Gato. II

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Una serie de preguntas asediaron al ex-ángel ahora demonio por parte del más alto, quien no paraba de hablar y preguntar mientras el oji-verde se limitaba a responder con "Si", "No", "No sé" o sólo le dedicaba una mirada fastidiada.

— ¿Entonces... No crees que la nieve es algo cómo casi oro...? Es decir, nunca vimos nieve allí arriba, nunca sentimos frío o calor, ¡Ser un humano es increíble!

— ¿Realmente me estás preguntando sobre la nieve? ¿De qué clase de mala película o serie sacaste la idea de qué hablar sobre el clima era un excelente tema de conversación?—Reprochó hastiado el demonio mirando mal al misionero, mientras el otro reía nerviosamente rascándose la nuca— Creí que eras más interesante...

La risa nerviosa del azabache se cortó, mientras su cabeza se agachó un poco al igual que su vista, entonces pasó en su mente el verdadero tema al que quería llegar pero temía tocar.

— Thom... ¿Recuerdas que pasó luego de qué...?

— ¿De qué nos apuñalaramos? No sé exactamente qué, pero desperté en... No sé dónde desperté, el punto es que hay un momento completamente en blanco en mi memoria, ¿Porqué preguntas eso?

— Creí que tú tendrías una idea más clara de cómo fue que llegamos aquí, yo desperté en un hospital... No tengo idea cómo llegué allí... Pero esa no era realmente la pregunta que quería hacerte...

— ¿Porqué insistes en el misterio? Sólo pregunta y ya... Si te ganas un golpe será tú culpa.

— ¿Porqué siempre me molestabas? ¿Porqué siempre querías quitarme mis alas?—La voz del alto sonó apagada, falta de esa energía y vitalidad que siempre poseía y lo caracterizaba— Yo jamás hice algo para merecer esos tratos tuyos, ¿Entonces porqué...?

— Te tenía envidia...—Interrumpió el castaño mirando a otro sitio— ... Sólo por eso, te tenía envidia.

— ¿Pero... Cómo... de mí... qué, porqué?—La confusión del de ojos chocolate se hizo presente de inmediato, el entrecejo algo arrugado intentando descifrar algo de su vida pasada que el gran Serafín pudiese envidiar, pero no había nada, absolutamente nada que él considerase envidiable de su persona— Yo... hablo en serio, Thom...

— ¿Tengo cara de estar bromeando? Claro que no... Es la verdad, te tenía envidia... Envidiaba que todos siempre dijeran cosas buenas de ti, que si porque les dabas ánimos o que si porqué todos se divertían y demás contigo, a pesar de no tener ninguna ocupación, todos hablaban bien de ti, de tú persona, de tú ser... En cambio, de mi sólo se hablaba del buen trabajo que hacía, de las imponentes alas que portaba... Jamás oí un "Oye, Thom es una sujeto realmente agradable, deberías hablarle", siempre eran "Deberías pedirle un consejo para poder tener más ayuda en tú jerarquía, él debe saber mucho de eso" y no es que me molestara que elogiaran mi trabajo, sólo quería que vieran más allá del Serafín que representaba... Cosa que tú lograbas sin desearlo... Sólo eso... ¿Era tú duda, podemos ir a dormir?

Esas palabras dejaron congelado al misionero, ¿Realmente ese aspecto era envidiable de él? Thom era guapo, inteligente y muy popular, además de que su rango cómo ángel era importante, jamás creyó oírle decir algo así, había caído como un balde de agua fría, pero de cierto modo lo entendía, él también se habría sentido humillado en un caso así, si bien el deber de un ángel es cumplir con su trabajo y no habría otro mejor modo de elogiarle que enmarcando su excelente trabajo, no era cómo si todos los ángeles no tuvieran un poco de humano en ellos, por eso podían ser tentados y manipulados por los malos sentimientos. Se quedó allí mirando al chico marcharse escaleras arriba, yendo en busca de la habitación para dormir, mientras el misionero seguía repasando una y otra vez en su cabeza esas palabras, no encontraba falla, no había sido una mentira, Thom no era tan malo después de todo, sólo quería un poco de atención real y verdadera, atención para Thom, no para el Serafín que era.

Ʀαʍέ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora