CAPITULO 6: planes lunáticos para salvarla de un posible futuro imparable.

8 3 0
                                    

    —ah, eso —me contestó metiendo el cinturón en su hebilla después de pelear contra el un buen rato—, mi apellido es alemán, aunque no soy alemana, significa algo así como alunizaje o algo así, no estoy segura, a algún pariente lejano le pareció conveniente ponérselo durante la crisis de identidad en 1970 y les parece chistoso. Lo dije hace un año, en la exposición de nuestro árbol genealógico, ¿no te acuerdas?
    —no lo recuerdo… —le conteste alargando las sílabas para escarbar en mi memoria pero no encontraba mucho, todo lo acontecido antes de mis diez años era cubierto por un espeso velo de neblina.
    —te estás portando muy extraño hoy… —me replicó con la mirada perdida en el respaldo de adelante.
    Su mirada aunque perdida revelaba un poco de tristeza y podría decir que miedo, era muy extraño ver unos ojos tan bonitos de esa manera.
    Llegamos a mi casa al poco tiempo. Pase toda la tarde jugando con Mako y viendo la televisión mientras comíamos Cheetos, nuestra idea de diversión siempre fue muy simple pero muy compleja de ejecutar ya que era muy fácil aburrirse en una pequeña casa como la mía, así que a menudo salíamos al patio de atrás donde al fondo se alzaba un enorme muro de árboles que daban la bienvenida, como viejos centinelas, a un pequeño bosque que se extendía hasta las arenas blancas de una pequeña playa olvidada por todos, donde los más viejos te sugerían no ir.
    —siempre me ha gustado tu casa —me confesó Mako mientras subía con dificultad un pequeño árbol seco.
    —a mí también —le conteste desde abajo mientras la veía subir como ardilla vieja.
    —es muy tranquilo y es increíble que tengas un bosque como patio —siguió hablando con una clara emoción en su voz que muchas veces tartamudeaba sobre una dulce sonrisa que iluminaba su cara— y es más increíble que baje el cerro y llegué al mar.
    —es mucho camino de aquí a la playa y el agua es muy fría —le conteste recordando aquella vez, en algunos años, que mí mamá me llevo para que se me quitara la curiosidad.
    —¿ya fuiste? —me pregunto bajando del árbol de un brinco para caer frente a mí— ¿Qué no tenías prohibido ir?
    —mi mamá una vez me llevo, bajamos el cerro y estuvimos un rato en la playa.
    —¿Enserio? —me pregunto con aquel mismo tono de voz que perdió en algún punto más adelante.
    —sí, pero es muy fría el agua, dicen que las playas son muy disfrutables en Limbo —le empecé a contar lo que recordaba de un viaje que haré con mi madre en unos años.
    —me encantaría visitar Limbo —me confesó con una voz soñadora, como si eso fuese su mayor anhelo.
    —¿nunca has ido? ¿qué no tu madre tiene su estética allá?
    —¿qué? —me pregunto algo confundida con una ceja alzada— no… mi mamá tiene su estética en mi casa.
    —ouh —dije un poco extrañado por su respuesta y ya después me puse nervioso al ver que tal vez la regué un poco.
    —¡Mako! —la llamó mi madre, que sin saberlo me lanzo una cuerda para escapar de ese incómodo momento— tu papá ya vino por ti.
    —¿Enserio? —se pregunto frunciendo el ceño, pero no por enojo, bueno, talvez un poco pero era una extraña mezcla entre enojo, sorpresa y otro cúmulo de emociones que desembocaron en mirar un reloj inexistente en su muñeca en medio de pucheros de niña pequeña— hoy llego más temprano.
    —¡Mako! —le volvió a gritar mi madre con un las manos sobre su boca, formando un cono.
    —ya va —le conteste yo, bajo la sombra de las ramas secas.
    —no tarden más —nos indico mi mamá mientras volvía a entrar a la casa—, mañana tendrán más tiempo de jugar.
    Al final terminamos por seguirla y entrar, ya estaba atardeciendo y la luz de la tarde se menguaba tras los enormes árboles que parecían, por su diferencia de tamaños, el filo mellado de una vieja espada. Las sombras de la casa huían o se alargaban por la luz naranja y cálida de los focos que colgaban como pequeñas arañas de los cables que salían del techo blanco…
    —seguro no quiere pasar a esperarla, ya empieza a hacer frío —le decía mi mamá al padre de Mako.
    —no, muchas gracias, no quiero ser una molestia —le contestaba ese hombre con su voz gruesa—, de hecho ahí vienen —continuo, viendo por encima del hombro de mi mamá.
—papa —se le dirigió Mako con cierto desánimo, mientras recogía su mochila del primer escalón de las escaleras.
Y ahí fue la primera ver que lo vi sin esos años y ojeras encima, era un hombre alto con una postura erguida y gallarda, con el pelo negro y su piel con el brillo de la nieve al sol al igual que su hija.
    —Mako —le saludo su padre—, tu madre ya nos está esperando.
    —mañana también puedo venir a jugar, ¿verdad?
    —sabes que sí —le contestó—, siempre y cuando no seas una molestia.
    —y no lo es —le respondió mi madre, recargada de la puerta—, de hecho es muy tierno verlos jugar en la sala.
    —bien, muchas gracias señora —le agradeció aquel hombre, inclinando un poco la cabeza, en una especie de reverencia—, como mi mujer siempre tiene citas en la casa Mako no suele salir mucho de su cuarto y como trabajo todo el día no suelo estar en casa para acompañarla.
    —usted no se preocupe, saliendo de la escuela me la traigo directamente a mi casa —le comento mi madre acariciando la cabeza de Mako que ya iba saliendo por la puerta.
    —vámonos, niña —termino por decir y sin más se dio la media vuelta y se alejó por el patio a su camioneta.
    —¿Tienes hambre? —me pregunto mi mama, cerrando la puerta lentamente tras de ella.
    —un poco… sí.

    Esa noche comimos spaghetti con milanesas de pollo, no es que a mí me guste mucho pero a mi mamá le encantan y es casi reglamentario comerlas como mínimo una vez al mes.
    Al final del día me bañé, pero había algo extraño, el agua no se iba por la coladera, en lugar de eso se estancaba provocando un charco de un turbio gris que ocultaba los dedos de mis pies.
    —¡Mama! —le grite desde el baño, antes de salir a secarme con mi toalla de Pikachu.
    —¿Eu? —alcance a oír desde afuera de la puerta.
    —el agua de la regadera no se va, creo que se tapó la coladera.
    —abajo del lavabo —me empezó a dar indicaciones desde el otro lado de la puerta— hay una destapador —la verdad no sé si así se llaman—, es uno pequeño, es especial para eso… ni se te ocurra usar el que está a un lado del retrete.
    —¿Es uno rosa? —le grite yo desde adentro al encontrarlo en lo que posiblemente es la escena más extraña que he visto.
    —sí, es ese.

    Al final me fui a dormir mas sentía una extraña sensación en el cuerpo, ¿alguna vez has ido a una excursión? Supongo que te has percatado de como al final del día tienes un sabor agridulce de que el día terminó pero a la vez te sientes feliz de haber ido, lo mío era algo igual, en mi estómago sentía un sabor agridulce entre alegría y un poco de miedo, pero la felicidad poco a poco se fue largando al recordar lo que hacía realmente ahí, por poco olvidaba la razón de este viaje.
    Ya había evitado lo que yo entendía como el evento que pudo desencadenar lo que pasara en diez años pero aún no acaba el trabajo, necesito estar con ella para evitar que otro evento desencadene ese fatídico final para aquella dulce niña. Necesito pensar, puede que mi intento se quede en eso y haya algo más que dirigió los caminos de Mako a esa noche de mediados de Julio, ¿pero dónde? Su padre dice que pasa mucho tiempo sola, en casa, tal vez pueda empezar por ahí, volviendo a visitar el posible lugar de su suicidio, mas necesito una excusa para ir, tal vez ha jugar.

El Tiempo Al Tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora