SIS

5.3K 332 158
                                    

Seis años antes.

La primera decisión que tomo hoy es no pensar en el canario. Estoy en un crucero con mi familia, celebrando, aunque sea en secreto, el compromiso de mi hermano y el bebé que espera. No voy a pasarme el viaje arrepintiéndome de lo que pasó anoche.

Además, hay como quinientas personas en este barco, no me será muy difícil evitarlo. Claro, que por la noche se monta en un escenario con focos y altavoces, pero aparte de eso, pan comido.

Esta decisión la tomo mientras remuevo el café hirviendo de mi taza, en una de las abarrotadas mesas del comedor. Hay menos gente que anoche, pero eliminando la posibilidad de que media tripulación se haya caído por la borda, supongo que todo el mundo sigue dormido después de la fiestecita.

Si sigo mirando al humo de mi café voy a quedarme dormido, así que opto por levantar la mirada y ver el panorama de mi alrededor: mi hermano se está haciendo fotos con un par de aficionados que ayer no se fijaron en él, mis padres están hablando con la pareja de su lado entre risas, delante de mí hay un señor al que prefiero no mirar fijamente, a mi derecha aparece Agoney, a mi izquierda podría haber cualquier cosa y no me daría cuenta porque me he desconcentrado.

El corazón me va sólo un poco más rápido que hace unos segundos, pero es suficiente como para que me moleste. El isleño no debería suponerme más que indiferencia, y sin embargo, aquí me tiene, mirándolo de reojo sólo para averiguar si él también me ha visto a mí.

Ambos nos miramos y apartamos la mirada el uno del otro al mismo tiempo. No llego a ver si él se pone rojo, pero yo, desde luego, lo hago. Espero que no se dé el mérito, porque me pasa con casi todo.

Sea como sea, le doy un sorbo a mi café, que de tantas vueltas y tanto entretenimiento ya está tibio, y mi hermano llega y se planta a mi lado.

—¿No te cansas de que la gente te pare hasta en vacaciones? —le pregunto en voz baja.

Me mira mientras acerca la silla a la mesa y ladea una sonrisa.

—¿Tú te cansarías de que alguien que te admira te recordara que lo hace en los momentos más inesperados?

Me encojo de hombros, sin darle importancia. Lo cierto es que era una pregunta banal, pero ahora que lo dice, no, supongo que no me cansaría.

Aunque hay algo relacionado con los fans de mi hermano que sí me tiene bastante harto, y es que se dirijan a mí, porque todo lo que dicen es la misma mierda: "así que eres el hermano de Álvaro, vaya, tienes que sentirte muy orgulloso de él, de tener su sangre". Sí, claro que estoy orgulloso de él, es la persona a la que más quiero en el mundo. Por eso las veinticuatro primeras veces que me lo dijeron no me molestó, empecé a cansarme a partir de la veinticinco. Soy el hermano de Álvaro Vázquez, pero también soy otro montón de cosas. Raoul, por ejemplo.

—¿Qué te pasa hoy, tete? —me pregunta.

Sacudo un poco la cabeza para volver a poner los pies en el suelo.

—Nada —respondo.

—¿Seguro? Pareces distraído.

—Seguro, tete. No te preocupes.

Le doy otro sorbo a mi café y aparto la taza a la mitad, porque ya está demasiado frío para mi gusto.

Cuando miro de nuevo a Agoney, que está hablando con una chica muy mona y algo mayor que él, me pongo la excusa de que lo que estoy haciendo es buscar a algún camarero para pedirle otro cruasán relleno, aun teniendo al lado la rosquilla que mi hermano no ha probado. No me la creo ni yo, por supuesto, pero mi subconsciente no es quisquilloso.

WAVESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora