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-¿Cenamos? -me preguntó Skylar.

-Vale, ¿que vamos a cenar?

-Esperaba que tú tuvieras la respuesta a esa pregunta -contestó.

-Podemos comer una ensalada.

-También podemos comer pizza...

-Cenamos pizza ayer.

-Vale...¿y qué tal hamburguesas?

-No puedes comer siempre comida basura.

-¿Por qué no?

-Porque es muy malo para tu salud.

-¿A quién le importa mi salud? ¡Tengo hambre!

-A mi me importa, así que vamos a comer ensalada. -me levanté del sofá, la cogí de la mano y la arrastré hasta la cocina. Abrí la nevera y saqué todo lo que creí necesario- ¿Qué quieres en tu ensalada? Y no vale decir comida basura. -La apunté con el dedo- Y tampoco nada que este rebozado.

-¿Es que quieres que me muera de hambre?

-Muy bien, tu lo has querido, escogeré yo los ingredientes -cogí una manzana del bol lleno de fruta de la encimera y se la dí- Pela la manzana y córtala en dados.

-¿Una manzana en una ensalada?

-¿Prefieres que sea brócoli?

-Me quedo con la manzana.

-Eres como una niña pequeña.

-Con que, según tú, soy una dramática y una infantil. Y para rematarlo no tienes confianza en mi para conducir el coche de tu madre, pero si para insultarme a diestro y siniestro.

-¡Yo no te insulto a diestro y siniestro! Solo lo he hecho 2 veces; una para decirte que eres muy dramática y otra para decirte que eres infantil. Además, ninguna de las dos cosas iba como insulto. -ella se limitó a cortar la manzana en silencio- Sky...Venga no te enfades -le puse mis ojos de cachorrito- Venga Sky... Sabes que no iba a malas... No era mi intención hacerte daño y lo siento si he podido herir tus sentimientos. Por favor, Sky... Dime algo... -decidí abrazarla por la espalda, para ver si reaccionaba, no porque quisiera hacerlo ni nada parecido, ni que estuviese enamorada de ella... Mejor me callo.

-¡Oh! -dijo sorprendida.

-¿Estás enfadada conmigo? -dije todavía abrazada a ella.

-No. -Se giró para estar cara a cara- Se que eres demasiado buena para herir los sentimientos de alguien a propósito -nos quedamos mirando unos segundos, mientras ella se mordía el labio y mis ojos iban de sus ojos a sus labios.

-Voy... Voy a poner la lechuga en remojo...

-Claro, sí, vale. Yo contaré cuantas olivas hay en el bote de olivas...

De repente el ambiente se volvió incómodo, y como no, con la tensión sexual que nos rodeaba.

Puse la lechuga en un bol y lo llene de agua. Lo dejé en la encimera, y me puse a pensar en la primera vez que la vi, en la primera vez que hablé con ella y en la primera vez que bailé con ella. 

También recordé cuando nos pusimos a bailar pegadas aquella misma tarde y en lo que acababa de pasar minutos atrás. Me pregunté a mí misma cuánto más podría aguantar mis ganas de besarla. ¿La respuesta? 2 segundos:

-A la mierda -ella se giró para ver qué pasaba, yo me acerqué a ella y la besé. Le puse mi mano en su mejilla y ella en mi cintura para acercarme.

Me cogió de los muslos, me sentó en la encimera y volvió a poner sus manos en mi cintura, haciendo que nuestros torsos se pegaran como si de pegamento se tratara:

-Se te da bien besar -me dijo.

-¿Que puedo decir? Soy una caja de sorpresas -le guiñé un ojo y ella me volvió a besar.

S K Y L A RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora