DOTZE

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Seis años antes.

Menos mal que fue mi hermano el que abrió la puerta cuando me llevaron de vuelta al camarote y que prometió cubrirme las espaldas.

Menos mal también que el tío que me pilló es un hincha del equipo de mi hermano desde pequeño y que se ha comprometido a no avisar a sus superiores. A cambio de una foto, claro. Y un autógrafo para su hijo.

Por mi parte, apenas he podido pegar ojo esta noche después de estar con Ago. He dormido tan poco esta noche que no tengo sueño, como si mi cuerpo aún no fuese consciente de que le faltan horas de descanso.

Estamos desayunando en el barco antes de ducharnos y salir al puerto del Este de Cerdeña, que es la siguiente parada. Agoney está sentado donde siempre, con las que cada vez estoy más seguro de que son su madre y su hermana mayor. Me mira de vez en cuando y me dedica alguna que otra sonrisa fugaz.

Yo aparto la mirada cada vez que lo hace, porque me da vergüenza que me pille mirándolo continuamente, y me pongo rojo.

Está guapísimo y, a diferencia de mí, no tiene unas ojeras que le llegan hasta la barbilla. Seguro que ha dormido de puta madre. Joder, si es que no me extraña. Soy tan normal que le doy sueño, y él es tan alucinante que me produce insomnio. Y no sólo porque parezca que vayamos a quedar todas las noches durante el crucero.

—¿Ya empezamos a quedarnos empanados, tete? —me pregunta Álvaro a mi lado.

—Que me dejes vivir, pesado —le respondo.

Si se ha dado cuenta del juego de miradas, no dice nada. Es algo que me encanta de mi hermano, que nunca se mete en lo que no le incumbe.

Cuando una camarera se acerca a retirar las tazas y los platos usados, me toca suavemente el hombro y se retira. Al principio creo que ha sido por accidente, así que no le hago caso, pero cuando bajo la mirada de vuelta a la mesa, veo que hay un papel doblado donde antes estaba mi plato de comida.

Me apresuro a coger el trozo de papel con cuidado de que nadie me vea y dirijo la vista a Agoney, que asiente suavemente con la cabeza en un gesto que interpreto como que la nota es suya, que la abra.

Tan pronto como veo que mi hermano está distraído, lo hago.

tengo algo que darte
te veo aquí mismo en media hora??

La cierro de vuelta y miro a Agoney, guiñándole un ojo a modo de confirmación. Tan pronto como lo hago, me siento ridículo, pero es demasiado tarde para arrepentirse, así que sólo sacudo la cabeza e intervengo en la conversación de mis padres, aunque no me entero de nada.

¿Qué tiene Agoney para mí? Cada vez que mi hermano mayor me ha dicho esas palabras, no me ha acabado gustando la sorpresa, claro que ahora tengo la sospecha va a ser diferente.

Por eso, en cuanto mi familia y yo llegamos al camarote, soy el primero que se mete en la ducha. Creo que me había duchado tan rápido en mi vida; ni siquiera me da tiempo a cantar Everytime You Go Away entera. Eso sí, cuando salgo todavía tengo un buen rato, así que me tomo la libertad de secarme el pelo y peinarme muy por encima con los dedos.

Salgo del baño en ropa interior y busco en mi equipaje la camisa de color militar y unos vaqueros negros que no terminan de cubrirme los tobillos. Cinco minutos después, ya estoy en el comedor, donde algunos encargados todavía limpian las mesas.

Agoney todavía no está aquí. Me pregunto si alguna vez seremos puntuales los dos, aunque tampoco es que me moleste esperar, sólo me pongo un poco de los nervios y me come el miedo de que no venga. Lo normal.

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