3 - Mail

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Todo el mundo sabe lo que es estar estancado, haciendo algo que no te gusta todos los días y no pudiéndolo dejar por lo que supone; una responsabilidad. Una que Dallon no podía dejar si quería seguir viviendo con la independencia de un piso propio sin el apoyo de sus padres. Vivir solo no es una gran fiesta, lo parece, pero al hacerlo vienen muchas otras responsabilidades (aparte de trabajar para ganar el dinero que pague esas cuatro paredes); Luz, gas, agua, comida... Demasiadas cosas que acumuladas eran... una gran putada. Sin embargo y por el momento su aburrido trabajo en una oficina tediosa y que olía a pura desesperación era suficiente para costearse esas cosas esenciales para que cualquier ser viva. Sí, ha tenido que prescindir de cosas como Internet (pero tranquilos, porque usa el WiFi de un vecino que es un señor que "desgraciadamente" no sabe que hay que tener una clave en esas cosas para que no ocurran... estas) propio y ha tenido que vender la colección de vinilos que tenía. 

Así que, teniendo en cuenta su condición laboral, lo que más deseaba en el mundo es que llegase el fin de semana. Cinco días de trabajo por dos de descanso no estaba... tan mal. Le daba tiempo a dormir, ver sitcons estúpidas por la televisión para relajarse y, si se veía con ganas, quitarle el polvo al bajo de su armario. Ese día era uno en los que la última parte llegaba de forma inesperada. Hacía tiempo que aquello solo se había convertido en un hobbie de andar por casa y, la verdad, se sentía demasiado bien el notar vibrar las cuerdas sobre sus dedos... Luego recordaba que su amor por la música parecía no ser correspondido y eso era lo que le quitaba todas las ganas de mantener una práctica más o menos regulada con aquel precioso instrumento; Deloris.

Nada parecía poder perturbar ese día, en una circunstancia normal, pero recordemos que el edificio donde vive Dallon no es muy normal y tampoco su vecino de la derecha lo era. Le extrañaba que, en fin de semana, no pusiera la música a un desagradable volumen. Para su suerte, aquella mañana, no se encontraba en su apartamento... ni la noche anterior. Básicamente no durmió en su apartamento. Así que reinó la paz y el silencio hasta aquel preciso momento. 

12:34 del medio día, empieza lo divertido porque alguien llama a su puerta.


 — Un momento. —Anuncia con cierto tono amable, pero algo pesado por tener que levantarse a abrir a quién sabe.


Al agacharse un poco para observar, por la mirilla de la puerta, quien había tras esta se encontró con una gran frente tapándole las vistas. Enseguida pudo relacionar conceptos y, con un largo suspiro, abrir.


  — ¿Qué quieres? Es fin de semana, ¿No vas a darme ni un momento de tregua? Necesito descansar así que por favor ve-

  — El cartero puso tú correo en mi buzón. —Espetó antes de que acabe por recordar lo insoportable que era, con mucha razón pero no era el momento.

— ¿Qué?

— Tengo tu correo. —Extiende el brazo para enseñarle dos cartas que iban a su nombre. 

 — Ah... gracias —Había cometido un pequeño error, porque al parecer no venía con intención de molestar.

— Weekes es un apellido raro ¿Y de qué es la J?—Ahí estaba para estropearlo.

— Tenías que estropearlo...—Tomó las cartas y miro ambas detenidamente, parece que el piso al que hay que entregarlas estaba mal puesto.— ¿Por qué hay una abierta?

— Porque... 

— ¡Brendon!

— A ver, no sabía que eran tuyas ¡No es lo normal que metan correo que no es tuyo en tu buzón! La abrí pensando que eran para mi... luego leí el nombre 

And Now... What? - Brallon AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora