VINT

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Seis años antes.

Conozco a dos chicas majísimas a la hora del desayuno, en la cola para servirnos zumo. Se miran entre ellas como miro yo a Agoney cuando canta. Y cuando no canta, vaya. Leyre me cuenta que se han conocido en este barco y yo no les digo nada porque no sé a qué nivel podría incomodarlas, pero me parece cuestión de tiempo que acaben juntas.

No hablamos mucho rato, porque Ago aparece muerto de la risa al lado de Ricky y me apetece intervenir, así que me acerco a ellos como quien no quiere la cosa, con mi taza vacía en una mano y un gofre en la otra.

—Ya nos veremos por aquí —me despido, ya habiendo comenzado a alejarme.

—¡Adiós, Raoul! —oigo decir a Marti.

Ricky es el primero en darse cuenta de que estoy aquí.

—Buenos días —los saludo, interrumpiendo el aparentemente graciosísimo comentario de mi... De Agoney.

—¡Chiquitito!

Está mal que yo lo diga, pero se le ilumina la cara al verme.

—Anda, ¿este es el chico del que no paras de hablarme? Raoul, ¿Verdad? —pregunta Ricky.

—¡Pero no lo digas!

Me muerdo la lengua para sonreír, aunque creo que resulta inútil.

—No creo que le sorprenda —responde Ricky.

—Bueno, Raoul, que íbamos a coger algo para desayunar. Apúntate, anda—me pide—.  ¿Me esperan mientras voy a por una tostada?

—Claro —responde Ricky otra vez.

Yo no estoy tan seguro que sentarme con él a solas a charlar, pero cierro la boca y asiento con la cabeza, resignado.

Nos sentamos en una mesa y, para perder algo de tiempo, le doy un bocado al gofre y me tomo mi tiempo en masticarlo.

Ricky me está mirando y me incomoda un poco, aunque no demasiado. Tengo que admitir que parece ser un tío bastante majo; además, desde aquel helado de vainilla no puedo decir casi nada malo de él.

—¿Estás evitando hablar conmigo? —me pregunta.

Me atraganto un momento con el gofre, pero una palmada suya en la espalda me ayuda a recomponerme.

—¡¿Qué?! ¡No, qué va!

—Estás evitando hablar conmigo porque estás celoso —añade.

«Por favor, Agoney, ven y sálvame de esto.»

Joder, es que ni siquiera se lo puedo negar con dignidad.

—¿Por qué piensas eso?

—¿Que por qué? Porque cada vez que me ves al lado de Agoney llego a temer por mi vida, Raoul.

La verdad es que es bastante gracioso, el cabronazo.

Como no sé qué responder a eso, me llevo la taza a los labios y hago como el que bebe, y por la cara de Ricky, no cuela.

—Está bien, chaval —Se ríe—. No tienes que preocuparte, Agoney es todo tuyo. Primero, y sobre todo, porque le saco diez años. Y segundo, porque está colado por ti. Pero colado, colado. Coladísimo. Hasta las trancas.

Sé que está exagerando, pero me gusta lo que estoy escuchando, porque lo cierto es que me acojonaba un poco ser el único que sintiera todo eso.

Por cierto, ¿diez años? ¿Diez putos años? Cualquiera lo diría. Sabía que era mayor, ¿pero más que mi hermano y todo? Eso sí que no me lo esperaba, y también consigue calmarme un poco.

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