Capítulo. 15

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—¿¡Me estás diciendo que la persona que te gusta es un humano!? ¿¡Ni más ni menos que un humano?! —Laia deambulaba de un lado a otro. —¿Pero sabes la clase de problemas que puedes llegar a tener? Encima ahora estás prometida Lara. —Miraba con ojos piadosos a Bella. —Siempre te he apoyado en todo y me he sentido el poli bueno y poli malo con tu madre pero, esto, esto... 

—¡Escucháme! —La cogió por los hombros. —Lo primero tranquilízate. ¿Te crees que no sé las consecuencias que puede llegar a haber, con mi familia, conmigo, con él...? Soy consciente pero, tú y todo el mundo debéis saber que no eliges a la persona, surge. Desearía que fuera todo más fácil o no sé, otras circunstancias pero son las que han aparecido. 

—¿Y qué esperas de mi Isabella? —Negaba con la cabeza.

—Que lo entiendas sé que es muy complicado pero de todo lo que te he contado el problema no es Markos... —Desvió la mirada —Me van a obligar a casarme con alguien que no quiero y que además es capaz de hacerme daño mental y físicamente. Hazme caso que Markos está en un segundo plano y que primero estoy yo con la clase de vida que pretenden ofrecerme. 

—¿¡Físicamente!? ¿¡Fue ese animal el que te hizo eso en la cara!? Ahora mismo voy yo a usar todos esos cuchillos de caza que tiene en la tienda para dársela a él. —Fue directa a salir por la puerta pero Bella la agarró por el antebrazo. —Quieta ahí.

—No, Bella, No. Me puedes pedir muchas cosas pero, esta no. —Estaba que echaba furia. —No te va a servir de nada que hagas o digas nada, ¿te crees que no lo he intentado yo? —Le contestaba.

Laia comenzaba a morderse las uñas de las manos, y el esmalte poco a poco iba descascarillándose, le daba igual el sabor a pintura, necesitaba estar entretenida con algo para calmar sus nervios. los cuales no cesaban a cada imagen que se proyectaba en su cabeza. Bella sentía un poco ganas de llorar pero, no quería dedicar más lágrimas a Enzo, hoy era un día maravilloso y a pesar de todo esto, él no iba a arrebatarle el único día que podía sentirse bien.

La linfa medio bruja, fué en busca de sus libros, necesitaba su ayuda, para pensar, para conseguir algo. ¿El qué? No se sabía pero, cuando apareciese, lo sabría.

—Se lo comenté a mis padres, ellos lo saben y... quieren que continúe con él. —Quería omitir la metedura de pata pero sabía que tarde o temprano se iba a acabar enterando.

—¡¿Perdona?! Ahora mismo voy a hablar con tus padres. —Dejó de ir en la dirección que tenia pensado para volver a dirigirse a la puerta. —¿Acaso están locos? Se supone que tus padres deben de querer lo mejor para sus hijos y esto, no está siendo lo mejor. 

—Lo sé. —Se colocó delante de la puerta mientras se mordía la lengua. 

Laia paró en seco y observó esa mirada, aquella cuando desaparecían galletas poco después de hornearlas y decía que había la misma cantidad que cuando entraron en el horno, o cuando llevaba los bolsillos lleno de bolas de nieve y fingía que las había hecho aparecer. Entornó los ojos.

—Hay algo más que no me quieres decir. —Confirmó.

Bella desvió la mirada a las líneas que formaban la madera mientras se hacía el silencio. No quería pero, tenía que decirlo.

—Estoy sufriendo chantaje. —Se hizo el silencio. —Por parte de Enzo.

—Mira Bella, en estos momentos me vas a explicar todo sin dejarme a medias tintas, ¿me has entendido?

***         

El tintineo de la campana sonó al toque de la puerta, el cliente se sacudió la nieve de las botas en la alfombra que se encontraba nada más entrar en la tienda antes de pisar los tablones de madera. Enzo, que ya se encontraba en la tienda, levantó la vista de sus papeles y entonces le vió.

Sangre FríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora