Indicios

41 7 2
                                    

Llegó el punto en el que no podía soportarlo más, estaba tan extasiado que no controlaba lo que hacía. Sentía cada sensación multiplicada en mi cabeza. Mi kagune aumentaba y disminuía a ratos, tanto por el placer como a mi instinto de alimentarme en esos momentos.

Ambas manos aún mutadas por el kakuja, se clavaban en su piel, lentamente sentía como rasgaba sus muslos y más arriba aún. Apretaba sus nalgas para tratar de controlarme, pero eso sólo aumentaba la excitación de ambos. Sentía también sus uñas arañar mis brazos. No acariciaba ya mi espalda por miedo a que las espinas de cristal que salían de mi espalda la dañaran. Pero nos importaba poco en ese momento.

La admiré por bastante tiempo mientras seguía invadiendo su interior. Mi mirada se quedó fijada en uno de sus hombros. Se notaba su arteria carótida palpitando en su cuello. Cómo sus músculos se tensaban, y una ligera capa de sudor hacia brillar su piel con la iluminación del teatro.
Esa imagen combinada con el sonido de sus gemidos diciendo mi nombre despertó un nuevo instinto en mí. Abrí mi boca lo más que pude y le di un fuerte mordisco en el hombro, al mismo tiempo que sentía como su interior se contaría tanto que me sentí atrapado. Sus piernas se pensaron a mí alrededor, temblando descontroladamente escuchando un grito ahogado que salía de su boca.

El sabor de su carne me hizo sentir un cosquilleo en mis entrañas, me hizo agua la boca. Ese cosquilleo se recorrió aún más hacia abajo al sentir la gran cantidad de presión que estaba ejerciendo el interior de Brenda, y para rematar, ella recorrió toda mi espalda con sus uñas, rasgándome tan profundo que sentía arder mi piel.

Salí rápidamente de ella, estallando sobre ella.

―Vaya desastre― dijo Brenda respirando agitadamente y comenzando a reír.

―Lo lamento― me disculpe también respirando con dificultad.
Ella subió sus manos a mi cabello de nuevo, acercándome a ella para besarme otra vez.

Quedamos recostados ahí, mirando la luna escondida entre las nubes que se asomaba de vez en cuando, iluminando todo debajo de ella.

Brenda llevaba puesta mi chamarra de cuero, se sentía el frío de la noche de invierno en la ciudad. Estábamos tranquilos aún, pero vimos que un helicóptero estaba al oeste de la ciudad, comenzando a alumbrar las calles. Rápidamente Brenda y yo comenzamos a vestirnos de forma acelerada para escapar.

― ¿Las máscaras dónde están? ― le pregunté.

―yo las tengo, aquí está la tuya― dijo extendiéndome la mano para tomarla. Ya completamente arreglados nos fuimos del lugar.

Caminamos bastante para poder alejarnos del lugar de la batalla, ocultamos nuestras máscaras y empezamos a caminar como una pareja normal que iba por el centro de noche. Cerca de San Juan de Dios pedimos un taxi para que nos llevara de nuevo a casa. Pudimos ver como la cantidad de helicópteros había aumentado en el cielo.

Cuando por fin nos alejábamos poco a poco hasta ya no ver nada en el cielo, exhale aliviado de que por fin todo se había terminado. Brenda se recostó en mi hombro, no habíamos hablado desde que huimos de los reflectores aéreos.

― ¿Cansada?― le pregunte recargando también mi rostro en su cabeza, al sentir que no rechazaba ese gesto me sentí aliviado.

―Exhausta diría yo― me dijo un poco somnolienta.

Noté que estaba viendo el collar, acariciándolo un poco mientras luchaba por no dormirse. Empecé a frotar mi rostro contra su cabello suavemente, haciendo fluir ese aroma que me encantaba tanto en ella.

―Duerme un poco, tardaremos en llegar. ― le dije con voz suave.

Al ver que no me respondió, supuse que ya se había dormido, lo cual me hizo sonreír sin ningún motivo.

GDL GhoulsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora