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   La Calle Principal estaba oscura las lampara cerca de la Gran Torre del Equinoccio, habían estalladó con su oscura presencía.

   La larga túnica escarlata se desteñía en la prenumbra, la mascara negra relucía las líneas doradas que enmarcaban la silueta del chacal.
 

  Estaba alegre, bailoteaba y tarareaba una melodía sin sentido. Dos décadas habían transcurrían desde que el Señor Kassell desapareció, añoraba aquellos días de festínes con los Capa Azul en la Corte, años de deserción le hicieron olvidar el motivo por el cual se marcho con K.
  Suspiró por lo bajo.
   Lo olvidó, pero había cierto rubor de nostalgía en sus pensamientos. Y en la cancioncilla de sus labios habia un nublado recuerdo meláncolico, los rostros estaban borrosos; pero la triste melodía siempre estaba allí.
   —¡Oh trae contigo el amanecer!—sonrió. No sabía que estaban allí, hasta que las lágrimas le llenaron la boca. La canción contaba la historia de un heroe que regresa de una aventura, pese a sus heridas. No recordaba de donde la  aprendió, pero le dolía el corazón de recordar.
   Había abandonado su pasado cuando tomó el elixir de Sinabrio; y su voluntad le pertenecía al Rey. Volvería a ver a K, después de tantos contratiempos con la debilitada sede del Sol Negro.
   Llegó a la Torre, la barrera mágica se reveló ante él; tan poderosa, tan azul; tenía letras del Ogham, la magia druida reforzaba la barrera esmaltada en runas verdes.
   Chacal colocó una mano en la barrera, la magia  ondeaba como el oleaje del agua turbia. La magia oscura brotó de su interior contaminando la barrera; el azul se torno negro.
   Apretó los dedos. La magia se cerró en torno a ellos.
   Gríetas y fisuras rojas se extendieron por toda la barrera.
   Tiró de su mano, y la barrera se cayó a pédazos. Luego, espero unos minutos en la calle muerta, hasta que vió la silueta sangrienta bajar por los escalones.  
   —Un gusto volver a verlo, Señor Kassell—dijo Chacal. Se enderezó la mascara.
   —Lo mismo digo, Zeke—su mascara de oro relucía con un resplandor fantasmal.
   Se hizo un largo silencio.
   —Señor Kassell— dijo euforico—, ¡rayos! no va a decir otra cosa más que eso.
   —Vete a la mierda, rayos—dijo K—. Llevo veinte años en esta porqueria ¿Qué demonios quieres?
   —Para comenzar... Señor, tenemos... un asunto pendiente en Louisiana—Zeke no podía ver su rostro, pero sabía que estaba sonriendo.

Antique Obscura

Antique Obscura Acá Está La Magia...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora