Masilla

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La mirada de los paramédicos era perpleja, ninguno podía creer lo que estaban viendo.
En la calle había un hombre que yacía con una barra de hierro que le atravesaba el pecho justo pasando por el corazón, se estaba desangrando. El señor de aproximadamente 45 años todavía estaba vivo, era increíble considerando sus herida, pero hablaba.
La herida le causó un shock y no sentía dolor, ni siquiera entendía que estba pasando.

—Discúlpeme, señorita —balbuceaba—, ¿me podría decir por qué no me dejan ir? Hoy es el cumpleaños de mi hijo pequeño y me espera en casa —su mirada reflejaba el recuerdo de su ser más amado.

La paramédico lo miraba conteniendo las lágrimas, levantó la cara y vio a sus compañeros, todos sabían que se estaba desangrando y que moriría en unos instantes.

—¿Donde está mi maletín? —preguntó el hombre algo agitado— No puedo perderlo —La paramédico miró alrededor y lo vio tirado a unos metros, se movió un poco, lo alcanzó y se lo dio al moribundo—. Gracias, aquí tengo su regalo, mi hijo es humilde —el hombre sonrió orgullosamente de su pequeño— y sólo pidió un poco de masilla para moldear, aquí le llevo cuatro paquetes grandes para que sea feliz.

Uno de los paramédicos no soportó más y se levantó, fue hasta la acera y se sentó en la acera donde no lo vieran, rompió en llanto.
Una canción empezó a sonar, la quinta sinfonía de Beethoven. La música salía del bolsillo del hombre, los paramédicos buscaron y sacaron el celular, "Casa" se leía en la pantalla. El señor pidió que le dejaran contestar, la mujer puso el teléfono en su oído.

—¿Hola?... ¡Ah! Hola, hijo —respondió—... Sí, sí, ya voy a casa... Tuve un pequeño contratiempo y voy algo tarde... No, tranquilo... Sí, puedes invitar a tus amigos a jugar, dile a tu mamá que haga galletas... Sí, de esas que te gustan con chispas de colores... —sus ojos empezaban a perder su brillo y lágrimas a salir, ya estaba expirando y él lo sentía— Hijo, te quiero mucho... —miró a la enfermera— Señorita, entrégele mi maletín a mi hijo, se pondrá feliz.

El hombre dio un último aliento y murió, todavía permanecía una sonrisa cariñosa en sus labios y sus ojos se congelaron con una mirada amorosa , todos los presentes rompieron en llanto, jamás habían visto algo así. Lo levantaron del suelo y lo llevaron en camilla a la morgue. Su hijo recibió la trágica noticia ese día, junto con el maletín y sus regalos... nunca los abrió.

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