CAPITULO 1: Bienvenido a Odeloss.

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CAPITULO 1: bienvenido a Odeloss.
    En una lista, justo la que estaba a lado de mi grupo, se encontraba un nombre que al momento de leerlo supe de quien se trataba: Mako Moundlanden; ella era una chica que conozco desde que éramos niños, era una niña linda que aunque lo era nunca resaltó mucho por eso, de hecho nunca resaltó por nada, bueno, tal vez un poco ya que su padre estuvo metido en la política y su madre era una estilista que trabajaba en Limbo y cobraba muy caro, de hecho decían que le cortaba el pelo a esa nigromante pelirroja y loca que se volvió famosa a mediados del año pasado. Mako y yo fuimos amigos en la primaria, por ahí de los ocho años, pero por algunos problemas decidimos dejar de hablarnos hasta la fecha.
    La busque con la mirada por todo el lugar, tenía miedo de encontrarla, pero no la vi en ningún lado, aunque había entrado no estaba aquí para saberlo, en parte eso estaba bien, no sabría que decirle si se paraba a mi lado a buscarse, de hecho no sabría si hablarle.

    Mientras salía de la escuela me topé con aquella chica extraña del apretón de manos, María, que al verme se le dibujo una sonrisa pícara en su cara y sus ojos brillaban con plena alegría infantil.
    —¿Quedaste? —me pregunto desde lejos mientras se acercaba con grandes y extrañamente burlonas zancadas.
    —sí, sí quede —le conteste rebotando la sonrisa.
    —yo también —me contestó, con un tono de voz meloso, como el de un niño que estuviera apunto de presumir algo—, quede en el primer grupo de la escuela, tuve una calificación de 8.9 o más alta.
    —significa que estamos en el mismo grupo —le conteste con ese mismo tono meloso—, también estoy en el primer grupo.
    —oh… ¿Enserio? —me pregunto con un extraño timbre de voz, era como una mezcla de orgullo herido y de extrañamiento— me alegro por ti, eso significa que seremos compañeros de clases.
    —así es —le conteste sin dejar ese tono meloso lo cual creo que fue el primer clavo del ataúd de la conversación que murió frente a un silencio funerario, pero ante la muerte agregue para despedirme de alguna forma:—... entonces nos veremos en un tiempo, cuando las clases ya inicien.
    —eso parece —me dijo algo incómoda.
    Después de aquello se alejó agitando su mano para despedirse. Por mi parte regrese a mi casa en el autobús que iba aún más lleno que cuando llegue. En los asientos se podían ver caras largas y ojos hinchados, pero a la vez también se podían ver enormes sonrisas de oreja a oreja.
    El camino aunque incómodo por el choque de sentimientos fue rápido o al menos eso me pareció después de unos diez minutos sentado oyendo quejidos y lloriqueos que parecían provenir del limbo de Dante. Durante todo el camino no dejaba de pensar en aquel diario, en aquellos viejos y amarillentos recortes que guardaban alguna clase de magia o poder sobrenatural, ¿con qué clase de cosa estaré tratando?
    Mi parada llegó y me baje del autobús para correr a mi casa tan rápido que parecía que se fuese a levantar de sus cimientos e irse. En la puerta me esperaba mi madre con una sonrisa dulce, al parecer ya sabía la noticia con solo verme correr hacia ella. Tiré la mochila en la entrada y me abrazó felicitándome, llenándome de incómodos besos y dulces palabras de alegría.
    —traje un poco de jamón de Iveltan —me dijo al oído mientras tratábamos de entrar por la puerta pero no cabíamos por la manera en la que estábamos abrazados—, ¿Quieres un sándwich?
    —sabes que la duda me ofende, ¿verdad? —le conteste bromeando y entramos a la cocina donde nos esperaba un paquete de pan blanco y un enorme paquete de ese delicioso jamón junto a las cosas que lleva un sándwich.
    Comimos y platicamos durante horas como si del inicio de una historia del Tolkien se tratase, esperando que el día pasará para dirigirnos a la sala donde proseguimos con una taza de café.
   —ya no te conté —le dije bajando una taza que al pegar con la mesa provoco un sonido fuerte que rebotó por las cuatro esquinas de la casa—… Mako también entró a la escuela.
   —¿Mako? —me pregunto con una cara pensativa, como si excavara en sus recuerdos buscando alguna cara que encajara con ese nombre— ¿Mako Moundlanden?
   —exactamente —le dije y ella empezó a bombardearme sin parar con preguntas:
   —¿Enserio entro? ¿Está en tu grupo? ¿La viste revisando los resultados?
   —sí y las siguientes respuestas son no —le contesté intentando calmar la sed de respuestas con un gotero.
   —hace muchos años que no oigo el nombre de Mako Moundlanden —me dijo con nostalgia en su voz, como si a su mente hubieran regresado algunos recuerdos que hasta el momento permanecían nebulosos.
   —de hecho hace muchos años que no la veo —le conteste tallándome los ojos por un sueño temprano—, hace muchos años que ya no nos hablamos.
   —entonces cuéntame —me dijo tomando la taza con ambas manos y remató:—, ¿Por qué se dejaron de hablar?
   —son cosas que pasaron hace años y no recuerdo bien —intente excusarme pero fue en vano ya que su mirada astuta y violenta me hizo soltar toda una palabrería que aún dudo haya tenido sentido:—. Cuando éramos niños ella me gustaba, se me hacía una niña muy linda, de hecho aún lo pienso, así que un día… de hecho es curioso ya que fue el mismo día que inicie el diario, bueno, un día le dije que me gustaba y ella me dijo que yo no, y se fue corriendo, todos en la escuela se burlaron de mí, creo que incluso de ella y aún no me explico el porqué. Así que para evitar las burlas deje de hablarle, deje de invitarla a jugar y hasta hoy seguimos sin hablarnos…
    —¿eso es todo? —me pregunto con una expresión incrédula en su cara, de esas en las que levantas una ceja.
    —sí —le conteste llevando la taza a mis labios pero antes de que rozaran continúe:—… es algo patético lo sé.
    —bueno —me contestó con una burla en su tono—… se han iniciado guerras por menos. Pero no crees que es algo, no lo sé… extremo e infantil seguir sin hablarle después de siete años, deberías arreglar las cosas, era muy lindo verlos jugar en la sala y en el patio.
    —ah… ¿Sí? —le dije después de pasar el trago de café que había sorbido de la taza que ahora sabía un poco amargo, al igual que está platica que había pasado a ser algo incomoda.
    —de hecho no pasó mucho tiempo para que se convirtieran en buenos amigos —continuo—, dos años según yo.
    Después de eso decidí ignorarla para dejar de hablar de eso.
    Terminamos de cenar ya algo tarde, por ahí de las diez de la noche y preferí bañarme e irme a dormir temprano para a la mañana irme a inscribir, era muy curioso la verdad, ya no me sentía nervioso.

    Los días siguientes pasaron muy rápido a tal ritmo que no me di cuenta hasta que ya estaba entrando a Odeloss, a mi primer día de clases donde me esperaba María para darme la bienvenida como si ella llevará mucho tiempo aquí.

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