Capitulo 8

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-No es justo -se quejó la Señora Kim-. Tanta historia con los derechos humanos y ni siquiera puedo ver a mi propio hijo -miró a Jihoon-. Ya es hora de que hagas algo.

-Lo he intentado -dijo Jihoon. Había pasado la noche muy inquieto y se había despertado al amanecer abrazado a la almohada, estrechándola contra su cuerpo como si fuera una persona. Entonces, se alegró de recordar bien lo que había soñado.

Se levantó de la cama, se puso un pantalón de chándal y una camiseta y comenzó a hacer una maratón de limpieza en la casa, concentrándose únicamente en el trabajo físico.

Cuando terminó, se dio una ducha y recordó que debía ir a visitar a su madre de acogida, así que tomó un autobús hasta Wilmont Road antes de dirigirse al supermercado para realizar la compra.

-Está claro que no lo has intentado lo suficiente. Lo necesito. Y E'dawn me necesita en un momento así. Debes decírselo a los médicos. Tienes que hacerlo.

-Iré mañana a ver qué puedo hacer.

-Le he comprado un traje -dijo la Señora Kim-. De su color favorito, turquesa. Y quiero dárselo en persona. Díselo a ellos. Déjaselo bien claro.

-Hablando de ropa, ¿qué ha pasado con el traje de boda de E'dawn? Estará por aquí, porque en el piso no lo vi por ningún sitio. No quiero que me pregunte por él y no ser capaz de darle una repuesta. La tía Ji-Hyun negó con la cabeza.

-No lo sé. No lo he visto nunca. Otra de sus sorpresas. Pero cuando me lo describió, yo no estaba segura de que el satén fuera la mejor elección que podía haber hecho.

-Creo que esa era la menor de sus preocupaciones -dijo Jihoon. De pronto, frunció el ceño-. ¿Has dicho que era satén? Pensé que... En una de sus cartas dijo que era de doble gasa y lana color crema.

-Satén -dijo la tía Ji-Hyun-. Creo que miró bastantes antes de decidirse.

Una hora más tarde entró en su edificio y subió las escaleras hasta su apartamento. Cuando llegó al rellano, vio que un hombre alto se acercaba a él.

-Estaba a punto de dejarte una nota -dijo Seongwoo

-¿Y qué me ibas a escribir?

-Hace un día maravilloso. Vamos a pasarlo juntos.

/*-*/

Al final se dirigieron a Daegu, un pueblo que estaba en una pequeña bahía de la Costa Sur. Jihoon se sorprendió al ver un deportivo descapotable aparcado frente a su edificio.

-¿Hoy no está Min Ho?

-Un chófer es más adecuado para los días laborables. Los fines de semana me gusta conducir a mí. Y como ya te he dicho, vamos a pasar el día juntos -sonrió-. ¿No te fías de que vaya a cuidar de ti?

-Por supuesto -dijo Hoon.

Al cabo de un rato, recorrieron unas carreteras estrechas con el mar al fondo hasta que llegaron a Whytecliffe.

En el pueblo había una iglesia normanda y la calle principal tenía algunas tiendas y cafés. Caminaron despacio, agarrados de la mano, mirando los escaparates.

Seongwoo lo llevó hasta un restaurante que resultó que solo abría por las noches, así que se dirigieron a un pub que tenía vistas al rompeolas.

Pidió un vino blanco con soda para Jihoon y una cerveza para él y se sentaron en la única mesa que quedaba junto a la ventana.

Les sirvieron una bandeja con gambas, mejillones, ostras, berberechos, y langosta, junto a unos cuencos para lavarse y servilletas. Después, decidieron no tomar postre y pasaron directamente al café.

-¿Nos damos un paseo por la playa antes de que cambie la marea? -sugirió Seongwoo cuando pidió la cuenta.

Una vez en la playa, Jihoon respiró hondo y alzó el rostro hacia el sol, preguntándose cómo sería todo si no existiera nada más que ese momento.

-Cuéntame qué hacías en Nueva York -pregunto él. Jihoon volvió de golpe a la realidad y se encogió de hombros.

-Supongo que algo muy parecido a lo que hago ahora.

-Tu editor te echará de menos.

-Tengo mucho que agradecerle -No quería que continuara interrogándolo, así que se agachó para quitarse los zapatos-. Voy a comprobar si el mar está tan apetecible como parece -dijo mientras se dirigía hacia la orilla.

-Te advierto que estará fría -dijo Seongwoo

Jihoon metió los pies en el agua y contuvo la respiración durante un instante. Se negaba a volver a la playa por varios motivos, así que avanzó un poco más. Cuando el agua amenazaba con mojarle el dobladillo de los pantalones, regresó despacio hacia la orilla. Seongwoo lo miró y negó con la cabeza.

-Estás loco-Hoon alzó la barbilla.

-¡Mierd*!

-Sí, pero no seré yo quien pille una neumonía. Ni el que se quede con los pies mojados y sin toalla -antes de que pudiera detenerlo, Seongwoo lo tomó en brazos y lo llevó hasta una roca plana-. Prefiero los mares cálidos, como el Mediterráneo o el de las Maldivas -sacó un pañuelo blanco de su pantalón y lo extendió-. Me temo que esto es todo lo que puedo hacer -se arrodilló frente a Jihoon y comenzó a secarle los pies con mucho cuidado-. Los tienes como bloques de hielo.

-No hace falta que hagas esto. Puedo secarme yo, de veras.

-¿Por qué no? ¿No es así como a las personas les gusta ver a los hombres, arrodillados a sus pies?

-Yo no soy como las personas en general -Jihoon notaba que una ola de calor se extendía por su cuerpo-. Y quiero ponerme los zapatos.

-Enseguida. Esta es una nueva experiencia para mí, y me gusta -inclinó la cabeza y lo besó en los empeines-. Saben a sal -susurró.

-Viene gente. Debes incorporarte -dijo Jihoon con dificultad Seongwoo negó con la cabeza.

-¿Y perder la oportunidad perfecta? No -lo miró muy serio-. Jihoon, amor mío, ¿te casarás conmigo?

-Dijiste que no me presionarías -susurró él.

-No me atrevo a esperar -dijo Seongwoo-. Después de todo, apareciste de la nada. Me da pavor que desaparezcas de la misma manera.

-No -dijo Hoon-. No haré tal cosa. Pero es demasiado pronto. Apenas nos conocemos.

-Algo que intento cambiar -dijo él-. ¿O no te has dado cuenta? Cariño, podemos ponernos al día con los detalles a medida que avanzamos. Creo que desde el primer momento sé que tú eres la persona que quiero en mi vida. Supongo que era demasiado esperar que tú sintieras lo mismo. Pero ahora que te he encontrado, Jihoon, no puedo permitir que te vayas, y no lo haré. Te amo y me gustaría que fueras mi esposo. Tú, y nadie más durante el resto de nuestras vidas.

-Tengo que reflexionar. Debes darme tiempo. Tenemos que estar seguros. Seongwoo suspiró.

-Cariño, yo estoy seguro. Ahora, solo tengo que convencerte. Pero tendré paciencia. Ni siquiera te preguntaré si también me quieres. Al menos, todavía no -Seongwoo recogió los zapatos de Sungmin y se los puso -Ya lo ves, Cenicienta. Te quedan bien. Ya no puedes rechazarme.

-Puede que creas que eres el Príncipe Encantado -dijo Jihoon, tratando de comportarse como si el mundo no se hubiera puesto patas arriba y levantándose de la roca-. Pero es probable que esa pareja que está paseando al perro crea que eres un loco que se ha escapado.

-Cariño, estás tiritando y los abrigos están en el coche -dijo Seongsoo, quitándose el jersey que llevaba atado a los hombros-. Ponte esto.

Jihoon obedeció y se puso el jersey, consciente de que el problema no era la fresca brisa marina, y que por muchas capas de ropa que se pusiera no conseguiría calmar la gélida sensación que lo invadía por dentro.

«Oh, cielos», pensó desesperado. «¿Qué he hecho? ¿Y qué estoy haciendo? Creo que ya no estoy seguro. Y lo peor de todo, tengo sensación de que no me conozco. Y eso me aterroriza».

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¡Gracias por leer!
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Dulce Venganza -OngWink [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora