Capítulo 8

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Cuando entré, la habitación de Katsuki estaba vacía como siempre, solo estaba él con su laptop en su cama azul. Me miró cuando aparecí, dedicándome una sonrisa cansada que se asomó en su rostro.

—Estás empezando a verte tan jodido como yo —remarcó mientras asentía al ver mi ropa suelta y mi gorro con cierta sorpresa en su rostro.

Me encogí de hombros y me senté en mi silla, subiendo mis pies a un lado de su cama.

—Hoy no fue el día de los pantalones ajustados en el apartamento de los Midoriya-Todoroki.

—Creo que para mí nunca hay días de pantalones ajustados. —Colocó su laptop a un lado, cerrándola con un pequeño click.

—Bueno, no es tan grave —le dije sonriendo ampliamente—. Tengo algo para ti.

—¿En serio? —Alzó una ceja mientras miraba mi bolsa, la abrí y busqué dentro de ella.

Estaba muy agradecido por su llamada de la noche anterior. Quería hablar sobre lo que me había pasado, estaba pasando por un duro momento. Hacer la cita con el doctor fue difícil para mí; pero si me diagnosticaban de nuevo con cáncer, yo se lo diría. Juro que lo haría.
Saqué el dibujo de mi bolsa y se lo di en sus manos.

—Cortesía de Kota, mi favorito, tiene siete años.

—Excelente trabajo con los colores —remarcó con una sonrisa y con una felicidad genuina en sus ojos—. ¿Es un paciente?

—Tiene linfoma. Es el niño más dulce que puedas conocer, y es realmente bueno coloreando.

Katsuki  trazó la línea de uno de los delfines con su dedo y luego colocó el dibujo en su mesita que estaba al lado de su cama.

—Bueno, ¿quién no es bueno coloreando?

—No he conocido a nadie que sea bueno coloreando y que me guste hablarle a la misma vez —le dije mientras dejaba escapar un bostezo, me sentía cansado.

Él asintió levemente mientras cambiaba de tema.

—No dormiste mucho ayer, ¿verdad?

Le respondí asintiendo mientras cruzaba mis brazos en mi pecho.

—Creo que fue obvia la llamada.

Él elevó sus manos en forma de inocencia y sus ojos brillaban con cierta luz.

—Oh, ya veo cómo es esto... Me necesitas en la puta noche, y luego en la mañana soy una muerda  para ti. No te preocupes, no me lastimas.

—Cállate, no seas tan dramático. —Golpeé en su pierna con mi pie mientras lo miraba.

Me dio una sonrisa traviesa mientras colocaba las sábanas alrededor de su cintura y se acomodaba en las almohadas que tenía en su cabeza.

—No quiero callarme.

Le saqué la lengua mientras me resistía de darle otro golpe con mi pie.
Me dio una pequeña sonrisa y yo se la devolví en gesto de amabilidad, mientras nuestros ojos se encontraban en una forma tan especial que parecía que mi corazón se saldría por mi garganta.

—Creo que me gusta más cuando hablamos de ti —le dije, sintiendo una brisa de aire a pesar de que tenía mi chaqueta.

Katsuki se encogió de hombros y me miró.

—Bueno, ya sabes cómo me siento cuando quieres que te hable de mí.

Me estaba comenzando a sentir como él, pero no en la forma que él creía.

—Nah, pero hablar de ti es mi trabajo.

—¿En serio? —preguntó—. Creí que tu trabajo era llevarme a la panadería y darme ricos pastelitos Deku.

Sostenme, me estoy cayendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora