Capítulo 1

30 0 0
                                    


A mediados de invierno, en un lugar muy frío, nadaba una joven por el agua cristalina, tranquila y relajadamente en aquel lago que quedaba a trescientos metros de su pueblo. El agua estaba fría, casi congelada pero, a aquella joven no le importaba lo más mínimo.

Mientras se hundía en el agua, algunos peces acariciaban su suave piel al igual que su cabello rubio blanquecino, que le cubría la espalda hasta su cintura.

Después de unos segundos, sacó la cabeza a la superficie a tomar oxígeno y decidió salir. Mientras iba caminando por el lago con fondo rocoso, mostraba cada vez más su piel pálida y desnuda al descubierto. Se acercó hasta una gran roca donde antes dejó sus prendas y comenzó a secarse con unos paños viejos y descoloridos. En ese instante, escuchó un ruido que provenía de sus espaldas.

—¿Quien anda ahí? —Se giró sobresaltada.

—­Perdón. —Se disculpó una voz masculina.

En ese instante se asomó un joven detrás de unos arbustos, que al instante provocó que a ella le dejara sin aliento y que el tiempo se congelara al igual que su panorama.

Era alto, poco musculoso, cabello cobrizo alborotado con ojos verdes y con mucho mejor color de piel que ella.

La joven atónita parpadeó continuamente creyendo que no era una ilusión. —Sí, tenía razón, un humano estaba frente a ella. —Se decía para sí misma. Era la primera vez que veía a uno y no era tan distinto a ella.

Su corazón frío bombeó más rápido de lo normal y no por ver a un humano por primera vez tan atractivo, sino por lo peligroso que podría ser.

—Creí que alguna persona... ¡Eres una...! —Se interrumpió así mismo anonadado, mientras observaba aquellas espirales oscuras situadas en la parte superior de sus clavículas y un símbolo parecido a un copo de nieve en su cadera. —Shh... —Fue rápido a cubrirle la boca con su mano pálida y fría pero, al segundo de tocarle se quemó y retiró la mano con dolor.

Ese dolor, ese calor, era la primera vez que lo había notado, tenía miedo y a la vez interés en aquel joven pero, sabía que podría ser muy peligroso si se acercara más de lo debido como ahora.

—¿Estás bien? —Dijo él directo hacia ella, pero la joven se alejó más. Comprendió parte de lo que acababa de ocurrir. —Tranquilo. —Contestó jadeando.

Aquel humano estaba bastante sorprendido, todavía sentía aquel frío que le había agrietado los labios. No se lo podía creer, él había leído libros, escuchado mitos y leyendas en los que frente a esta situación cualquier humano hubiera huido pero, aquella chica, si se le podía llamar así, no asustaba ni se la veía con malas intenciones, al contrario, ella era hermosa con una melena rubia blanquecina, piel muy pálida, labios gruesos, mirada de hielo como su color, voz dulce y suave, estatura media y una figura un tanto envidiable por cualquier mujer.

—No sabía que las Lifas existían. —Susurró.

—Ni deberías saberlo. —Comenzó a vestirse apurada sin perder de vista al humano.

—He leído libros y me han contado historias sobre vosotros pero, nunca había creído en ello. —Daba pasos lentos hacia ella inseguro, como una persona que se adentraba en la boca del lobo, pero no podía resistirse al notar las intenciones de la joven.

Ella preocupada ante su acercamiento, pensó más en desaparecer de aquel lugar y terminar la conversación con la única cosa que le habían prohibido.

—Y deberás seguir creyendo eso. —Contestó fríamente.

Confusa y dando por hecho que había terminado aquella conversación, decidió echar a correr un poco asustada y el humano la siguió.

Corrían entre la vegetación de aquel bosque, esquivando cada árbol y cada arbusto con la respiración muy agitada. La joven giraba la cabeza hacia atrás constantemente intentando alejarse más y más pero, aquel calor que sintió hace unos pocos minutos la había debilitado.

El joven sin esfuerzo alguno aceleró su velocidad, no quería que aquella Lifa se escapara y mucho menos hacerla daño, pero estaba muy interesado y a pesar de que sabía que podría sufrir algún daño, también sabía que no se presentaba una oportunidad así en la vida.

Él cada vez estaba más cerca y ella cada vez estaba más cansada, se situaban a muy pocos metros y a este paso a centímetros, la joven sabía que no podía aguantar más y frenó en seco. En ese instante estiró el brazo y trazó una línea imaginaria en el suelo y pocos segundos después comenzó a ascender un muro grueso de hielo.

Ambos parados frente el uno al otro obstaculizados por aquel muro, podían verse la figura de cada uno distorsionadas.

Ella notaba aquel calor que desprendía el humano desde esa distancia que hacía que supiera lo que es el verano y él notaba aquel frío que hacía ponerse el vello de punta.

Estaban confusos, querían estar juntos y a la vez no, era algo posible como imposible.

—¿Quién eres? —Preguntó él finalmente observando como poco aquella figura desaparecía.

En ese momento comprendió que acababa de esfumarse la cosa más maravillosa que había visto nunca. Sin embargo, él notaba algo, aparte de aquella sorprendente magia, notaba un presentimiento, aquel que le decía que no iba a ser la primera ni última vez que se iban a ver.

Sangre FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora