Cazadores de Sombras

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La joven sentía su cuerpo pesado. Sentía un dolor tan profundo, que temía averiguar la causa del mismo. No sabia ni entendía porque su cuerpo no reaccionaba ante los dictámenes que su mente emitía. Era como si dos seres diferentes y distantes coexistieran dentro de ella, uno se esforzaba irrefrenablemente por salir de aquel estado inerte en el que permanecía inmersa, mientras el otro aparentaba no tener relación alguna con la vida misma. No parecía existir, y sin embargo ahí estaba, como una cadaver no alterado por el deterioro producido por el efecto del tiempo. 

"Responde, por favor, responde"

Su batalla interna por vencer su inactividad estaba perdida, y ella lo sabia. El miedo empezó a cernirse sobre ella, pero se obligo a si misma a mantener la calma. No podía tener un ataque de pánico. No ahora. Recordó sus años de instrucción, evocando consejos y enseñanzas que creyó nunca necesitar. Se concentro en percibir su alrededor y a ella misma. Sintió el algodón suave de las mantas que la cubrían; el mullido colchón en el que reposaba su cuerpo; percibió en el aire un tenue aroma a yerbas y libros viejos. Pronto se dio cuenta que solo sus oídos parecían no haberse sumido en aquel estado de reposo generalizado que la perturbaba.

-¿Cómo sigue?- pregunto una voz cerca de ella. Más cerca de lo que había esperado. Casi podía apostar que el desconocido estaba a los pies de su cama.

-Igual- respondió una voz femenina. Sonaba dulce, suave.

-Ya ha pasado una semana. ¿Crees que algo este mal?

-No lo se...

-Ni siquiera debería estar viva- interrumpió una tercera voz. Le pertenecía a otra mujer. Y al instante deseo poder golpear a la dueña de esa voz. ¿Quién era ella para decir cuánto podía aguantar? No sabia nada. Maldito sea su estado comatoso-  Ningún mundano sobrevive al veneno de un demonio.

Sintió su estómago encogerse. Demonios... ¿Qué diablos quería decir con eso?

-Yo lo hice

-Tu eras cazadora de sombras, Clary. Tu sangre te salvo, pero ella... no se como sigue respirando.

-Todo esto esta mal...

-No ahora por favor. Ya es suficiente con Alec perdiendo los estribos. No necesitamos más problemas por el momento.

-¿Cómo esta el?

-¿Cómo esperas que este?-siseo molesta- ¿Cómo estarías tu si... estuvieras en su lugar?

-No tengo la menor idea- admitió en voz baja- ¿Pero no es esto una buena noticia? Quiero decir... Mírala. Es como un milagro.

-Los milagros no existen. No en nuestro mundo. Podría ser una trampa, alguna jugarreta de ese maldito y lo sabes.

-Quizás, pero hay que esperar que despierte para saberlo. ¿Qué piensa Magnus al respecto?

-Esta igual de perdido que Alec, quizás más. No sabe que sucede. Dijo que es mundana, completamente mundana, pero tiene una clase de protección.

-¿Protección? ¿Qué quiere decir con eso?

-Véte tu a saber. Ya sabes como es Magnus, le encanta hablar con enigmas y misterios.

"Una semana- pensó la chica lentamente. Todos sus pensamientos discurrían tan densa y lentamente como la sangre o la miel, incapaz de procesar todo lo escuchado- Tengo que despertar. Tengo que encontrarlos."

Pero no podía, y el cansancio volvió a apoderarse de ella. 

Los sueños la retenían uno tras otro, un rio de imágenes que la arrastraban como una hoja zarandeada sin voluntad en una corriente de aire. Vio a su familia congregada en el comedor como en cada cena. Vio al monstruo que la había atacado listo para devorarla. Se vio a si misma delante del espejo del estudio de danza realizando un foutte. Y por último a un hombre de pelo negro arrodillado frente a una tumba sin nombre.

Él nefilim y la Bella Durmiente (Alexander Lightwood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora