Capítulo XI

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Vladimir tiene una especie de sentimientos encontrados, se siente feliz sin duda alguna, lo mejor de todo es que ya no siente la necesidad ni tiene ganas de pelearse con el vodka hasta que ese le dejé en K.O. pero por otra parte se siente triste, el continuar así con Jade lo deprime, le pone triste darse cuenta de que aún falta mucho para que ella se recupere.

El día es bastante soleado, a pesar de estar en otoño, las nubes deberían de estarlo cubriendo todo sin dejar que los rayos del sol calienten la ciudad.

Jade sigue reposando en su cama y Vladimir está al lado suyo, sentado en un sillón, parece una especie de Rottweiler cuidando a su amo.

En teoría lo era, Jade es dueña de Vladimir, a pesar de que el siempre fue catalogado como una fiera, una persona dura y con un carácter demasiado sobrio y espartano no fue suficiente, una bestia deja de ser una bestia cuando encuentra domador y le ocurrió exactamente lo que a Adam, con una mujer le bastó para que se pudiese amansar.

Sin embargo eso fue algo positivo en su vida, lo ayudo a mejorar en todo sentido, entrenaba cada vez más duro y ganaba sus peleas con mayor facilidad, el amor que recibía de Jade lo transformaba en alguien imparable, el amor es una especie de milagro, logra transformar las cosas, crea metamorfosis en las personas y consigue crear escenarios, situaciones y emociones dónde en circunstancias normales no las hubieran.

— ¿Sabes cómo está Dominic? – dijo Jade rompiendo el silencio que había dentro de la habitación.
— Supongo que bien, está trabajando y creo que aún estudia – respondió Vladimir, sostenía un periódico en sus manos, era lo más que llegaba a leer.
— Tenemos que hablar con él.
— ¿Sobre qué?
— Sabes bien a qué me refiero.
— Jade, por favor, dejemos eso en el pasado.
— Creo que merece una explicación, además no quiero que continúen peleándose u odiándose, son padre e hijo, deberían amarse mutuamente.
— Sabes bien que yo no puedo amar a ese pedazo de…
— ¡Cállate! No lo digas.
— Perdón – se levantó del sillón – pero no quiero verlo, no soporto verlo.
— Vladimir – extendió su mano, el la sujeto con fuerza, la suavidad de su palma le causa tranquilidad – hazlo por mí.

Antes de que gesticulara alguna palabra la puerta del cuarto se abrió, entro el doctor Téllez acompañado de una mujer, parecía tener no más de 30 años, vestía con una gabardina larga de color verde y un pantalón negro acompañado de unos zapatos que hacían juego con la gabardina.

— Jade, ¿Cómo se siente? – preguntó sonriente.
— Mejor doctor, gracias, ¿Y usted?
— Amanecí de forma regular, casi no dormí por atender a un paciente que sufrió un ataque horrible, por poco y muere, pero lo que me alegro el día fue esta mujer – miró a su acompañante.
— ¿Ella quién es? – preguntó Vladimir.
Vladimir la miró con curiosidad, nunca la había visto, aunque en cierto modo se le hacía familiar.
— Mi nombre es Carolina, mucho gusto – extendió su mano saludando a Vladimir y después se acercó a Jade, le besó en la mejilla – me enteré de tu caso y he decidido ayudarte.
— ¿Cómo te enteraste?
— Eso es lo de menos, lo importante es que he decidido pagar tú tratamiento, se qué tal vez no tengan los recursos para pagar el tratamiento que necesitas.

Todos se quedaron callados en la habitación, no había nada que hiciera ruido salvo el monitor cardiaco y la respiración de todos allí, Jade sonrió.

— Supongo que es un si, ¿Dónde realizó el pago?

En otra habitación del mismo hospital estaba Óscar, sentía que todo su torso le dolía, le costaba trabajo respirar y un intenso ardor en su estómago le mantenía despierto, había tenido 2 operaciones para intentar salvar su vida, al parecer fue un milagro haber sobrevivido a semejante ataque pues perdió mucha sangre y no solo eso, prácticamente le habían destrozado sus viseras.

Un Desencanto EncantadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora