Capítulo 4

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Sustos que dan gusto

Para poder encontrar a Trevor (el sapo de Neville) más rápidamente, Adelya sugirió que ella se encargaría de los compartimentos de la derecha mientras que Hermione y Neville buscarían en los de la izquierda. La rubia fue preguntando de compartimento en compartimento, pero el sapo no aparecía. A Adelya no le importó, así podía tener una pequeña idea de cómo serían sus compañeros. Hubo varios que parecían simpáticos, pero ninguna persona captó especialmente la atención de la chica.

—Yo ya he acabado en este vagón, me adelanto al siguiente —le avisó a Hermione.
— Está bien, a nosotros nos quedan dos compartimentos más aquí.

Adelya asintió con la cabeza y entró al próximo vagón. Preguntó en el primer compartimento de la derecha, en el que había un chico y una chica acurrucados. La pareja solo la miró mal para, posteriormente, gritarle que se marchara. Adelya les fulminó con la mirada. Se dio la vuelta y salió dando un portazo. Se acercó al segundo compartimento y llamó a la puerta antes de entrar. A diferencia de Hermione y Neville, ella tenia un poco más de educación. El compartimento estaba desocupado, por lo que Adelya simplemente buscó por debajo de los asientos. Tras comprobar que el sapo no se encontraba allí se dirigió al tercer compartimento del vagón. Llamó a la puerta y la abrió. Grave error. En el momento en el que la puerta quedo abierta, Adelya pudo ver una mancha negra y borrosa colocarse en su pie. Miró hacia abajo, queriendo saber de qué se trataba. Era una araña, grande, negra y peluda. La chica se quedó muda un segundo, pensando su siguiente movimiento. Parecía una tarántula, simplemente sacudiría un poco el pie para que se fuera y listo. O eso creía ella. La araña tenía otros planes.

Antes de que Adelya se diera cuenta, la araña empezó a subir por su pierna. La joven podía sentir sus pequeñas patitas ascendiendo, y eso provocó el caos. Primero fue el grito. Adelya pegó un chillido tan fuerte que cualquiera que la hubiera escuchado pensaría que se trataba de una Banshee. Lo segundo fue la reacción. La chica comenzó a sacudirse y a dar botes con la esperanza de que el "pequeño" insecto cayera al suelo. Y funcionó. Lo tercero fue el hechizo. No contenta con haberla atacado una vez, la araña se lanzó contra su pierna de nuevo. Pero ella ya estaba preparada y lanzó el primer hechizo que recordó. Menos mal que se había mirado el libro de encantamientos durante el verano.

— ¡Wingardium Leviosa! —exclamó, a la vez que realizaba el movimiento de varita necesario. Al lanzar el hechizo la chica se sorprendió, no esperaba conseguirlo a la primera. Pero ahí estaba la prueba. La araña flotaba en mitad del pasillo. Adelya suspiró con alivio y giró la cabeza para ver a los integrantes del compartimento. Eran tres. A ambos lados se encontraban dos chicos altos y pelirrojos llenos de pecas. Eran idénticos, por lo que debían de ser gemelos. Entre ellos había otro chico. Este era de tez oscura y llevaba su pelo negro peinado con rastas. Los tres tenían la boca abierta y una expresión de asombro.

— ¿De quién es el bicho? —espetó Adelya con furia. Los chicos solo se miraron entre ellos para después volver a mirar a Adelya y luego a la tarántula. La chica se dispuso a preguntar de nuevo pero fue interrumpida por las carcajadas de los magos. Los gemelos se revolcaban por el suelo mientras que el chico de las rastas golpeaba la puerta y se sujetaba el estómago. Adelya se sonrojó, realmente debía de haberse visto patética chillando y dando botes por culpa de la tarántula. Luego empezó a reírse con ellos, su risa era contagiosa.
— Es mía —dijo el de las rastas, cuando todos acabaron de reírse. Cogió a su mascota con cuidado y la dejó dentro de una caja. Adelya guardó su varita en el bolsillo.
— Oye, eres graciosa. Creo que... —empezó el gemelo de la izquierda.
— ...podríamos llevarnos bien. Somos Fred... —continuó en de la derecha.
— ...y George Weasley —volvió a hablar el de la izquierda.
— Y yo soy Lee Jordan —dijo el dueño de la tarántula.
— Encantados —acabaron los tres, con una reverencia que llegaba hasta el suelo. Adelya soltó una risilla.
— Oye, sois graciosos. Creo que podríamos llevarnos bien. Soy Adelya Allistwood, encantada —se presentó la rubia, utilizando las mismas palabras que los muchachos.
— Está bien, entonces tú serás Dely, nosotros somos Gred y Feorge y Lee se queda igual porque no es tan importante como para ponerle un apodo —estableció el gemelo de la izquierda, es decir, George.
— ¡Eh! —protestó Lee.
— Tranquilo amigo, todo saldrá bien, no llores —bromeó Fred, poniendo una mano sobre su hombro. Lee la apartó de un manotazo y les enseñó el dedo de en medio. Adelya rió. Escuchó la voz de Hermione y Neville, que ya habían llegado al vagón.
— Por cierto, ¿no habéis visto por aquí un sapo?
— Cualquier sapo que haya pasado por aquí ha sido devorado por la tarántula de Lee —opinó Fred.
— Puffy no come sapos —estableció Lee.
— Tiene el tamaño para hacerlo —señaló George.
— ¿Puffy? —se burló Adelya— ¿Quién llama a una tarántula gigante Puffy? —Lee pegó un pequeño chillido y se llevó la mano al pecho, ofendido.
— No escuches a esa mujer sin sentimientos, amor mío —le susurró a la caja en la que estaba Puffy. Adelya lo miró divertida.
— Bueno, si no habéis visto al sapo, me retiro. Tengo que seguir buscándolo.
— Ha sido una espléndida invitada señorita Allistwood... —dijo Fred.
— ...esperamos que haya disfrutado de nuestra compañía tanto como nosotros hemos disfrutado de la suya —siguió George. Adelya volvió a reír.
— A sido un maravilloso placer, señoritos Weasley, señorito Jordan. Hasta nuestro próximo encuentro —se despidió Adelya. Esos chicos le habían devuelto el buen humor.

Adelya y la piedra filosofal - Harry PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora