Gratitud

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Marco, el hombre drogadicto que habíamos raptado, despertó dentro de una celda fabricada con barras de metal incrustadas en el suelo. Estaba frio y había poca luz que provenía del otro lado de la habitación que se encontraba separada por una cortina de plástico negro. Por la poca luz que se colaba, vio que el lugar donde se encontraba no era tan grande, parecía un almacén de al menos unos 16 metros cuadrados. No veía puerta alguna más la de su celda la cual contenía solo una colchoneta y una cubeta.

Tras la cortina comenzó a escuchar sonidos. Pero los efectos de la droga estaban desvaneciéndose poco a poco, causándole mareos y visión borrosa.

― ¿Quien está ahí? Por favor― dijo el drogadicto trabándose un poco en cada palabra que escupía― No tengo nada por favor, déjenme salir.

De pronto algo llamó su atención, algo que estaba esparciéndose por el suelo a unos pocos centímetros de él, cuando vio la roja sangre bajo la luz de la cortina, no pudo ahogar un grito que lo hizo pegarse a la pared al final de la jaula.

Brenda y yo estábamos desollando el torso, cuando aquel grito nos hizo dar un brinco por la sorpresa.

― ¿Puedes seguir tu sola? ― Le pedí a Brenda mientras me quitaba las gafas que me cubrían la cara.

Ella asintió con un movimiento de su cabeza, y siguió en su labor.

Salí tras la cortina y ahí estaba el hombre, hecho un ovillo contra la pared, mirándome fijamente. Cuando se fijó en el rojo brillante de mis ojos y la sangre que estaba en toda mi vestimenta de carnicero, no contuvo el terror y vomitó escandalosamente fuera de la celda.

―Para eso era la cubeta― le dije mientras tomaba un banco y me sentaba frente a él.

―Señor por favor no me haga nada ― dijo aquel hombrecillo entre llanto y sorbiéndose la nariz―No me mate por favor no he hecho nada malo.

― ¿Hace cuánto te drogas? ― Le pregunté tranquilamente. Él se quedó intrigado por mi cuestionamiento por unos segundos.

―Señor si es eso le juro que no volveré a hacerlo, es más, le digo quien me la vendió, por favor señor no me mate ―decía con desesperación mientras tomaba los barrotes suplicando piedad.

―Solo contéstame, ¿hace cuánto te drogas?

Marco se quedó callado, respirando con dificultad mientras hacía cuentas mentales

―2 meses señor

― ¿Seguro? ― Le pregunté, dudaba en la sinceridad de su respuesta

―Si señor se lo juro, fue por el hambre, por favor no me mate.

Me levanté tranquilamente de la silla y me giré para seguir ayudando a Brenda. Ignorándolo por completo en su suplica.

―De ahora en adelante serás desintoxicado de las mierdas que te metías.― le dije sin siquiera mirarlo― Te va a doler, demasiado, quizá hasta me pidas que te mate antes.

―Pero por que hace esto si yo no le he hecho nada― lloriqueó pegando la frente en los barrotes.

―Por hambre― le dije al entrar de nuevo por la cortina.

Crucé la cortina y escuche como aquel drogadicto se sumía en la miseria del llanto al comprender su destino.

Tomé mis gafas y el filoso cuchillo que estaba en la mesa a un lado del torso que estaba ya casi a poco de quedarse sin piel. Brenda estaba muy concentrada, para ser la primera vez que se ponía a hacer trabajos de rastro, lo hacía bien.

GDL GhoulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora