó de un trago el contenido de la botellita redondeada y se estremeció.
— No es veneno, ¿verdad? —dijo Harry con voz anhelante.
— No... pero parece hielo.
— Rápido, vete antes de que se termine el efecto.
— Buena suerte... ten cuidado...
— ¡VETE!
Hermione giró en redondo y pasó directamente a través del fuego púrpura.
Harry respiró profundamente y cogió la más pequeña de las botellas. Se enfrentó a las llamas negras.
— Allá voy —se dijo, y se bebió el contenido de un trago.
Realmente era como si tragara hielo. Dejó la botella y fue hacia delante. Se dio ánimo al ver que las llamas negras lamían su cuerpo pero no lo quemaban. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego se encontró al otro lado, en la última habitación.
Ya había alguien allí. Pero no era Snape. Y tampoco era Voldemort.
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Adelya y la piedra filosofal - Harry Potter
Fiksi Penggemar-¡Allistwood, Adelya! El segundo nombre de la lista fue mencionado, y la nombrada no pudo hacer otra cosa aparte de maldecir a su apellido en su cabeza. Sentía todos los ojos del comedor puestos en ella. Rápidamente llegó al taburete donde la profes...