Estas son las palabras de un loco para los cuerdos, yo tengo un problema, yo Eustace Candleman tengo un problema que los psicólogos conocemos como "agorafobia", técnicamente consiste en ataques de ansiedad y miedo ante situaciones embarazosas inevitables, esto nos impide socializar por miedo a hacer el ridículo y pues, algo tan común como salir a la calle es un calvario para nosotros. Así que durante años me encerré en mi casa, lugar donde me sentía a salvo, teniendo a la mano mis medicamentos y lo que me hacía sentir tranquilo: mi televisor, la computadora, mis juegos y sobre todo lo que más feliz me hacía en el mundo, mi madre.
Nunca me interesó tener amigos o pareja, pensaba que no me entenderían, o simplemente no se adaptarían a mi situación y me rechazarían, además tenía muchos amigos a través de internet. Cada vez que alguien me invitaba a salir, les inventaba una excusa, trabajo, hacer diligencias... el caso es que siempre lograba zafarme de salir de casa.
En cuanto al trabajo, no me era problema ya que era psicólogo y tenía la facilidad de que mis pacientes venían a mi casa, cuestiones del banco y otros problemas cotidianos los resolvía a través de internet. Las compras las realizaba mi madre, una mujer para entonces mayor y de frágil salud, pero con una fuerza y un amor increíble para una persona de su edad.
Mi problema yacía en que desde pequeño oía y veía las noticias, toda la destrucción, la inseguridad, contaminación y enfermedades que había por allí. Pero no fue hasta un día en que tenía aproximadamente unos once años cuando salí con mi padre a dar una vuelta por la ciudad. Me solté de su mano para ver la vitrina de una tienda de juguetes, al darme cuenta, mi padre había cruzado la calle y sólo al llegar al otro lado fue que se dio cuenta que yo no estaba. Preocupado miró en todas direcciones y esbozó una sonrisa al verme arrugar la cara a punto de llorar. Del otro lado, mi padre como todo buen ciudadano esperó a que la luz del semáforo cambiara a rojo. Después de dicha situación, siendo el único peatón, cruzó la calle despacio y sin apuros; ya casi pudiendo sentir la cálida presencia de mi padre a mi lado sonriéndome mientras decía "no me vuelvas a dar un susto así" observé con terror, dejando salir mis lagrimas, que a mitad de camino un carro lo atropelló, pareció eterna la imagen de mi padre alzándose por los aires como un muñeco de trapo, como si sus ochenta kilogramos se hubiesen reducido al peso de una mota de algodón, mi padre calló y yo simplemente me quedé pasmado observando su cuerpo mirándome desde un charco de sangre.
No lo superé, jamás podré superarlo. Aun siendo adulto me despierto en la madrugada con lágrimas en los ojos, tras haber recordado como sus ojos azules me seguían viendo después de muerto, ese día comenzó mi agorafobia, mi miedo al mundo. ¿Cómo es posible que un hombre tan sano, tan amable, tan bueno como mi padre haya muerto de esa forma?, atropellado como si fuese un perro.
Para mi terror, un día tuve que salir de casa. No sólo salir, sino salir corriendo, la única persona por la que saldría de casa, mi madre, se quejaba de dolores muy intensos, fue horrible. No paraba de gritar. Sin remedio alguno tuve que llevarla rápidamente al hospital, digo yo que fue por efecto de la adrenalina, que no fue sino hasta llegar al hospital, con mi madre en una camilla, que me di cuenta que estaba fuera de casa, fuera de mi zona segura. Empezó con una sudoración, luego las pupilas se me dilataron y empecé a hiperventilar, al no querer dejar sola a mi madre, la comencé a sacudir y gritarle que despertara, que necesitaba irme. Los doctores me agarraron tratando de detenerme. A más de uno golpee, y al ver a uno acercándose a mí con una jeringa, que supuse era un sedante, se lo arrebaté y se lo inyecté. Salí corriendo del lugar rumbo a mi cálido hogar.
Al día siguiente unos policías fueron a mi casa arrestándome por asesinar a un doctor inyectándole aire en una vía sanguínea, conducta inadecuada en un hospital, violencia hacia un paciente, causando su muerte y huir de la escena.
Obviamente salí culpable, pero no está tan mal, encontré otro lugar, aparte de mi hogar, que es muy cómodo y donde me siento seguro. Me vigilan día y noche y me sirven la comida todos los días, no tan buena como la de mi querida madre, pero al menos me atienden y están atentos de mí. A pesar de que esta vez estoy literalmente encerrado, me siento lleno de paz.
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Encerrado
Gizem / GerilimEl hogar es nuestro templo, pero qué pasa cuando nos acostrumbramos demasiado a él?