2 - Cigarette

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Por fin acabaron los días lluviosos, aquellos en los que salí a la calle no era la mejor de las opciones. Eran las 6 de la mañana y Brendon volvía de su agotador y nocturno trabajo apestando a vodka. Nadie diría que eso es un trabajo de verdad, porque ¡Venga ya! ¿Estar casi todas las noches en una discoteca sirviendo copas? Debía ser una fiesta continua, nunca mejor dicho, pero no lo era al principio sí era bastante divertido para él pero el paso del tiempo también le vino la tediosa realidad. Aquel trabajo le impedía poder irse de fiesta con sus amigos una fiesta de verdad; una fiesta a la que quisiera ir no a la que le obligarán.

De camino a su apartamento se cruzó con su nuevo vecino, al que no había visto mucho los días anteriores. Dallon iba vestido con un traje con una corbata algo mal atada y mucha desgana en la cara, arrastraba los pies como si tratarse de quitarse un chicle de la suela. Brendon se le quedó mirando mientras se alejaba, ni siquiera parecía haberse percatado de su presencia aunque con esos ojos caídos y cansados no esperaba nada mejor.

Una vez pudo entrar a su preciosa y diminuta morada lo primero que hizo fue tirar las llaves a cualquier lugar del que seguramente se olvidaría posteriormente y sin quitarse la ropa tumbarse en la cama. Solo fueron unos segundos los que estuvo tumbado pero bueno en suficientes como para qué los brazos de Morfeo le arropara sin remedio.

Las horas pasaron hasta que el sol empezó a caer el cielo se tiñó de esos colores rojizos de la tarde. Nuestro bello durmiente al fin despertó con el pelo revuelto la peste a un alcohol en la ropa y sin muchas ganas de absolutamente nada salvo de una cosa: fumar.

Agarró el paquete de tabaco de la mesilla de noche y se dirigió despacio hacia el balcón que había en su dormitorio. Uso una de sus manos para echarse el pelo hacia atrás y poder ver lo que tenía delante que en este caso era una cristalera que no pudo evitar comerse de frente.


— ¡Auch! —Exclamó dolorido mientras abría la dichosa puerta al exterior.


Se puso un cigarro en los labios, sacó el encendedor y apoyado en la barandilla lo prendió. De un par de caladas y soltó el humo de estás en forma circular hacia arriba. Todo estaba bastante tranquilo los colores cálidos del cielo eran bastante relajantes y como estaba medio dormido apenas se enteraba de nada de lo que pasaba a su alrededor salvó de una cosa porque siempre está esa conversación que no debemos escuchar pero irremediablemente acabamos haciéndolo.


— Sí, sí... —Era del balcón que estaba justo pegado al suyo.


¡Exacto! Su nuevo vecino.


— Mamá, estoy bien, el piso está bien y no necesito ayuda para pagarlo. —No hay que ser Einstein para saber con quién hablaba.— No, no, no me pases con papá... no ahora. —Suspira.— No, tampoco quiero que hables con ella. Somos mayores y lo solucionamos nosotros solos. —Segundo suspiro.— Sí, sé que es una buena chica. Oye puedes... —No parecía que le fuese a dejar hablar.— Oye, mamá, te llamo más tarde. Acabo de llegar del trabajo y estoy cansado. Sí, claro. Yo también a vosotros. Adiós, adiós. —Al fin colgó.


Apoyó los antebrazos en la barandilla metálica y oxidada echando su cuerpo levemente hacia delante dejando colgar su cabeza prácticamente en el abismo. Pensaba que estaba completamente solo pero no contaba con aquel pequeño cotilla as su izquierda que no tardó en hablar.


— Te vas a desinflar de tanto suspirar.


And Now... What? - Brallon AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora