El caído.

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En una sociedad dónde los ángeles reinan y son alabados por poseer una belleza efímera, dónde los demonios son aborrecidos y despreciados por completo y  los Datenshi son una completa deshonra, siendo más que denigrados por ambas jerarquías, son considerados un estorbo, un completo desperdicio.

Thom el jóven Serafín ejemplo, aquel chico popular que gozaba de la admiración y alabo de los ángeles a su alrededor, el chico adonis de belleza inigualable, su clan, el mejor en todo el lugar, cientos de personas tras él, mendigando una pequeña sonrisa, una pequeña mirada, le comparaban con el mismísimo Dios. Thom no se hacía del rogar, decía y aclamaba ser mejor que Dios, muchos le consideraban blasfemo, otros se reían de su mala broma y otros simplemente se limitaban a aceptar sus ideas y enaltecimientos severos.
Hoy era Jueves, jueves de molestar al inútil caído, Thom y su clan eran los que se encargaban de convertir aquel paraíso en el infierno para los pocos desafortunados.

— ¡Bienvenido Datenshi! ¿Te sientes digno de volver? ¿Con esas alas rotas y ese terrible desempeño que tienes en todo? ¡No deberías volver! No deberías ensuciar el nombre de los ángeles, no mereces si quiera portar unas alas... ¿¡Qué les parece si las cortamos?!—Alardeaba con todos, burlándose de aquel chico que no había logrado ascender de manera correcta, quedándose a la mitad, en un limbo, Thom siempre jugaba con sus alas, quebrandolas y haciendo cortes lo suficientemente profundos para tirar a pedazos sus plumas.

Nadie hacía nada, todos reían y se regocijaban, sus risas burlonas retumban en su cabeza haciendo ecos, entrando y golpeando en lo más profundo de su ser, todos gritando maldiciones, deseando la pronta muerte de aquel desafortunado. ¿Quién lo diría? Los ángeles pueden ser igual de malos que los demonios.

— ¡Maldigo el día en que pisaste éste sitio! ¡Maldigo el día en que creiste ser un ángel! Maldigo el día cuándo se te concedieron esas alas...—Escupiá de manera venenosa todas aquellas palabras, haciendo cortes en cada una de sus alas, dejando un buen puñetazo en su mejilla derecha.— ¡Rocko, ojalá y algún día esas alas dejen de sanar y tú termines bajo mis pies, enterrado bajo la tierra!

Se alejó dejando a aquel chico azabache tirado en el suelo, lleno de sangre y su rostro bañado en lágrimas, sus manos temblaban y su piel ardía, de nuevo sus alas en el suelo, cubiertas de sangre que escurria por su espalda, de nuevo esperar largos meses de dolor para que crecieran aquellas alas que tanto cuidaba.

— Te odio... te odio Thom...—Murmuró para sí mismo cubriendo su rostro con sus manos, sintiendo una horrible presión en el pecho, su cabeza dar vueltas y de nuevo la inconsciencia implantarse en su ser, sintió unos brazos fuertes rodearle, cargandolo con algo de dificultad de camino a la enfermería, una fragancia, una suave fragancia masculina, muy peculiar, digna de un ángel de rango alto.

Al llegar a la enfermería con aquel chico herido en brazos le dejó en la camilla boca abajo, una amable enfermera lo atendió y dijo con preocupación.

— Es la segunda vez ésta semana que viene tan herido... La vez pasada sólo fue su cuerpo, ésta vez fueron sus alas... ¿Qué clase de monstruo hace eso? Las alas de un ángel son lo más preciado para cumplir aquella labor que se nos impuso.... No sé quién tiene el poco corazón cómo para dañar a éste bello áng...

— No es un ángel y nunca lo será, sus alas están rotas y por más que crecen no lo hacen cómo deben, no puede volar cómo nosotros, no diga estupideces.—Era Thom, aquel que se encargaba de humillarlo, de provocarle el mayor dolor posible, el verdugo que ayudaba a su víctima ¿Porqué? Ni él mismo lo sabía.

Dio media vuelta saliendo de la enfermería, topandose con más personas que mendigaban un poco de su atención, pero él decía que nadie merecía de ella o si quiera su mirada, por eso nunca había salido con ninguna chica, o intentado algo más, sólo le gustaba gozar de los privilegios de ser el mejor, dándole las mejores misiones a él y su clan, sólo ellos, los mejores, merecían que les dirigiera la palabra.

— ¿Qué pasó? ¿Qué estoy haciendo aquí?—Murmuró el azabache sentándose en la camilla con aquel conocido dolor implantado en su espalda, aquel ardor de una herida en carne viva, pero estaba acostumbrado, de nada servían las pastillas, pues el dolor aumentaba conforme crecían, esas alas habían sido su don y su maldición al mismo tiempo.

— Aquel chico... de nuevo te quitó las alas... pero ya verás... La justicia de Dios actuará sobre aquellos que no estén en su gracia.

— ¿Dios? Já, si Dios amara a todos por igual no habría hecho el infierno y a los ángeles caídos... si Dios nos amara a todos por igual nadie sufriría...

— Muchacho, no digas esas cosas, te arrepentirás por todo aquello, sólo Dios sabe porqué hace las cosas, sólo él sabe la misión de cada ser en éste mundo.

— No todos tenemos una misión, no todos nacimos en la gracia de Dios.—Se levantó de la camilla y caminó a la salida, se detuvo al escuchar aquellas palabras que parecían más una amenaza.

— Dios castigará a los que osen insultar su divinidad  acabará con los que no tengan una misión en el mundo y lidiará con los que merezcan su reprimenda...

Ignorando aquellas palabras caminó fuera, buscando por los pasillos a su verdugo, encontrandolo, cómo siempre, en el patio trasero de aquella "academia"

— Thom...

— ¿Qué quieres inútil?

— Te dije que no me volvieras a tocar... ¿Lo olvidaste?—Dijo con voz severa, intentado ocultar su miedo, metiendo sus temblorosas manos en su sudadera.

— ¿Qué me harás? No me jodas.—Río burlonamente con aires de grandeza, viéndolo por encima del hombro.— Cuándo tú me hagas algo... Esas alas desaparecerán por completo... No volverán a crecer y tú serás un desterrado.—Dijo burlón, mofandose de la ira que emanaba aquel indefenso chico.— Hazlo, no tengo problema en que por mi te destierren.—Río de nuevo y se puso de pie.

Rocko lamentaria esa decisión por el resto de sus días, tomó el cuchillo, empuñandolo con fuerza, corriendo hacía aquel ángel de reputación inmanchable, con todo el odio que su alma encerraba clavó hasta las entrañas aquel cuchillo cocinero. Pero Thom no se quedó atrás, ya una pequeña navaja hacía una insicion en su yugular, viendo el suelo mancharse de sangre y con ello la ira aumentar, Rocko sacó el cuchillo y lo enterró una y otra vez en el cuerpo del contrario, atinando a cualquier sitio, sin importarle que ocurriría después, hasta que todo se colocó negro, tenía frío, vio el cuerpo inerte de Thom mientras él yacía a su lado.

Los ángeles no morían, eso sólo Dios lo elegía, fueron llamados a su presencia, siendo juzgados por sus acciones anteriores y posteriores a aquel atroz acto, fueron condenados al destierro, sus alas fueron eliminadas, sus derechos cómo ángeles abolidos, enviados a un sitio desconocido.

Abrió los ojos, estaba en un cuarto blanco, lleno de personas vestidas de azul... Todos examinando su cuerpo, revisando una máquina con una línea desconstante que emitía un chirriante sonido, muchos tubitos atados a su cuerpo, su garganta estaba seca, sus ojos ardían y algo dolía en su abdomen.

— ¡Hey! ¡Hey!—Chasqueaba los dedos frente a él, recuperando su atención.— ¿Recuerdas cómo te llamas? ¿Quién eres? ¿Cuántos años tienes?

¿Qué? ¿Años? Eran incontables, posiblemente unos cuántos miles, miró extrañado a toda esa gente, no tenían alas, no tenían cola o cuernos ¿Qué eran?
Pronto recordó aquellas clases en la Academia, dónde enseñaban los tres reinos: El Paraíso, la Tierra y El Infierno.

Estaba en la Tierra.








||• ¡Hola! Bueno, vengo aquí para aclarar el título "Ramé" significa algo que es caótico y hermoso al mismo tiempo. Éste estará basado en la angiologia y la demonologia, si gustan leer algo para comprender mejor... Bueno, gracias por leer. 💕

I'm Out.— Mochi •||

Ʀαʍέ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora