Seis años antes.
Agoney y yo nos levantamos dos horas después y decidimos volver a nuestros respectivos camarotes a seguir durmiendo. A ambos nos están cubriendo las espaldas, pero no es plan de abusar de nuestros hermanos mayores, sobre todo porque, en fin, son hermanos mayores. Se les puede cruzar un cable en cualquier momento.
Nos despedimos con un beso profundo en la puerta de mi camarote, hasta donde me acompaña cogidos de la mano, y le digo que no planee nada para esta noche, que es mi turno.
Es la última noche que pasamos en este crucero, así que se merece no olvidarla nunca. No sé cómo vamos a hacerlo, pero nos las arreglaremos para seguir en contacto después de este viaje. Como sea. El universo no puede darme dos semanas de Agoney para después arrebatármelo. Me niego.
La última parada antes de volver a atracar en Barcelona la hacemos en Cerdeña, y aunque deberíamos aprovechar para hacer turismo, todos estamos agotados y lo único que nos apetece es descansar un rato, así que nos hacemos con unos bocadillos y unas latas de refresco y nos vamos a la playa más cercana que encontramos en Google Maps. Nos prometemos que iremos a ver lo que podamos antes de embarcar, porque quién sabe cuándo volveremos a estar en Cerdeña.
Aun así, ninguno de nosotros parece sorprendido cuando volvemos al barco directamente desde la playa.
Hoy el toque de queda es más temprano de lo normal porque tenemos que salir de vuelta a España para llegar al mediodía de mañana, lo que nos deja ver el atardecer desde la cubierta. Mi padre y mi hermano lo cierto es que no sé dónde se han metido, pero mi madre y yo lo vemos sentados desde una de las mesas que normalmente sólo están aquí fuera de noche.
Bueno, eso no es del todo cierto: mi madre está mirando el atardecer y yo estoy mirando a Agoney, que está prácticamente en frente, apoyado con los codos en la valla; su hermana estaba con él hace un momento, pero se ha marchado. Y como estamos en la cuenta atrás para que todo esto acabe, no dudo en levantarme de donde estoy y dirigirme a él directamente, sin dar explicaciones a mi madre, porque no creo ni que le moleste.
Cuando estoy a escasos tres pasos de él, acelero el ritmo y le agarro los hombros desde atrás, intentando asustarlo.
El canario ni parpadea.
—¿Qué haces? —me pregunta.
—Repite eso —le pido.
Enarca una ceja un momento, pero acaba por sonreírme y lo repite, recalcando el seseo y la aspiración sólo para mí.
Me pasa una mano por el pelo, se abre un poco para que me acomode a su lado y yo imito su postura, colocando los codos sobre la valla.
—Es precioso, ¿verdad? —comenta.
—Sí.
Estoy mirando al agua, en busca de las glamurosas ballenas italianas que Agoney y yo vimos la primera noche que no nos odiamos. Estoy taladrando el suelo con el talón de mi pie derecho cuando el músico me habla de nuevo.
—Te noto distraído, chiquitito.
Sacudo la cabeza y sonrío para tranquilizarlo.
—Estaba pensando que voy a contárselo a mis padres mañana —le explico—. Iba a hacerlo hoy, pero...
—Pero no quieres que se enteren de adónde te vas a escapar esta noche —me interrumpe, acabando él.
Asiento con una sonrisa que espero que no me delate, porque esta noche va a ser diferente al resto y definitivamente diferente a lo que Ago se espera.
No le he mentido, aunque tampoco le he dicho toda la verdad. Claro que estoy distraído. No sólo eso, estoy atacado de los nervios. Al borde de un cuadro de ansiedad. Bueno, no tanto. Sí, sí, en realidad, sí, pero es que no podía dejar pasar la última noche en el barco como si nada.
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WAVES
FanfictionAgoney desapareció en medio del caos. Raoul no va a parar hasta encontrarlo. ✈ IMPORTANTE: Esta fanfic es a.u., una historia que tenía pensada de hace mucho que simplemente he adaptado a Ragoney. Habrá cosas que concuerden con la realidad (puedo nom...