Capítulo I

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El día es totalmente soleado, es domingo y ambos están dando el típico paseo dominical, los rayos del sol están haciendo efecto en sus cuerpos, el sudor se hace presente y sus helados se están derritiendo.

— Estúpido sol - dice mientras mira hacia arriba.

— ¿Por qué no te gusta? - pregunta Marlen, busca su mirada.

— Porque... te hace sudar, es molesto y porque si - le mira a los ojos, dulcemente.

— Ese si que es un gran argumento.

— ¿sabes que si me gusta?

— Los libros, el helado, las cosas picantes, la comida italiana, cocinar, los libros, dormir, aprender cosas nuevas, jugar al Halo ese... ah y casi lo olvido te gustan los libros.

— Mmmm casi, pero también me gusta tu mirada, tu sonrisa, tu voz meliflua, tus besos - se acerca a sus labios y le da un beso de esquimal - tu compañía... en resumidas palabras: me gustas tú y solo tú.

Marlen se sonrojo, siempre lo hacía cuando la boca de Dominic le decía palabras bonitas, bueno en realidad no eran palabras bonitas, eran verdades, verdades ciertas, para Dominic no había sonrisa más bonita que la de Marlen.

El parque es tipo colonial, árboles muy grandes y frondosos que a pesar de sus múltiples hojas no conseguían hacer una sombra lo suficientemente grande para cubrirlos a ambos, después de una corta pero calurosa búsqueda encuentran una banca con sombra.

— ¡Al fin! Sombra.

— Jajajaja a veces eres un poco exagerado.

— Mmm si y no.

— Lo sé, a veces todo te da igual o a veces todo te importa.

— Ahora mismo me importa no ponerme más negro de lo que ya estoy.

— ¿Pero que dices? si no estás negro, estás moreno, color canelita.

Ambos se miraron y comenzaron a reírse, siempre lo hacían, un año y medio de relación y no podían dejarse mucho tiempo, tenían que estar juntos.

— Genial, ahora me llamaré Canelita y no Dominic - dijo entre risas.

— ¡Mi! ¡Mi Canelita!

— Únicamente tuya.

Se besaron y el sabor de sus helados se mezcló en sus bocas, para cualquiera hubiera sido desagradable pero a ellos no les importaba, solo querían besarse y que esa felicidad ocasionada por sus besos jamás terminara.

— Oye... - dijo Marlen mientras se apartaba un poco seria.

— ¿qué pasa?

— Perdón que lo diga tan de repente pero ¿Cómo está tu madre?

La sonrisa de Dominic quedó hecha ceniza y de ella emanó una mueca seria y triste.

— ¿Tu suegra? - dijo en un intento vano por sonreír nuevamente - creo que sigue igual.

— ¿Y que dicen los médicos?

— La misma mierda de siempre.

— Venga - le tomó del hombro - va a estar bien.

- Lo sé.

La miró esperando encontrar algo de paz en sus ojos, la encontró pero no fue suficiente para calmar la angustia que abrumada su corazón, su madre está enferma de cáncer en los huesos, está a nada de hacer una metástasis y matarla, se mantiene en un vaivén entre la agonía y la lucha por sobrevivir, Dominic lo sabía.

Un Desencanto EncantadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora