Capitulo 3

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Asomó por fin por la puerta Bella, la cerró y apoyó la espalda sobre la puerta, cerró los ojos intentando contener su rabia a la vez que inspiraba y expiraba repetidas veces.

—No le soporto de verdad. —Expresó en alto esperando no ser respondida.

—¿Ya has vuelto Bella? —Le contestaron lo que sus ojos mostraron sorpresa.

Se puso derecha y empezó a andar hacia su habitación, claro estaba que se iba a encontrar con aquella voz dulce que se acababa de escuchar, por lo que intentaría hablar de otra cosa.

—Ehh...Sí. ¿Tú no estabas en casa de mi madrina? —Hablaba en alto mientras caminaba por la cabaña poco espaciosa.

La cabaña constaba de cuatro salas, la sala de estar, en la que había una mesa redonda con cuatro sillas a su alrededor, a su derecha rozando el final de la pared de madera, se situaba una mesa alargada con cuatro fogones y en la parte de arriba unos cuantos muebles para guardar cubiertos, platos, vasos, etc. El baño en el cual como mucho cabían dos personas a la vez, había un pequeño lavabo, un váter y una ducha de la cual conectaba con el suelo y no se llevaba a encharcar por la diminuta rejilla del suelo. Finalmente las habitaciones tenían lo mismo, la única diferencia era el tamaño de los muebles ya que en una habitaban dos personas y en otra una, había una cama, una mesilla y un armario, suficiente para ellos.

—Sí, pero ya he vuelto. —Al doblar la esquina Bella se encontró con una mujer doblando unos trapos sentada en la cama. Ella entró directa a su habitación y comenzó a abrir los cajones de su armario.

—Ah vale. —Empezó a desmoronar todo.

—¡Oye que lo acabo de doblar!—Le regañó.

—Lo siento Mamá. —Se apresuro a intentar volver a colocarlo.

—Es que no encuentro mis guantes, ¿tú sabes donde están?. —Rebuscaba hasta el final de cada cajón.

Su madre no se parecía en nada a ella, aunque tuviera los comunes rasgos de su raza, sus facciones eran más bastas que las de Bella, ojos más grandes, nariz, labios, eso no implicaba que no fuera tambien muy guapa, solo que jamás pensarían que son madre e hija. Lo único que tenían en común era la estatura, medían 1'73cm y la terminación de su nombre, Mikaella.

—Sí, creo que están por aquí. —Apartó a un lado el trapo y se acercó a Bella, dispuesta a ayudarla a buscar.

—¿Para qué los quieres? ¿Se te ha vuelto a descontrolar la magia? —Esa pregunta la pilló tan de sorpresa que no sabía que contestar.

—Eh, eh... no, sí, no—tartamudeó. —Aquí están.— Sacó Mikaella los guantes de color beige. —¡Gracias! —Se los puso rápidamente.

—¿Y que tal con Laia? —Preguntó Bella para cambiar de conversación, improvisar no se le daba muy bien pero, desviar el tema se le daba de lujo.

—Pues bastante bien. —Se volvió a sentar en la cama para seguir doblando la ropa. —Me ha estado comentando sobre un libro nuevo que ha conseguido con diferentes trucos de magia, también me dijo que te comentara si te interesaba ir a probarlos con ella. —Prosiguió.

Laia, su madrina, es la que más le ha ayudado a saber más sobre su magia, ya que la marca de ella es de una luna, lo que significa que a parte de ser Lifa, tiene otro tipo de magia que no es muy común y solo lo poseen cinco personas en el pueblo, lo que sería reconocida como una Hechizera, Bella tiene la suerte que una de ellas esté a su alcance ya que más de una vez le ha salvado de algún percance.

A ella se le iluminaron los ojos de pensarlo, muchas dudas tenía desde hace unas horas "¿Con qué conjuro podrían quitarme la herida?" o "¿Hay alguna manera de tocar a un humano sin quemarse?". Aquel libro y su madrina podrían ayudarla seguro.

—Ni que fuera una rata de laboratorio. —Se echó a reír.

—Pero no digas esas cosas Bella. —Le regañó Mika.

—Era broma Mamá, claro que iré.—Sonrió aflojando la seriedad con la que se lo había tomado su madre.

Bella cogió un vestido largo beige con unos cordeles de color rojo en la zona del escote y una chaqueta de lana que le llegaba hasta las rodillas color crema, sabía que realmente esos colores no favorecían con su piel pero le encantaba el blanco. Se metió en el baño y se cambió de ropa, cuando finalizó se miró en el espejo, se veía igual que siempre, una cara bastante aburrida, como solía decir ella.

Cuando salió cogió un papel en blanco y una pluma, se sentó en la mesa del comedor y se quitó los guantes para escribir, necesitaba contarle a alguien lo que acababa de sucederle pero, sabía que eso provocaría algún conflicto. En el papel, nadie la juzgaría.

Hoy no es un día común, hoy es un día totalmente diferente a todos aquellos en los cuales hago mis labores, hoy es lo mejor que me ha sucedido en diecinueve años, incluso mejor que sentir el cosquilleo de la magia cada vez que controlo el agua, ya que después de mucho tiempo he notado lo que es el sentirme viva.

Aquel calor que recorrió todo mi cuerpo, no era parecido a mis duchas de agua templada, ni a aquel fuego que desprenden los fogones de la cocina. Era doloroso pero reconfortante, aunque hiciera daño, se sentía bien, pero muy bien.

Aquellos labios se quedaron dañados debido a mis manos, fui una ingenua creyendo que eran mentira los mitos donde hablaban de que el calor que desprendían los humanos era insoportable que podría causar debilidad y en casos extremos la muerte. Irónico que me haga sentir tan viva, ¿no?

y aquel humano, era igual que yo, no era malo ni quería hacerme daño como todos decían, tenía la misma expresión que yo, sorpresa y unos ojos verdes que hablaba de la curiosidad mutua que teníamos. Hice bien en marcharme, a pesar de que no quería, quien sabía realmente sus intenciones o si después de haberme conocido me hubiera seguido hasta Serindia.

Sin embargo, mentiría si digo que no tengo ganas de volver a mi lago, de volver a verle.

—¿No te ibas a casa de Laia? —La voz de Mika sonó a escasos metros de Bella. Se asustó y dobló la hoja en cuatro como pudo mientras se levantaba de la silla.

—Si, si. Solo que tenia que...que...bueno ahora salgo. —Contestó sin apenas mirarla haciendo camino hacia su habitación.

Cuando llegó cerró la puerta y comenzó a dar miles de ojeadas a todas las partes de la habitación, tenía que encontrar un buen sitio para esconder sus pensamientos, sin embargo, después de unos minutos comprendió que lo mejor sería romperla para evitar que algún descuido provocara que aquel papel fuera leído, solo que no tenía tiempo en esos momentos de pensar donde tiraría los restos, con lo que lo guardó dentro de unos de sus libros favoritos, Lugares prohibidos.

—Bueno pues ya me voy Mamá. —Anunció Bella mientras salía por la puerta de su habitación enrrollándose una bufanda roja por el cuello.

—Vale, ten cuidado.—Mika se acercó a darle un beso en la mejilla.

—Lo tendré. —Sonrió.

Salió de su casa y se colocó los guantes antes de emprender el camino hacia sus respuestas.

Sangre FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora