CAPITULO 9: truenos y rayos me estan asustando mucho.

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    El tiempo paso y la temporada de huracanes empezó, Zonda casi siempre a sido un archipiélago que se mantiene al margen de los huracanes o si nos golpea directamente es cuando este se degrada a tormenta tropical, es un fenómeno muy extraño que parece un milagro. La cola del huracán Alex golpeó el Estado Dorado y todo Limbo cuando se dirigía a México, esto desató un par de lluvias muy fuertes y alguna que otra tormenta eléctrica que es muy común que pase por acá en estas épocas

    La tormenta se desató sin muchas señas más que unos nubarrones negros al norte, sobre el mar, que poco a poco se fueron movilizando, como el hollín de viejos navíos de guerra que partían al encuentro de su destrucción, sobre nuestras cabezas desatando una gran tormenta. Siempre recordaré el huracán pero no está tormenta que pasó a obtener el sufijo eléctrica debido a la gran cantidad de rayos que caían en el mar picado que parecía estar furioso por los marineros que se tragó ese día.
    La caída del cielo nos tomo por sorpresa en mi casa, una tarde después de las clases, el cielo gruño y no tardó mucho en irse la luz dejándonos a merced de una oscuridad helada que poco a poco iba ganando terreno en la casa.
    —al parecer tampoco hay teléfono —anuncio mi madre colgando el teléfono muerto—. Creo que está noche te vas a quedar con nosotros, Mako.
    —eso creo —le contestó ella sentada en el primer escalón, abrazando sus rodillas, me atrevería a decir que temblaba un poco, o al menos su flequillo lo hacía.
    —¿por qué tiemblas? —al parecer no fui el único que se dio cuenta.
    —tengo algo de frío —replico Mako después de tomar una bocanada de aire que al parecer le limpio los pulmones de aquello que la impedía hablar claramente.
    —no lo dudo, tu vestido es muy delgado —le contestó mi mama, le extendió la mano para ayudarla a ponerse de pie y mientras lo hacía siguió hablando con Mako—. Terminando de comer nos vamos a bañar, Edmund te va a prestar algo de ropa para que puedas dormir.
    —no se preocupe, no hace falta —le respondió con una sonrisa.
    —claro que sí hace falta —alego mi mamá con un extraño acento, algo así como de la costa de las Vírgenes, no había escuchado ese curioso tono desde que fuimos a donde vivía mi abuela—, no te puedes dormir así, sucia y con tu ropa de día.
    —no estoy sucia, enserio —se defendió Mako, sin borrar su irregular sonrisa.
    —aun así te vas a bañar, el sudor da comezón cuando no te bañas y te duermes así.
    La lluvia empezó a caer por ahí de las siete de la noche, aún había algo de luz pero Mako ya no quería jugar por miedo a los rayos que iluminaban el cielo turbio por breves segundos para terminar en un ensordecedor ruido que cimbraba las ventanas y a ella por el miedo.
    Ese día Mako comió con nosotros, me di cuenta que no comía mucho, tal vez por eso se conservó así de pequeña y delgada o tal vez no le gustó la comida de mi mamá… lo cual es muy probablemente.

    —si no regresa la luz creo que nos dormiremos temprano —nos dijo mi madre mientras intentaba prender un foco moviendo con insistencia el apagador, como si mientras más lo hiciera aumentarán las posibilidades de prender—, y si nos vamos a dormir temprano significa que ya es hora de que nos bañemos.
    —yo no traigo ropa limpia —se apresuró a decir Mako.
    —Mako, ya quedamos en que Edmund te puede prestar algo para dormir, así que no creo que haya problema.
    —ah… cierto —le contestó Mako, en su tono de voz podía escuchar qué se sentía algo incomoda.
    —bien, entonces primero me baño yo y luego vemos quien de los dos sigue, ¿está bien?
    —esta bien —le conteste yo al ver que Mako no hablaba.
   
    El frío empezó a refrescar el aire cuando mi mamá entraba al baño. El sol tras las nubes alcanzaba a filtrar unas cuantas hebras de luz tras esos imponentes cúmulos un gris pardo que se estremecían y chocaban entre ellos, daban un espectáculo genial y aterrador sobre la densa cortina de agua que caía fuera de la ventana, a lo lejos, sobre los enormes árboles que eran batidos por el viento como pequeñas plumas bajo una leve brisa, se veía una nube similar a una ola gigante de mar que se alzaba pedante y majestuosa, mas parecía que en cualquier momento se iba a precipitar sobre nosotros, ahogando todo en aquel oscuro y turbio material.
    La llave rechino y el agua empezó a musitar una informe melodía tras la puerta del baño, a menudo era interrumpida por el mismo rechinar que paraba y continuaba el flujo de agua, hasta que pasados unos veinte minutos mi mamá salió de entre una densa capa de vapor y calor, justo como Darth Vader en una nueva esperanza.
    —bien, ¿quién sigue? —pregunto mi madre al aire, esperando que alguno de los dos contestará— yo opino que es el turno de Mako para bañarse.
    —¿Qué? No —contesto la pequeña.
    —yo opino lo mismo —anuncie alzando la mano, aunque no me veía ya que estábamos en la sala, sentados mientras yo veía temblar a Mako, de frío o miedo, la verdad no sé.
    —bien, es unánime —le dijo mi madre haciéndose un lado para dejar la puerta libre—, Edmund, dale su ropa a nuestra invitada para dormir.
    —este — le replique a mi mamá al darme cuenta que me lo dijo desde que se fue la luz—... no la tengo.
    —bueno —no esperaba esa respuesta—, Mako, qué te parece si te metes a bañar y en un rato te pasó algo de ropa.
    —pero no hay luz —alego Mako.
    —hay una vela adentro —le dijo mi madre con una mano en su espalda, para evitar que huyera.
    Era gracioso ver a Mako así, parecía una gato que se agarraba con las cuatro patas de la puerta de su jaula porqué no quiere ir al veterinario. Al final no tuvo de otra y reflejo entrando.
    —hay toallas en los cajones a lado del retrete —le grito mi madre atreves de la puerta—, están limpias, usa las que sea necesarias.
    —gracias —le contestó derrotada desde el otro lado de la puerta.
    Después de ancha odisea se volteó y me vio sentado en el primer escalón de las escaleras.
    —¿por qué no fuiste por la ropa limpie como te lo dije hace más de una hora? —esa es la respuesta que esperaba hace un par de minutos.
    —bueno… pues —le conteste intentando buscar una respuesta convincente.
    —tienes miedo de subir solo, ¿Verdad?
    ¿por qué está mujer no trabaja en la policía? podría atrapar a ese extraño asesino de los espejos rotos dentro de unos años.
    —vente, te acompaño —mascullo de una manera tenuemente comprensiva, abrazándome por los hombros.
    —¿pero qué le puedo prestar? —le pregunté mientras subíamos por las escaleras— toda mi ropa es de niño.
    —no sé —respondió mi madre acariciándome el hombro—… talvez un pantalón, una playera, no sé, algo cómodo.
    —pues le puedo prestar una pijama.
    —creo que es lo más conveniente, porqué ya sabes, la gente duerme con pijama —me contestó, creo que hubiera preferido que se riera en mi cara.
    De mi ropero saque lo que me dijo, una pijama de Superman, bueno, no me dijo de Superman, pero la mayoría de mis pijamas son así.
    —no olvides unas calcetas —me dijo mi madre desde afuera de la habitación.
    Con la poca luz que había saque de un cajón un par de calcetas o eso creo, y me apresure al salir de mi cuarto cuando un escalofrío recorrió mi espalda.
    —no entiendo por qué te da miedo —empezó a decir ella antes de que saliera del cuarto—, hay mucha luz con las velas y aparte no estas… —de repente, antes de que pudiera terminar de hablar el estruendo de un rayo la interrumpió asustándola un poco, o más que un poco diría que pude oír un pequeño grito entre dientes.
    —no es miedo —le conteste intentando controlarme pero saliendo casi disparado de la habitación—, más que nada es incertidumbre de cuando va a caer el siguiente rayo.
    No me contestó, solo se limitó a verme raro mientras caminaba; me siguió, pero lo hizo como un oscuro espectro con una mueca de duda torcida, sin sonido más allá de unos pasos ahogados, hasta que hablo:
    —¿incertidumbre? ¿Quién te enseño esas palabras? nunca había oído a un niño decir eso, hasta parece que luego hablo con un adulto.
    En teoría tengo cerca de veinte años, creo, así que se podría decir que habla con un adulto.
    —las oigo en la tele —me límite a decir lo primero que se me vino a la mente,  mientras bajábamos por las escaleras.
    —entonces creo que la veré contigo, me hace falta agregar palabras a mi vocabulario —bromeo.

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