Capitulo 1: Tocando Las Puertas Pesadas.

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   Todos hemos escuchado del viejo Louisiana. Un pueblo bastante antiguo cargado de misterios y curiosidades. Si alguna vez visitas este remoto pueblo pantanoso, esté dejara una huella imborrable en tú interior.

   Esta historia comienza con una tragedia... Corría alrededor del 20, quizá el 28 de junio en el dieciseavo año de Sam. Era una cálida mañana que no rondaba más de las 11:00 am, el cielo estaba despejado reflejando un azulado augurio de fatales acontecimientos.
   La escuela estaba cerrada, algo normal para un sábado, pero, ¿por qué un chico iría a la escuela un sábado por la mañana? Es difícil de explicar, tal vez está chiflado, tal vez no tiene nada mejor que hacer, o tal vez... sólo tal vez está en malos caminos. En este caso ninguna era verdad, tenía una tarea muy simple, una entrega. Como parte de su oficio en la tienda de esoterismo y otros engaños para tu bolsillo ("decía él"), el servir de repartidor de baratijas mágicas era un insulto para su persona. Había que caminar medio mundo, casi toda Louisiana para la entrega, era un tanto molesto y más cuando su bicicleta quedó destrozada cuando un hombre lobo del sur de Maine lo correteó por toda la ciudad adornada por una luna pálida, hace unos meses.
   Eran casi las 11:20 am...
   El sol tostaba su cerebro, tornando su cabello pelirrojo, a un naranja de contextura clara. En su bolso de tela, siempre colgante de su hombro. Llevaba una urna hecha de cerámica, con forma de vaso, de color negro azabache. La urna almacenaba un poco de las cenizas purificadas de aquel hombre lobo, que vinó desde Maine y murió con una bala de plata que el mismo padre de Sam puso en su cráneo, tras sacrificar como proyectil la bicicleta de su hijo, en medio de uno de los callejones del Centro de Louisiana. Aquellas cenizas, mezcladas con sal ceremonial y huesos pulverizados cuya función era ahuyentar a los malos espíritus y negatividades.
   El sitio wed que había creado Sam para publicidad de la tienda daba sus frutos, la gente con problemas fuera de lo común, buscaba por internet y solicitaba ayuda. Tal era el caso de Henry Amador, conserje y fiel amigo de Sam durante su estadía en la escuela pública del viejo Louisiana, claro. Sam se había librado de tantos males al terminar el curso comenzando el verano, siendo adulado por todos sus profesores. El pequeño Louisiana no era un pueblo normal, personas como Henry Amador lo sabían ("o al menos lo sospechaban"). No creía que cosas extrañas transcurrían en el pueblo, más bien, esas cosas eran parte de su vida. La escuela era una madriguera de negatividad y emociones malígnas que daban forma a monstruosidades que acechaban en la oscuridad, para el solitario conserje que pasaba largas noches en vela, alerta sobre las emociones materializadas en pequeños monstruos que le vigilaban desde las sombras, no dudó en llamar a la tienda y comprar algún objeto con el cual mantenerlos alejados de su cama.
   Eran las 11:30am.
   Ya había entrado en la escuela, y miró al viejo conserje trapeando el piso, como siempre en medio del oscurecido pasillo, tenía una gorra azul y guantes de goma en sus manos. De inmediato Henry volvió su vista al pelirrojo, se quitó la gorra y la levantó.
   —¡Hola, Sam!—dijo saludando.
   —Señor Amador—Sam sonrió ruborizado—Traje un recado de la tienda.
   El conserje arrugado, menudo, de ojos verdes. Se acercó al pelirrojo.
   —Te lo agradezco hijo—dijo Henry caminando hacía Sam, frente a él. Su tono cambio a más tétrico como un susurro y su fígura creció por encima del joven.—. A veces puedo ver sus ojos, de noche... diferenció sus pequeñas figuras en la oscuridad, al acecho al borde de mí cama.
   Sam pudo sentir el profundo terror en los ojos del conserje, reflejándose en sus ojos rojizos. Por un momento desvió su vista a examinar lo profundo del pasillo, observando más agudamente a los "espíritus errantes", gracias a su más desarrollada visión sobrenatural, sus formas eran variadas pero pequeñas, escondidos de la percepción humana.
   Nacidos de los malos pensamientos y frustración, los espíritus errantes eran de naturaleza caníbal e iban creciendo con el tiempo alcanzando tamaños colosales y peligrosos.
   —Para lidiar con los espíritus errantes—volvió a ver a Henry, dandole instrucciones—, puedes trazar un circulo alrededor de tú cama o arrojarselasentregó la urna.
   Un escalofrío recorrió la nuca del pelirrojo y un sentido de alerta estalló en cada centímetro de su cuerpo, como sí un rayo cayera justo detrás de él. Al voltear, una sombra opacó el sol que se escurría por la ventana, y la atravesó esparciendo vidrios por todo el pasillo; el susto, congeló a Henry Amador. Sam estaba cauteloso y atento, aunque había retrocedido unos pasos seguía firme frente a aquella bestia: tan grande como un oso a dos patas, denso pelaje color barro, miembros largos y delgados con grandes cuchillas de acero como filosas espadas curvas, unidas a sus brazos; y piernas de perro. Pero, lo más extraño era su cabeza, sin ojos, con una gran abertura como boca con casi tres hileras de dientes afilados y, en el fondo de su azulada boca, estaba un órgano capaz de detectar el sonido, incluyendo las más bajas frecuencias ("nada escapaba de su sonar, incluso los latidos más débiles de un pequeño corazón"). Y un gran bulto en su barriga.
   Para Sam, parecía un espíritu errante que creció a tal punto debido al canibalismo, los años de resentimiento y malas vibras que les daban forma durante décadas. Pero, se equivocaba, aquello no era odio ni tristeza acumulada. Era algo peor.
   Un ser ultraterrestre...
   Una criatura que, por algún motivo, cruzó el inimaginable umbral que separa a las dimensiones o, planetas muy distantes.
   Poseía características propias de un ser nativo de un planeta sin luz, donde cada día es una carnicería y soló el más apto, vive otro día...
   Aquel ser emitía ruidos como la caja de un viejo auto cuyo motor estaba atascado, Henry Amador estaba detrás de Sam apunto de salir pitando, allí; congelado casi temblando con el trapeador en las manos como arma. Pero de otra manera Sam, se hallaba emocionado, sonriente con pose de lucha, la emoción le dominaba; no había acción desde hace, varios días de calma. Era casi tan emocionante como cuando su padre arrojó su bicicleta contra aquel hombre lobo, que la despedazó a garras y dientes, antes de que su padre le llenará la cabeza de plata. Estaba sulfuroso, apunto de estallar, aunque viniera desarmado; en su bolso no llevaba los brebajes y amuletos para la batalla. Pero sí, traía en el bolso su daga, aquella daga que le dio su padre en su quinceavo cumpleaños, esa daga de hoja delgada y afilada, empuñadura hecha de raíces y un rubí al final de esta. Siempre la tenía en su bolso o oculta en su traje, conveniente, así era. Versátil y letal, sí alguien la descubriera él hubiera dicho: "Hay muchos locos en la calle (y tal vez sea uno de ellos)".
   Tenía la extraña cualidad de presagiar los sucesos que transcurrían, como una incomodidad o una atracción durante el día, y así sucedía. A los diez había soñado tres días seguidos con muertes en el sudeste de la ciudad, primera vez que salía durante la noche, cuando se frenó el famoso "Caso del Vampiro de Louisiana" , ya se habían registrado veintiocho muertes inexplicables donde los cuerpos estaban completamente secos, sin rastro de sangre...
   Fulgurante y casi al borde del ataque, se descolgó el bolso y sacó el chisme, empuñando sobre su mano diestra y tomando postura de lucha con arma blanca, como un ninja al acecho. Fugazmente lanzó el bolso hacía sus espaldas hasta el fondo del lugar, la sonrisa le brotaba de oreja a oreja, el ser estaba dispuesto a pelear y devorar a Sam. Él volvió su mirada a Henry, quien lo extrañaba y veía con curiosidad, sobretodo por lo que llevaba en la mano...
   "¿Tengo algo raro?" pensó Sam, desviando su mirada a la daga."¡Oh caray!".
   De inmediato, enderezó su postura, y casi reventaba en risa, había sido tan despistado... que había metido una zanahoria en vez de su daga.
   —Es para verte mejor—exclamó Sam, Henry Amador sólo calló—. Señor Amador—tenía una estrategia—, a mí señal use las cenizas.
   Sam dio una mordida a la zanahoria, le arrancó de las manos el trapeador al conserje, y echo a correr. En la escena parecía sonar una banda de rock bastante fuerte, tal vez metal pesado. Sam, sin duda era audaz, de manera inteligente con la sopata, arrancó los vidrios de la ventana rota y los lanzó al ser causando tintineos que desorientaron su cerebro. "Aturdir a la presa". Sam lanzó el trapeador como feroz jabalina, golpeando con la mopa su cabeza, de un zarpazo con sus cuchillas la destrozó."Emboscar" La banda sonoro explotó, aquel ser desubicado cortaba con desenfrenados zarpazos todas las direcciones. Sam aprovecho, y se deslizó a toda velocidad, con las canillas adheridas al suelo, evitando los filos, al lado del ser, se hincó sobre un pie y levantándose encajó su rodilla en el lugar donde deberían estar sus costillas. "Inmovilizar al animal".
   Aquel ser ni se inmutó...
   "Tener cuidado de sus colmillos". Asustado, atacó con la zarpa a Sam en un mortífero arco descendiente, el acero destrozo el azulejo entre sus pies, las esquirlas volaron en fragmentos y trozos grandes. "Rezar por la vida que quitamos". Sam sujetó la unión de la piel y la cuchilla. "Blandir el arma", arqueó el codo tras su espalda y dio forma a una punta de lanza; "¡No fallar!"; ("con la palma abierta, pero los dedos semiabiertos, formando un filo"). "Matar al animal, rápido, sin sufrimiento".Y con toda su fuerza dio un golpe estremecedor, la punta de la lanza atravezo donde se unían las costillas, "protegiendo al corazón", y la hundió en el pecho del ser, metió casi toda la mano. Esta técnica es usada por los monjes shaoling para detener el corazón, la fuerza del golpe hacía variar el efecto de momentáneo a eterno. En este caso había aplicado toda su fuerza, suficiente como para detener a un hombre adulto de ciento veinte kilos. Esa misma técnica la usó hace un par de días en un wendigo fundiendo su corazón en su propio hielo.
   Pero no se inmutó en lo absoluto...
   No tanteó ningún hueso o algún órgano palpitante... nada... su corazón no está allí, "oh demonios", en cualquier momento el ser clavaría sus cuchillas en Sam y lo levantaría como trofeo, esparciendo su sangre por toda la escuela y luego devoraría al Señor Amador, esos sentimientos cruzaban velozmente su mente.
   ¡No quería eso!, así que sostuvo ambos codos del ser y elevándose del suelo puso sus dos pies en su barriga abultada, ejecutando una llave de presión improvisada. Dejó caer su cabeza al suelo y hacia atrás, viendo a Henry Amador boquiabierto.
   —¡PISTACHOS!.
   De manera graciosa Henry Amador entendió la señal y metió su mano en la urna, sacándola llena de cenizas visualizando aquel órgano al fondo de su garganta, las lanzó llenándole la boca entera.
   Aquel ser dejo escapar un ensordecedor rugido, y se estremeció, impactó a Sam   contra el suelo, librándose. Henry Amador dejó escapar un grito de pánico, el ser estaba desorientado, frenético y furioso. El golpe había sido duro, sí; pero la sensación del suelo era reconfortante, aunque el azulejo se hubiera rotó y fragmentos filosos habían atravesado su piel, podía sonreír, pese al dolor nublado por la adrenalina. Pero se asfixiaba, no podía respirar ni emitir algún ruido, sí pudiera bajar su ritmo cardíaco a uno imperceptible, ¡¡lo haría!!. Poco a poco el ser iba recobrando la calma, se podía ubicar en el espacio. ¿Ambos serían devorados, sus restos apenas reconocibles serían dispersos por toda el área?, de solo pensar en eso su mente daba vueltas, faltaban pocos segundos para que el ser escuchara los latidos de Sam y atravesará su pecho partiendo su corazón en dos.
   Se entusiasmo al sentir el estupor del miedo, en el suelo, silenciosamente; arrojó un azulejo suelto a su lado opuesto, al instante esté fue quebrado en dos por un zarpazo que se clavó en el suelo. Sam dirigió su mirada a la unión de la cuchilla a la piel, desde el suelo, la pateó hasta deformarla y oír algo romperse... El ser chilló agudamente y Sam reincorporándose le calló con brutal golpe ascendente que los levantó a ambos del suelo, para este instante, la banda sonora volvió a estallar; el tiempo parecía estar más lento y aquella fuerza no era propia de él. Las zarpas del ser estaban listas para atravesarlo a cada costado, derramando su vida a borbotones. Sam se dio cuenta y, con la pierna opuesta, dio una vuelta en el aire, acestando la estruendosa patada en el bulto de su barriga, sintiendo varías bolsas romperse dentro, y lanzó al ser contra la pared más cercana; el estruendo la agrietó... aterrizó de cuclillas.
   —¡¡¡Sam—Henry Amador estaba exaltado, se acercó a zancadas detrás de Sam— , ¿está bien?!!!
   Sam aulló de dolor.
   —... Está vez me he excedido—dijo Sam de pie, apretaba su mano golpeadora, tenía torceduras y quemaduras por fricción—. Nuestro amigo, el pie grande manos de tijera, estiró las patas—estaba adolorido, la espalda magullada le sangraba.
   —¿Estas seguro?
   El ser cayó de costado y tosió un par de veces, robándose la atención, al final un chorro de sangre purpurea salió de su boca, y luego un pequeño río.
   Aún no había terminado, los errantes observaban desde las sombras, ansiando carroña. De un momento a otro, el cuerpo sufrió una combustión espontánea consumiendose en fuego tenebroso, en pocos segundos... Henry Amador quedó perplejo, pero Sam estaba pérdido, sabía que ese fuego oscuro era de invocación, presagiaba la sonrisa de un terrible mago de labios negros, pintados, y piel pálida como nieve, sabía que algo malígnas se acercaba a la ciudad...

Antique Obscura

Antique Obscura Acá Está La Magia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora