After all

I am always with you

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Sentada en la cama, Lois admiraba la fuerte figura a contra luz de Clark, revisando con el ceño fruncido, sin poderlo evitar, los rastros que había dejado aquel cerdo sobre la piel usualmente tersa. Los cardenales que el primer día se habían mostrado de un violáceo casi negro ahora eran de una tonalidad entre verde y amarillo, casi desaparecidos. La mayoría de las magulladuras habían desaparecido rápidamente, para un humano común y, sin embargo, siendo Clark quien era, habían tardado demasiado para el gusto de Lois.

Las heridas causadas directamente por la debilidad de Clark — Esa maldita piedra del infierno — tendían a dejar marcas más duraderas sobre él, había aprendido Lois.

Sin vergüenza alguna y lleno de la confianza que brinda años de interacción, confianza e intimidad, Clark terminó de vestirse, consiente del continuo escrutinio de su cuerpo. Le dedico una sonrisa dulce y tímida, consciente del malestar de su... ¿Qué se suponía que eran ahora? Clark no estaba seguro. Desde el suceso, hacia un mes, las cosas habían cambiado un poco. En realidad, eras cosas mínimas, como el que los besos sobre las comisuras ahora de daban directamente sobre los labios, o que había un cierto matiz más sensual a la hora de dormir. Sin embargo, eran cosas de su trivialidad que se habían reformado pero mantenido de algún modo. Como una evolución gratamente esperada en su relación de siempre.

Ellos ya se conocían a perfección, sabían sus gustos y manías, sus formas y ademanes. Se habían visto desnudos, habían dormido juntos, eran cálidos y cariñosos entre ellos. Lois siempre había sido una especie de guardián, un refugio en medio de la continua tormenta que había sido su vida desde el momento en que se descubrió diferente.

Ella aún era algo ruda en sus palabras, sin pelos en la lengua, aún le reñía, pero también era más condescendiente en ciertos aspectos. El contacto físico ya era existente, pero ahora era como si se hubiese convertido en una necesidad, de alguna forma siempre estar juntos, hasta el punto en el que Lois ahora parecía vivir en su apartamento.

— Kansas — Había un tono apremiante en la voz. Clark giro y la vio observando su reloj de muñeca. Seguramente se le había pasado el tiempo — Siendo tan rápido, sigo sin entender cómo siempre llegas tarde.

— Mi reloj interno es malo.

— Perry será malo si sigues llegando tarde. Hay que moverse.

Él asintió, medio sonriendo, y ellos se marcharon juntos. En realidad, él tenía poco de haber vuelto a su trabajo. Después del suceso, Clark Kent estuvo enfermo una semana. Superman, de hecho, tardaría una semana más en aparecer. Lois había sido inamovible en cuanto a eso; él debía descansar de su trabajo como héroe al menos unos días.

Clark, siendo tan flexible como era, se había reintegrado rápidamente, cumpliendo con sus trabajos a las fechas límites. Perry había gritado y gruñido, pero también había preguntado, a regañadientes, si se encontraba mejor. En realidad, no era mala persona. Jimmy también se había mostrado preocupado.

Clark se sintió agradecido. Muy querido, y muy agradecido. Sin embargo, la incomodidad aun persistía como una masa oscura que reptaba en su interior ahogándolo. Él estaba meditativo y un poco ausente. Había algo mal, pero no estaba seguro del qué.

Aquello pareció ser notado por sus amigos y familiares, pues una semana después, tenía a su mamá en casa al igual que a sus personas más cercanas. Su madre hizo tarta de manzana y él y Lois le ayudaron, envueltos en ese aire hogareño. Jimmy alistó la mesa. Lo que Clark nunca esperó fue lo que sucedería durante la cena. Tiempo después, cuando lo recordará lo haría con amor e infinito cariño.