Capitulo 4: un beso

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Estaba viendo cuidadosamente los carros en una agencia pero ninguno llamaba tanto mi atención como aquel Mustang que estaba de muestra en color rojo.

-quiero el Mustang- le dije a uno de los vendedores

-muy bien señorita, si me hace el favor de acompañarme a mi escritorio para que firme unos papeles.

Este me dirigió a su escritorio y me daba muchos papeles, me pedía que firmara cada 3 hojas y cuando termine me entrego las llaves del precioso Mustang color rojo que tendrían atrás de la agencia.

Cuando vi el carro era hermoso y grande, no podía creer que ese carro era mío, una sonrisa salió de mi boca. Iba a ser como el regalo de 16 que mis padres jamás me dieron. Pensaba en cómo era volver a sentirse así, sentada en el asiento del piloto, era como tener el control de tu camino, de tu vida, donde nadie podría detenerte de tu destino.

Me metí en el hermoso carro y salí inmediatamente de ahí con una sonrisa en mi rostro, aun no podía creer que había pagado el carro de mis sueños, siempre había querido uno así.

Cuando lo estacione en la entrada de mi casa saque mis llaves pero antes de introducirla en la cerradura, sentí un brazo tomando mi codo deteniendo mi acción. Era ese frio que había extrañado la noche pasada recorriéndome un escalofrió por la espalda.

Aunque lo había extrañado mucho quite mi codo de un tirón para abrir la puerta y cerrarla en la cara de Abel. Cuando entre en la casa había ignorado que timbraba y tocaba la puerta gritando mi nombre pero sus intentos iban a ser en vano no quería verlo, estaba muy enojada por haberme dejado en la noche sola. Después de un rato paro de tocar el timbre y de haber tocado la puerta. Que rápido se había dado por vencido.

Me dirigí al cuarto de mis padres a cambiarme para meterme a bañar y prendí unas cuantas velas aromáticas para hacer el ambiente más acogedor, hundí mi cuerpo en el agua tibia pues era lo único que hasta ahora para mí era normal. Tener un momento para serenar mi mente pero todavía no podía sacar a Abel de mi cabeza.

Después de un rato sentí que era hora de salir de la bañera, había estado ahí más de una hora y tenia pensado ir a algún restaurante a comer.

Me puse la toalla cubriendo y cuerpo y dejando caer unas gotas de mi cabello mojado. Abrí la puerta para irme a cambiar cuando vi a Abel sentado en la cama con una rosa entre las manos, su repentina aparición causo que gritara muy fuerte mientras que el solamente lo había ignorado.

-¿Qué haces aquí?-le grite

Ignoro mi pregunta y se encamino hacia mí, el que estuviera muy cerca me hacía temblar por dentro, sus ojos no habían cambiado, me miraban con la misma ternura de ayer pero hoy parecía mas amor que amistad. A mí no me molestaría tener alguien como el de novio, el chico era dulce y tierno, lo que cualquier chica de mi edad buscaría.

Extendió su mano para darme la rosa, yo la tome y por instinto de mujer la olí, el sonrió y pude ver sus hermosos dientes blancos y cuidados. Por un momento olvide que estaba en toalla delante de el y me trate de cubrir lo mas que pude para que no me viera el cuerpo.

-necesito cambiarme

Abel había entendido mi indirecta y salió de la habitación cerrando la puerta a sus espaldas, yo estaba muy emocionada, quería correr, brincar, ir a besarlo…entonces mi mente freno en seco. ¿Me gustaba Abel? Considerando que todo ese tiempo que habíamos estado lejos si me sentía mal porque no hubiera estado conmigo, pero también el que me hubiera abandonado la noche anterior no justificaba nada. Me vestí con una blusa de tirantes y una falda con unos pequeños tacones rojos, estaba bastante arreglada para el. El era la causa de mis nervios y mi exceso de joyería así que decidí quitarme lo más que pude y verme sencilla.

Arrastrame a la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora