Lo que fue de el

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Isabelle siempre había amado ese tipo celebraciones, más desde sus días como adolescente, cuando su pasatiempo favorito era hacer rabiar a sus padres al desafiar sus órdenes y escabullirse a fiestas de subterráneos. Aún les molestaba que ella asistiera a dichas reuniones, pero ahora con sus veintiún años recién cumplidos poco podían opinar ellos de sus decisiones. La gente se amontonaban bebiendo y comiendo en exceso, buscando necesitadamente el contacto de otros, era todo lo necesario para considerar la fiesta como un éxito rotundo, lo cual era difícil de ver en esos días. Desde que la muerte de la Gran Bruja de Brooklyn, nadie había logrado dar el ancho a las fiestas que ella solía realizar. Esas si eran celebraciones...pero no eran los únicos vacíos irreparables que la bruja había dejado con su partida.

La morena podía ver otro claro ejemplo frente a ella, el cual se escabulle entre los invitados. Se mueve a la izquierda justo a tiempo para que la camarera feerica, que parece tan borracha como la mayoría de los invitados choque contra ella y derrame el contenido de las copas que lleva en su bandeja sobre su vestido nuevo. Simón a pesar de ser un cazador de sombras recién salido de la academia y con runa de agilidad no tiene tan buenos reflejos y sus pantalones terminan manchados con una sustancia verde brillante.

Malcolm Fade, Gran Brujo de Los Ángeles, a pesar de no ser tan propenso de este tipo de festividades, se mueve entre sus invitados como un excelente anfitrión, hablando de vez en cuando de incongruencias sobre libélulas y percepciones del mundo. Isabelle no deja de encontrarlo... "diferente". La mayoría de los brujos son excéntricos por naturaleza, pero el brujo estaba más allá de eso. Según Catarina un hechizo le había salido mal décadas antes, aunque nadie sabe a ciencia cierta qué pasó.

En todo caso, y pese a ser una de las mejores fiestas en los últimos cinco años, esta claro que alguien había alentado al brujo a realizarla. La morena se pregunta de manera vaga si su hermano tuvo algo que ver con ello, el cazador se había vuelto sumamente popular en los últimos años, sobre todo con la población femenina. Isabelle suspira preocupada, sus ojos negros vagan por la estancia hasta dar con su hermano. Alexander se mueve de un lugar a otro, atendiendo invitados e inmiscuyéndose en la mayoría de las conversaciones, flirteando tanto con mundanas que piensan que esto es una fiesta de disfraces como con subterráneas, aunque claro Alec tenía reglas en sus juegos de conquista, y todo el mundo las conocía. Nadie las mencionaba o siquiera insinuaba, ya que sabían de antemano el error que simbolizaba tener a Alec por enemigo. La primer regla: Alec solo se relacionaba con mujeres lobo, vampiras y una que otra seelie. Su pasatiempo favorito se había tornado en cazar esas dulces presas. No era como si ellas les importara mucho eso de ser cazadas por el. Algunas por no decir la gran mayoría, luego de disfrutar la cima del extasiáis de estar en sus brazos, se decepcionaban cuando se daban cuenta que el no les prestaba mas atención que a las demás. Nunca ordena evitar que sus corazones se rompieran, a pesar de que cuanto empezaba el juego, ya estaba advertidas. Ellas sabían con anticipación que nunca lograrían un romance con el cazador, nunca habría flores ni chocolates, eso le había pertenecido solo a una joven. De todas maneras, la mayoría se reponía rápido, y se mostraban mas que dispuestas a repetir esa pequeña aventura.

La segunda de sus reglas: Alec no trataba con brujos, bajo ninguna circunstancia. Ragnor y Catarina podían ser las únicas excepciones, aunque a lo mucho los veía solamente una vez al año, fuera de ellos evitaba a toda costa a los brujos. Y la tercera regla y la mas importante: Nunca nombrar en su presencia a la que había sido la Gran Bruja de Brooklyn. Esa ultima regla la habían aprendido muchos a la mala.

Ríe, bebe y se mezcla a la perfección con el ambiente festivo de la reunión, tal y como siempre ha desde los últimos cinco años. No quedaba ni una sombra del chico tímido e inseguro que había sido en antaño.

-No se que estamos haciendo aquí- se queja Jace, hablando por primera vez en la noche. El rubio encuentra todo aburrido sin la presencia de su novia- Está claro que no tenemos que velar por su seguridad ya que esta perfectamente.

Él nefilim y la Bella Durmiente (Alexander Lightwood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora