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JUNGKOOK/ 정국

Estaba por llegar a casa. Había logrado que Yoongi-hyung recortara mis horarios laborales y me dejara llevar algunas cosas para trabajar desde mi hogar. En ese momento la lluvia golpeaba fuertemente las ventanas del automóvil, el clima había estado frío, ya que estabamos en invierno.

Al pasar por una pastelería pensé que a Jimin le encantaría cenar algo de pastel con chocolate caliente. Como pude me orillé, y corrí tan rápido como pude para ordenar un cheesecake con zarzamoras y unas barras de chocolate para preparar. Ya listo y dispuesto con mi compra, retomé mi camino hasta vislumbrar el fraccionamiento de casitas en el que vivíamos. Estacioné el coche, tomé el pastel y mis cosas y deslicé la llave para finalmente llegar a casa.

Al entrar, no estaba Tina con su usual expresión de fastidio, ni Jimin en la cocina. Dejé las cosas en el mostrador, y unas risitas musicales irrumpieron desde la sala. Tirados en el enorme tapete afelpado que habíamos colocado en el piso, Tina y Jimin observaban mi princesa Seoyeon reír y batear sus piecitos para mover los globos flotantes que tenía atados a ellos, su manita izquierda en un puño lleno de baba dentro de su boca, ya que la pequeña amaba utilizarlo como chupón. 

Mi hermoso omega se veía resplandeciente a pesar de apenas tener cinco meses de haber dado luz. Sus ojos brillantes y su sonrisa enorme al ver a nuestra hija tan divertida. Por momentos trataba de que Seoyeon soltara su puñito y utilizara el chupón rosa que mi mamá había comprado —asegurando que era tan hermoso que no lo soltaría—. La pequeña le dio dos succiones antes de aventarlo y recolocar su manita en su boca. Tina observaba desde el sofá toda la escena. Al principio nos preocupaba que la vieja gata consentida fuera a sentirse desplazada por la presencia del nuevo miembro de la familia, sorpresivamente se había convertido en la guardiana de Seoyeon, velando su sueño cuando nosotros no estabamos alrededor. Jimin decía que quizá era su sentido maternal disparándose, ya que nunca tuvo gatitos. 

Me quedé embobado ante la vista por un buen rato. Un calor cosquilleante se instaló en mi pecho y mis ojos picaron, no podía creer lo afortunado que era, amaba y era amado por el omega más hermoso, divertido y genial del mundo y me había regalado a la niña más bonita que pude haber imaginado. Jimin volteó hacia donde yo estaba y mi bebé comenzó a balbucear, alzando su brazo derecho para que la cargara, olvidando por completo los globos.

—¿Cómo te fue?

—Todo bien, hyung me dio mucho para trabajar, pero podré estar en casa la mayor parte de la semana, son mezclas para trabajar en el estudio.

—Me alegro, alguien necesita distraer a esta bebé sin límite de pilas para que papi pueda dormir más de tres horas corridas.

Reí por lo bajo. En general Jimin no se quejaba, pero ambos sabíamos que necesitaba descansar. Seoyeon era una niña sumamente activa, demandando atención constante, ya fuera que Jimin se pusiera a jugar con ella o que yo la cargara mientras retozábamos con sus peluches. Desponjándome de mi sudadera, me metí a gatas en el área que ahora estaba destinada a Seoyeon —el tapete afelpado, una colchoneta, una pequeña cerca de almohadas para evitar que se moviera a la parte fría del piso y un montón de peluches, regalo de sus abuelos y tíos— y me coloqué detrás de Jimin, mientras pasaba mi mano por su cadera y tocaba repetidas veces la nariz de nuestra hija. La pequeña veía el dedo con sus enormes ojos negros y luego pataleaba para mover los globos y reír. 

—Te extrañamos hoy, no pude lograr que estuviera calmada hasta que le puse los globos.

—¿De dónde sacaste eso?

—¿Internet?

—No, bueno, eso lo supuse, pero dónde compraste globos de helio a esta hora ¿No habrás salido con Seoyeonnie o sí? ¡Hace demasiado frío!

Inefable II Kookmin OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora